Opinión
Salvador del mundo
En la cumbre climática realizada en Egipto, nuestro presidente se propuso asumir el liderazgo del planeta para evitar su extinción.
Petro señaló lo que es un lugar común: que el cambio climático es un problema planetario de excepcional gravedad. Como considera que las políticas adelantadas han fracasado, propuso una idea interesante: la creación de un fondo mundial para preservar la Amazonía, idea que respaldamos, así sea poco creíble la cuantiosa oferta de recursos anunciada para nutrirlo. Dado que gasta a diario sumas ingentes vía Twitter, habrá que esperar la materialización de esas promesas en el Plan Nacional de Desarrollo y en los presupuestos de las próximas vigencias. Y a que Brasil fije su posición; sin duda, Lula mira con simpatía a Petro, pero no le cederá un liderazgo que a su país pertenece. El 65 % de la cuenca amazónica se encuentra en su territorio. Menos aún, como ya lo ha señalado, lo acompañará en su extremismo contra la producción de hidrocarburos.
En el tono elevado de un profeta bíblico, nuestro presidente convocó a la humanidad a movilizarse, “con o sin permiso de los gobiernos” y, en todo caso, sin “el acuerdo de tecnócratas influidos por los intereses de las empresas del carbón y el petróleo”.
En ambiciones delirantes como esa no tuvieron éxito ni Jesús de Nazaret ni Mahoma, tampoco Alejandro Magno ni Gengis Kan, que tenían buenas credenciales, quizá mejores... El insulto generalizado a los técnicos, es decir, a los expertos, es injusto, pero no sorprende; son “el enemigo interno” del que ha hablado en el plano doméstico.
Dijo nuestro mandatario que “el mercado no es el mecanismo principal para superar la crisis climática. Es el mercado y la acumulación de capital (sic) quien la produjo y no serán jamás su remedio”. La verdad es que la causa del calentamiento global es un gran salto en el progreso de la humanidad: la invención, a fines en el siglo XVIII, de máquinas idóneas para usar la energía derivada del vapor de agua, el carbón, y, luego, los hidrocarburos, en la producción de cosas útiles. Estas innovaciones tecnológicas hicieron posible la industrialización, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza en todo el planeta. Igualmente dieron auge al crecimiento poblacional, al deterioro ambiental y a la desigualdad en el ingreso. Dos caras, una sola moneda.
La homilía petrista es falaz: atribuye al mercado la condición de fuente del problema, cuando no es más que un instrumento, conocido desde los albores de la civilización, para facilitar el intercambio de bienes y servicios. La acumulación de capital, que le parece funesta, es el factor que ha hecho posible satisfacer las necesidades crecientes de millones de personas. Por el contrario, la insuficiencia y baja calidad del modo de producción socialista explica el colapso de la Unión Soviética y sus continuadores.
En un inesperado giro en su sermón egipcio, y por razones que no expresó, el mandatario colombiano relegó a las tinieblas exteriores tanto a la Organización Mundial de Comercio como al Fondo Monetario Internacional. Aquella, como se recordará, busca facilitar los flujos de comercio e inversión entre los países miembros -que son casi todos- mediante reglas que generen transparencia y equidad. Su creación fue un gran avance para evitar que el pez grande se coma al chico.
El FMI apoya con crédito y asesoría técnica a los países cuando tienen dificultades para servir sus pasivos externos. Si no existiera, las crisis financieras tendrían consecuencias gravísimas para el común de la gente, aquella que no sabe, ni necesita saberlo, que, a veces, con ayuda del FMI hay dinero para comprar el pan de cada día. Para nosotros su respaldo ha sido una especie de llanta de repuesto (expresión de Juan Camilo Restrepo cuando fue ministro de Hacienda) que nos ha permitido sortear situaciones difíciles. ¿Qué cara le pondrán sus funcionarios a nuestro gobierno cuando acuda a renegociar sus líneas de crédito?
La penitencia que Petro quiere aplicar al Fondo por sus hipotéticos pecados consiste en exigirle un ambicioso programa de canje de deuda por inversión en programas de mitigación del cambio climático en los países en desarrollo. Suena espectacular en una arenga dirigida a las primeras líneas. Aunque ignora que las entidades financieras no prestan su capital sino que lo usan como garantía para endeudarse y, con esos recursos, realizar su tarea. De modo que si condonan los préstamos, todos o en una proporción elevada, quiebran y, a lo sumo, sus fondos propios les alcanzarán para atender sus deudas. (Por eso, presidente, no se pudieron condonar masivamente los créditos de Icetex como usted lo prometió en la campaña).
Según Petro, ha llegado la “hora de desvalorizar la economía de los hidrocarburos con fechas definidas para su final”. Ningún país del mundo la acogerá, así todos se muevan en esa dirección. La transición energética ya está en camino. Se están construyendo plantas eólicas y solares en muchas partes del planeta. La electrificación del transporte será realidad muy pronto. La investigación sobre las posibilidades de usar el hidrógeno como energético avanzan con rapidez. La energía nuclear podría tener una segunda oportunidad.
Europa necesita, por razones de seguridad nacional, sustituir a Rusia como proveedor de gas. Los países árabes se preparan para el final del ciclo, pero explotarán hasta dónde puedan sus reservas de crudo. En este continente, Estados Unidos está incrementando su producción de petróleo. México y Brasil siguen una política parecida. Venezuela está ávida de poder recuperar su industria petrolera. Si Argentina tuviera los recursos -si los inversionistas le creyeran- desarrollaría su yacimiento de Vaca Muerta. Cuba, que soporta un déficit energético estructural, necesita que los precios de la energía bajen; subirían si se impone la prematura propuesta petrista.
El evangelio presidencial pudo pasar desapercibido en el vasto recinto eclesial en el que fue pronunciado, pero no lo fue por aquellos tipos que, como es usual, se quedan rezongando en el atrio. Me refiero a los inversionistas que nos interesa atraer para que no se vayan o retornen a Colombia. Conjeturo que no les gustó.
Briznas poéticas. De Gustavo Adolfo Garcés: “La idea era / beber un poco / ponernos alegres / pero nos emborrachamos / en exceso / y lo que hicimos / fue tener una opinión / demasiado buena / de nosotros mismos”.