OPINIÓN
“Relaciones que hieren y que en ocasiones matan”
El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses arrojó datos de marzo a noviembre de 2020, cuando se registraron 519 femicidios.
Son solo peleas, porque me quiere me cela, ya me pidió perdón y eso no se va a repetir. Muchas de estas personas que se expresan así, creen que la situación es así de sencilla… desconociendo que pueden estar viviendo en una relación desequilibrada y tan disfuncional que los ha llevado a la violencia doméstica generando situaciones alarmantes, preocupantes y hasta fatales.
La violencia en el contexto familiar no es algo nuevo en nuestras sociedades. Este tipo de violencia siempre ha existido en diferentes edades, sexo y clase social. Y es precisamente por ser un fenómeno tan recurrente que se ha convertido en un constructo social problemático, porque causa muchas alteraciones en el interior de los hogares, entristeciéndolos y llenándolos de amargos recuerdos que dejan huellas traumáticas, familias destruidas, hermanos enemigos de por vida o parejas sometidas y resignadas a esta situación. Hay muchas familias en Colombia que experimentan la violencia al interior de ellas, de diversas formas; algunas ejercidas entre padres o madres contra hijos, hijos contra sus padres, miembros de la pareja unos contra otros o hermanos contra hermanos. Lastimosamente existe una diversidad en esta preocupante problemática.
Sin la más mínima intención de dejar pasar por alto que tanto las mujeres como los hombres son víctimas de violencia, bien sea en relaciones de pareja o dentro del núcleo familiar y mucho menos con el propósito de banalizar el sufrimiento y angustia de los hombres que también son víctimas de violencia; decido centrar esta columna en la violencia hacia las mujeres y sus consecuencias en el núcleo familiar. Esto en parte por la amplitud del tema y en parte por las diferentes estadísticas e informes oficiales, que indican que la mujer en general es más maltratada que el hombre.
Traigo a relevancia la explicación que el investigador Marcos Claudio Signorelli da acerca de la violencia doméstica, definiéndola como abuso sexual, físico y/o psicológico que ocurre entre padres, hijos y padres y entre hermanos. El escritor agrega también que a menudo la mujer es el blanco de las agresiones, y es en el hogar donde existe mayor riesgo para que se presente esta violencia. Así mismo señala que la violencia de pareja es la forma más común de violencia que se da contra la mujer, con una estimación global del 30 % en mayores de 15 años, incluyendo la física, sexual y psicológica como parte de la misma. Siendo la violencia psicológica la más recurrente entre las tres formas citadas.
Permitiéndonos entrar al contexto colombiano, muchos hemos visto cómo se ha venido visibilizando por los medios de comunicación, redes sociales y entidades oficiales este problema que la sociedad está viviendo. Hemos podido leer o escuchar que con el confinamiento por la pandemia de covid-19, el incremento de la violencia doméstica en el país ha sido significativo en comparación a años anteriores y de esa forma hemos podido empezar a dimensionar este fenómeno.
Cabe anotar que el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses arrojó datos de marzo a noviembre de 2020, cuando se registraron 519 femicidios. Por su parte, la Defensoría del Pueblo indicó que, de enero a octubre de 2020, en comparación con el mismo período durante el año 2019, en cuanto a femicidios se presentó un incremento del 53 %. En lo que concierne a niñas y adolescentes de 0-17 años se registraron 6.963 casos de violencia sexual en el mismo periodo de marzo a noviembre. Así como 279 mujeres se suicidaron y estos suicidios estaban asociados a violencia doméstica.
La Fiscalía General reportó que de junio a noviembre del año 2020 aproximadamente 4.760 casos de violencia de género se habían registrado.
Al parecer, la estrategia de confinamiento para mitigar la propagación del virus resultó muy peligroso para algunas mujeres que además ya venían viviendo en relaciones disfuncionales y esto les ha costado muy caro; en el peor de los casos a algunas les ha costado la vida.
Y aunque desde el marco legal, la Constitución colombiana de 1991 en su artículo 42 y en el artículo 3 de la Ley 294 de 1996, reconoce la violencia intrafamiliar como destructiva y sancionable; paradójicamente, los casos de violencia en el interior de las familias siguen presentándose y aceleradamente; con el agravante de que muchos jóvenes aunque no comparten el mismo techo con su pareja sentimental, también se están matando entre ellos por casos pasionales, celos o venganza.
Ahora, si bien es cierto que en Colombia la problemática asociada a la violencia doméstica siempre ha existido; también es cierto que los esfuerzos para la mitigación de la misma no parecen ser suficientes; entonces ¿qué es lo que imposibilita la mitigación?
¿Será que algunos modelos de crianza que se perpetúan al interior de las familias contribuyen a reforzar la pérdida de respeto por la integridad del otro?, también amerita preguntarnos cuál es el rol de los medios de comunicación y las redes sociales en esta problemática. ¿Será que algunos medios de información o redes sociales que los niños y jóvenes consumen constantemente también han contribuido a la normalización de conductas antisociales? ¿Contribuirán las redes sociales y los canales de comunicación a banalizar los valores y a cultivar terrenos donde se siembren los antivalores?
Vale la pena recordar que los niños y jóvenes están en constante aprendizaje y que el cerebro humano llega a su madurez cuando las personas alcanzan aproximadamente los 25 años de edad. Esto nos lleva a pensar que los aprendizajes e informaciones que se obtengan en esas etapas de la vida forman la personalidad de nuestros hijos. Por eso el contacto temprano con la violencia dentro del hogar; bien sea como testigo o víctima puede marcar el comienzo de un patrón de vida en el que se emplea y legitima la violencia para solucionar conflictos.
Es recurrente que los niños que viven en hogares donde se presenta violencia al interior de estos, son muy vulnerables al estrés, muchas veces llegan a sentirse culpables de lo que está pasando. Suelen reaccionar con síntomas de depresión o ansiedad y algunos se vuelven agresivos. Frecuentemente experimentan vergüenza y no hablan de la situación porque no quieren ser desleales a sus padres. Estas tensiones pueden tener consecuencias en el rendimiento escolar o con sus amigos, situaciones que recargan aún más, la ya deteriorada dinámica familiar.
Retornando al plano de la mujer víctima de violencia, es primordial recordar que muchas de estas mujeres al contrario de lo que muchos familiares o conocidos creen, por lo general suelen estar agotadas emocionalmente, aburridas, preocupadas, con una autoestima muy baja y con muchos sentimientos de culpa y vergüenza. No es que no quieran dejar esa mala vida que llevan, la verdad es que muchas de ellas han intentado reiteradas veces escapar de esas relaciones malsanas y dañinas, pero no han logrado salir de allí. Tampoco es así que ellas sean masoquistas y disfruten de esa vida… lo que sucede es que están lesionadas, rotas en el interior de ellas, tienen miedo, viven en constante negación como mecanismo de supervivencia; y algunas de ellas son dependientes económica o emocionalmente.
Por eso es necesario ver la violencia doméstica desde una perspectiva más colaborativa y si somos testigos de que alguien que nosotros conocemos, está viviendo este problema, debemos ayudarla a entender lo que está pasando, a que no trivialice lo sucedido. No es solamente un golpe, un insulto o una forcejeada, es maltrato… es violencia doméstica.
Decidámonos a prestarle ayuda a estas mujeres, atrevámonos a preguntarles sobre su situación, trasmitámosles que no lo hacemos por entrometernos en la vida de ellas, por juzgar o por “chismosear”, digámosles que queremos ayudarlas.
Motivémoslas a que hagan un cambio en su vida. Pero para esto recordemos ayudarlas a mirar las ventajas o desventajas de ese cambio. No entremos en argumentaciones innecesarias, el riesgo es que caigamos en un duelo de palabras y perdamos la oportunidad de sembrar una semilla de esperanza.
En la violencia doméstica es algo muy común la resistencia y ambivalencia al cambio, estos dos componentes son ocasionados por el miedo a experimentar aún más maltrato si se denuncia o si se deja a la pareja, también por temor a perder su vida, los apoyos económicos o al “qué dirán”, por eso busquemos un diálogo que inspire confianza y empatía a la persona en la situación vulnerable.
Pero definitivamente lo más importante de todo es motivar a estas mujeres a buscar ayuda profesional, que hablen con algún familiar de confianza, con un amigo o amiga, con un compadre o comadre o con un compañero de trabajo. Es fundamental hacerlas entender que no se queden calladas. Motivarlas a que contacten a la Comisaría de Familia, o llamen a las líneas habilitadas de la Fiscalía General de la Nación, la Policía Nacional, la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer o la Defensoría del Pueblo para recibir orientación profesional, atención y protección.
Todo esto para que no pierdan las esperanzas, no se sientan solas y saquen fuerzas para poder liberarse de esa cárcel psicológica que están viviendo, reconstruirse y que las que tienen hijos puedan liberar a estos también de ese entorno destructivo.