OPINIÓN

1917: Brillo y tiniebla

Ningún ropaje o relato podrá ocultar las infamias del capitalismo. El comunismo, sin duda, también tiene su historial de yerros.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
10 de noviembre de 2017

El reno, con su aparatosa cornamenta, eleva la mirada a los cielos. Observa a la flotilla de bombarderos alemanes que descargan todo su poder de destrucción contra Múrmansk, el puerto soviético sobre el Ártico. Allí, bajo el despiadado hielo polar, estaba el corresponsal de guerra Yevgeny Khaldei con su cámara Leika “mejorando la verdad”. La verdad era que, en la Segunda Guerra, millones de comunistas soviéticos entregaban su vida para liberar a las naciones ocupadas por la bestia del nazismo. En las paredes interiores del Bundestag (Parlamento Alemán) aún se conservan los grafitis dejados por los soldados del Ejército Rojo que liberaron a Berlin en la primavera del 45. Es una buena manera de conservar la memoria.

Al conmemorarse los 100 años de la Revolución de Octubre se ha vuelto común escribir sobre los males del comunismo pero se ignora el enciclopédico prontuario homicida del capitalismo. El capitalismo, como escribió Marx, llegó al mundo “chorreando sangre y lodo por todos su poros”. El capitalismo cortó, literalmente, cabezas de monarcas. El capitalismo, guiado por Robespierre, guillotinó a sus principales celebridades. El capitalismo, como rezan los archivos desclasificados de la CIA, instigó asesinatos políticos y golpes de Estado sangrientos en Asia, África y América Latina. El 1 por ciento de capitalistas, explicaban los miembros del movimiento Occupy Wall Street, explotan al 99 por ciento de los habitantes del planeta. Ningún ropaje o relato podrá ocultar las infamias del capitalismo. El comunismo, sin duda, también tiene su historial de yerros.

En el curso de la humanidad pocas veces se ha juntado tanta genialidad política como ocurrió en Rusia en 1917. Lenin, Trotsky, Inessa Armand, Mártov, Alexandra Kollontái, Bujarin, Sverdlov, Kámenev, Nadezhda Krúpskaya y un largo etcétera de mujeres y hombres que podían expresar sus ideas en varias lenguas sin perder la coherencia. Líderes formados en la acción, la clandestinidad, la prisión y el destierro. Nada que ver con estos tiempos en los que la mayoría de los liderazgos se cuajan en los laboratorios de marketing.

Pienso que Lenin fue el mayor genio político del siglo XX. Cuando los principales líderes mundiales se dejaban llevar por la retórica nacionalista, Lenin fue el único político europeo que se opuso rotundamente a la guerra. Rebatió la retórica bélica que luego costó la vida a millones de soldados en las trincheras de Europa durante la Primera Guerra. Es raro encontrar en la Historia a personajes que, en un solo cuerpo, puedan juntar tantas cualidades como sucedió con Lenin: oratoria, organización, liderazgo, teoría, coraje, visión, sencillez, camaradería y comprensión hacia sus oponentes ideológicos.

Pan, Tierra y Paz, fue la oferta de los bolcheviques al pueblo ruso. Con este programa básico movilizaron a millones de campesinos y soldados e hicieron una revolución que por sus consecuencias económicas, políticas y sociales fue superior a las alcanzadas por la Revolución Francesa. La libertad, la democracia, los derechos de los trabajadores y la liberación femenina, como se entienden hoy día, germinaron en la Revolución de Octubre. Salvo la religión, ninguna idea ha motivado y llevado a la lucha a millones de habitantes del planeta, como la Revolución Rusa.

Mao, Tito, Mandela, Ho Chi Minh, Fidel fueron algunos de los líderes del siglo XX que cambiaron el curso de la Historia, influenciados por los ideales comunistas. Rosa Luxemburgo, María Cano, Dolores Ibárruri, Frida Khalo y Angela Davis, fueron o son mujeres, marcadas por las ideas del comunismo que inspiran a millones. La Revolución de Octubre no fue un mito, sino una realidad que alteró el mapa político mundial y creó una atmósfera moral y estética en la que creyeron intelectuales, artistas, científicos y millones de hombres y mujeres de todos los confines de la tierra.

La Revolución Rusa, sin embargo, se ensombreció cuando Stalin -un personaje con luces y sombras- se hizo con el poder absoluto del comunismo soviético, devoró a los cuadros que hicieron posible Octubre y llevó a la Unión Soviética por una deriva totalitaria que afectó por igual a todo el movimiento comunista internacional. Pocas voces lo advirtieron, entre ellas la de Antonio Gramsci, quien a puño y letra sentenció en 1926: “Hoy estáis destruyendo vuestra propia obra”.

No se puede vivir e intentar cambiar el mundo a través de la nostalgia, tal como lo hace buena parte de la ortodoxia comunista. Pero también es una ilusión creer que el mundo se puede cambiar con el solo hecho de fijar un póster de Marx en la habitación, tatuarse un “Che” en los hombros, llevar un pañuelo palestino en el cuello o hacerse un selfie en la tumba de Marx. Quizá se puedan cambiar algunas cosas en el mundo de hoy, rescatando de las ruinas las conquistas políticas y sociales alcanzadas por los revolucionarios en el pasado, para juntarlas con los entusiasmos de este siglo.

Recomiendo, en estos tiempos rematadamente visuales, una trilogía cinematográfica para tomarle el gusto al pasado, acabar de entender las cosas de ahora y divertirse un poco. Para los nostálgicos sugiero Octubre, la mítica cinta de Serguéi Eisenstein realizada en 1928. Para los que desean algo de inspiración a la hora de enfrentar al capitalismo en su forma fascista, estaría bien Novecento (1976) dirigida por Bernardo Bertolucci e interpretada por Robert De Niro y Gerard Depardieu. Para los viejos y nuevos no estaría mal repetir a Bertolucci, con la cinta Soñadores (The Dreamers, 2003).

En Soñadores, Matthew, Isabelle y Theo, tres bellísimos jóvenes, practican el sexo puro y libre en un apartamento de Saint Germain, ante la mirada de Mao y Lenin que, en forma de pequeños bustos de yeso, reposan sobre el tocador. Por las ventanas del apartamento penetran los gritos de la calle, lugar en los que la gendarmería carga contra los estudiantes de Mayo. Matthew, hace una pausa y dice a sus compañeros de sexo: “Ahí afuera está pasando algo que podría ser muy importante, algo que podría cambiar las cosas”. La calle, Viejo Topo, ha entrado por la ventana.

* Escritor y analista político
En Twitter: @Yezid_Ar_D
Blog: En el puente: a las seis es la cita

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