Alfonso Cuellar

OPINIÓN

Relaciones Trumpadas

Hay indicios serios de que hay intervención colombiana a favor de Trump. No necesariamente desde la Casa de Nariño. Pero no importa.

Alfonso Cuéllar
3 de octubre de 2020

El mayor mito de las relaciones de Estados Unidos y Colombia es que son bipartidistas. Fue un cuento que escuchamos hace 20 años y se convirtió en verdad de tanto repetirlo. En realidad, la situación es mucho más compleja. Siempre ha habido demócratas y republicanos que no le jalan a Colombia. No es fácil convencer a los congresistas de apoyar a nuestro país. Sin embargo, con el Plan Colombia sucedió y hubo un fuerte respaldo de republicanos y ciertos sectores demócratas, incluyendo al exvicepresidente y hoy candidato presidencial Joe Biden.

Hace 20 años el narcotráfico tenía agobiado a Colombia. Y ese mensaje llegó a Washington. Había que ayudar al Gobierno colombiano para hacerle frente a una posible derrota. El Plan Colombia fue escrito en inglés como prueba de su origen estadounidense. Fue exitoso: se redujeron los cultivos de coca y se fortaleció a la fuerza pública.

No hay ningún programa de política exterior tan exitoso en Washington. Ninguno. Por eso, es habitual oír discursos de ambos lados elogiando el plan. Ahora bien, la realidad es más gris. Los republicanos destacan la caída de los cultivos, independientemente de si de verdad impactó la demanda y el consumo. Los demócratas hacen referencia al acuerdo de paz, porque el plan ayudó a llevar a las Farc a negociar. Son dos posturas muy diferentes. Cuando volvieron en alza los cultivos, a partir de 2015, se rompió el consenso bipartidista. Con la elección de Donald Trump en noviembre de 2016, se agravó la división.

A Trump no le interesa Colombia; por él, no enviaría más ayuda. Es evidente su desdén; ha buscado cada año que se reduzca el monto. Ha sido el Congreso el que se ha opuesto. Colombia recibe anualmente 400 millones de dólares gracias al Legislativo, no al Ejecutivo. El Gobierno de Iván Duque debería agradecer a los congresistas, no a ese Gobierno. Y en el último año y medio, han sido los demócratas quienes mantienen la fidelidad a Colombia. Ese apoyo cambiante –de los demócratas o los republicanos– obliga a tener una embajada flexible. No se pueden meter los huevos a un solo canasto. Por eso producen tanto resquemor las señales que indicarían que Duque escogió un lado.

El Gobierno colombiano lo niega. El viernes 25 de septiembre el presidente Duque reiteró la política bipartidista y contestó: “El que las hace se las imagina”. La afirmación tenía nombre propio: el nobel de paz y expresidente Juan Manuel Santos. Santos había manifestado que, según sus fuentes de Washington, el Gobierno colombiano estaba ayudando a Trump. El problema para Duque no es solo Santos; otros de la campaña de Biden piensan lo mismo. En una columna de opinión de Semana.com, Dan Restrepo, el principal asesor de América Latina del expresidente Barack Obama, recomendó: “¡Dejen de meterse en la contienda electoral en los Estados Unidos!”, refiriéndose al Gobierno colombiano.

Es un hecho sin precedentes. Nunca una campaña se veía obligada a comunicarse de esta manera. Recoge un malestar vigente. Juan González, el asesor de América Latina de Biden y futuro alto funcionario, retuiteó el artículo. Restrepo y González tienen otra cosa en común: son colombianos.

El escrito de Restrepo es grave. Dice que “la presencia colombiana en el escenario electoral estadounidense ya es notable, como la molestia que está creando en ciertos círculos en Estados Unidos”. Y agrega: “Quienes están tratando de mezclar la política electoral de los dos países deben reconocer que están cometiendo un grave error y están poniendo en peligro la relación privilegiada que ha sido la relación bilateral entre Estados Unidos y Colombia”.

La columna advierte sobre el peligro de “dar respaldos públicos a políticos locales y nacionales (siempre otorgados por el mismo partido colombiano a candidatos del mismo partido estadounidense) en Miami”. En otras palabras, del Centro Democrático al partido Republicano. Las consecuencias para Colombia serían serias, y las “consecuencias severas, especialmente en el Congreso estadounidense”, concluye el escrito.

En otro medio de la Florida, el periodista Tim Padgett pregunta si “Colombia está interfiriendo en las elecciones de Estados Unidos”. Alega que políticos conservadores colombianos (del Centro Democrático) están vendiendo a un Biden clon de dictadores latinoamericanos como Hugo Chávez. Es evidente que no es un cuento santista.

Hay indicios serios de que hay intervención colombiana a favor de Trump. No necesariamente desde la Casa de Nariño. Pero no importa. Los asesores de Biden lo ven así y es suficiente. Tampoco ayudan las recientes frases de Trump. Dijo, en un evento republicano en la Florida, que “esa administración también negoció el terrible acuerdo Obama-Biden-Santos que se rindió ante los narcos y permitió que las drogas ilícitas se dispararan”. Hubo silencio oficial.

Nadie de la administración Duque salió a defender el acuerdo. Extraña actitud, ya que, internacionalmente, está comprometido con sacar el acuerdo adelante. El domingo 27 de septiembre el Gobierno aplaudió la decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de prorrogar por un año más la Misión de Verificación del acuerdo.

La canciller Claudia Blum afirmó que dicha resolución “se constituye en un nuevo respaldo y voto de confianza de la comunidad internacional, y en particular del Consejo de Seguridad de la ONU, en la implementación de la política Paz con Legalidad”. Evidentemente, existe una contradicción: paz en el exterior, guerra en casa. Pero la dualidad no funciona para siempre; algo se tiene que romper.

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