OPINIÓN
Sanguijuelas
Lo habitual es que empleen puño de hierro para responsabilizar a Duque de la violencia y reserven el guante blanco para los elenos
No termino de entender qué diablos quieren negociar ni con quién. ¿Será que sueñan con su propio Premio Nobel? Porque no tiene sentido volver a la cantaleta del proceso de paz con el ELN si lo único que uno encuentra en Arauca, Norte de Santander, Cauca y Chocó, por citar solo cuatro departamentos donde tienen presencia, es una banda de sanguijuelas dedicada al bandidaje. Chupan la sangre de la gente que trabaja vía extorsiones y secuestros; reclutan niños para engordar la tropa y someterlos a una existencia infernal; trafican cocaína, negocian oro ilegal, devastan la naturaleza, roban el erario y corrompen autoridades locales.
Y encima Iván Cepeda y Álvaro Leyva, con el aplauso de De la Calle, siguen empeñados en que nos traguemos el sapazo de que los elenos son abnegados luchadores de la causa revolucionaria y merecen trato de dignatarios.
Imaginen sentarse a conversar otra vez, de tú a tú, con personajes tipo alias Danilo y alias Martha, candidatos, como el resto de jefes del ELN, a ocupar una curul. No hay duda de que el citado triunvirato confía en obligar al Gobierno Duque, a golpe de protesta callejera (y ahora una tutela), a reiniciar otra absolución colectiva de capos guerrilleros.
Como muchos no lo conocerán, solo indicar que Danilo, costeño de unos 40 años, la mitad de ellos en las filas del ELN y casi siempre en Chocó, donde lidera el Frente Resistencia Cimarrón, estuvo a punto de que lo degradaran otros comandantes por violador de menores de edad de ambos sexos.
Narco de mente, corazón y chequera, forja alianzas con los Pachelis, con carteles mexicanos y otras mafias. Avaro insaciable, asesina a compradores de coca para robarlos. Pero cuenta con el inquebrantable respaldo de la veterana Martha, todo un ícono entre guerrilleros jóvenes y quien sabe si futura senadora. Esa barranquillera de 46 años, madre de dos hijos y un cuarto de siglo enfusilada, decidió cobijarlo bajo su ala y declararlo intocable. Es consciente de que el ELN vive de la cocaína y no puede prescindir de sus mejores capos, así Danilo sea un depravado.
Y Martha, que es todo menos boba, sabe que el día que se sienten en La Habana su protegido no tiene de qué preocuparse. La ley que obligaría a los comandantes violadores a comparecer ante la justicia ordinaria pronto será letra muerta. Desvirgar niñas, para la mayoría en las Cámaras legislativas y los tres arriba señalados, es un acto de rebeldía y hay que perdonarlo. Por tanto, mientras luzcan brazalete rojo y negro están a salvo.
También Danilo fue el responsable del secuestro del candidato a la alcaldía del Alto Baudó, Tulio Mosquera, antes de los comicios, por el que pide un platal para liberarlo.
¿Me podrían anticipar el senador Cepeda, el ex candidato presidencial De la Calle y el señor Leyva con qué ropaje político revestirán a semejantes personajes? ¿Qué hazañas realizaron para otorgarles el privilegio de negociar la agenda política con un gobierno democrático?
Y esos dos subversivos no son los peores, los hay más sanguinarios. Decidí contar algo de sus vidas al considerar que debemos dejar de hablar en abstracto, y poner rostro y prontuario a quienes pretenden entregar curules, camionetas, escoltas y privilegios, a sabiendas de que dejarán disidencias en el territorio. Porque el plan estratégico a diez años que diseñó el ELN en 2016 nada tiene que ver con ideales políticos y pacifistas. Solo buscan fortalecerse en Chocó y extender sus tentáculos hacia Antioquia para adueñarse del lucrativo negocio de la cocaína, el mismo que pretenden las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, disidencias de las extintas AUC.
La única diferencia entre las dos organizaciones criminales es que el ELN siembra minas alrededor de los caseríos y utiliza el secuestro para sacar más plata. Además de Mosquera, tienen en sus garras a Freddy Rangel, 17 meses cautivo; a Diana Toro, madre de tres hijos, secuestrada desde hace 13 meses; a Octavio Sánchez y Gerardo Parra.
¿Alguien escuchó a Cepeda, Leyva o De la Calle exigir en tono duro la libertad de todos ellos, con nombres y apellidos, y repudiar que criminales desalmados pongan precio a la libertad y la vida de inocentes?
Lo habitual es que empleen puño de hierro para responsabilizar a Duque de la violencia y reserven el guante de seda para los elenos. Nunca una definición real, solo eufemismos que no los ofendan: no son delincuentes sino rebeldes, no secuestran sino retienen, no son depravados sino actores de la guerra.
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Lo que hay que pedirle a Duque es que no negocie y más bien emprenda un intensivo y atractivo programa de deserción de guerrilleros. Y otro, más imaginativo, de prevención del reclutamiento.
NOTA: ¿Qué habló Pastor Alape con alias Martha cuando desmovilizó el frente 57 de las Farc? ¿Inconfesable?