Camilo Cuervo (Foto para columna)

Opinión

Reformas “sociales” sin escrúpulos: destruir las instituciones es el objetivo

No es momento para vanidades y orgullos fútiles. Es hora de unirse para consolidar proyectos políticos que desde la fuerza regional detengan la destrucción de nuestra esencia como nación.

Camilo Cuervo
29 de septiembre de 2023

Los colombianos estamos evidenciando estupefactos cómo el Gobierno nacional insiste en tramitar reformas, aparentemente sociales, que de fondo esconden un decálogo muy simple: destruirlo todo, para que el único camino sea la estatización de la economía y el control político de los medios de producción.

Las recientes marchas gubernamentales, en que maquiavélicamente se compran apoyos y se gastan miles de millones de pesos de nuestros impuestos para tratar de simular un apoyo popular que no existe, demuestran que se han perdido los escrúpulos y que este gobierno está dispuesto a todo para lograr concretar su plan sistemático y consciente de derribar las instituciones políticas, sociales y económicas de nuestro país.

Cada una de las reformas, de fondo, busca atacar una institución, desprestigiarla, conducirla al caos, restarle respaldo popular y finalmente destruirla. Se cree, ingenuamente, que todo podrá ser suplido por nuevas instituciones estatales que esta vez sí lograrán el iluso propósito de ser eficientes, pulcras y “populares”. En el fondo de nuestro corazón sabemos, de antemano, que todo lo que tenga control estatal puede salir mal y regularmente sale mal; el buen desempeño de las instituciones públicas siempre ha sido la excepción, nunca la regla.

En materia de pensiones el propósito es acabar los fondos privados de pensiones y apropiarse de varios cientos de billones de pesos que los colombianos han logrado ahorrar para garantizar su vejez; con la intención velada de utilizar esos recursos para repartir subvenciones a todo aquel que, sin haber aportado un solo peso, esté dispuesto a apoyar la causa “progresista”. Cuando todo esté consumado, nuestros ancianos, los que sí ahorraron y merecen una vejez digna, dependerán de subsidios y limosnas que sólo recibirán a cambio del apoyo famélico al régimen.

En la reforma a la salud, el propósito no sólo es claro, sino que ya lo están ejecutando: destruir un sistema que, a pesar de las muchas oportunidades de mejora, ha demostrado ser eficiente y que es exaltado mundialmente debido a sus bondadosas coberturas, a la universalización y al eficiente control del gasto. Lo están rompiendo desde sus cimientos, lo están ahogando, cerrándoles la llave a las EPS para que se genere una crisis que acabe con la confianza y el cariño que los colombianos, según todas las encuestas, hoy profesan por esas entidades. Es muy triste ver cómo, inermes, presenciamos la destrucción metódica de un sistema que nos costó 30 años de esfuerzos y sacrificios.

En el caso de la reforma laboral, el tema es sencillo. Se busca, por todos los medios, destruir al empleador formal; cueste lo que cueste. Son conscientes de que, en la informalidad y el caos de nuestro mercado de trabajo, el empleo público y los subsidios serán el único camino.

Sin importar las consecuencias, sólo se busca satisfacer los deseos más sórdidos de una élite sindical, con la excusa de solucionar problemas que no existen y devolver garantías que nunca se han perdido. Este gobierno sabe que no hay nada más eficiente que subvencionar un “partido de los trabajadores” con la plata de los empresarios. Que los empleadores privados paguen todo, incluso lo que le corresponde al Estado, a la espera de que se revienten para sustituirlos desde el “gobierno popular”. Cuesta recordarlo, pero se debe decir sin ambages: esa ha sido la antesala de las tiranías más sangrientas y radicales de la historia reciente de la humanidad.

A pesar del oscuro panorama, todavía tenemos esperanzas. Estamos a un mes de enfrentarnos a un proceso electoral trascendental para el futuro de los colombianos y de sus instituciones. Tenemos la oportunidad única de recuperar el equilibrio y activar los contrapesos políticos que impidan que el Gobierno Petro acabe con todo y se desate el caudillismo mesiánico.

No es momento para vanidades y orgullos fútiles. Es hora de unirse para consolidar proyectos políticos que desde la fuerza regional detengan la destrucción de nuestra esencia como nación. En 2022 abrimos la puerta al infierno, se acerca quizá la única oportunidad de cerrarla. No podemos equivocarnos otra vez.

Camilo Cuervo Díaz @ccuervodiaz

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