OPINIÓN
Sara Sofía Galván: un caso para estrenar la cadena perpetua en Colombia
Lo más probable es que esta historia de horror no tenga un final feliz. De confirmarse el asesinato de Sara Sofía Galván, Colombia ya tiene dos firmes candidatos para la prisión perpetua.
Escribo estas palabras desde el más profundo dolor.
De confirmarse lo peor, Carolina Galván y Nilson Díaz deben convertirse en los primeros en ser cobijados por la pena de prisión perpetua para asesinos y violadores de niños en Colombia. Lo afirmo con contundencia ante la propia confesión de la señora Galván, madre de la pequeña Sara Sofía, quien declaró ante las autoridades que la menor había fallecido en extrañas circunstancias y que su cuerpo fue arrojado por ella mismo al río Tunjuelito.
Todo lo anterior apunta a un vil asesinato, pues una muerte de causas naturales no implica comportamientos como intentar desaparecer un cuerpo, como si de eliminar las evidencias de un delito se tratase.
Si creemos en su propio testimonio, en el momento en el que Carolina Galván estaba arrojando el cadáver de su propia hija a un contaminado río de Bogotá, estaba cumpliendo lo peor de la especie humana: la única capaz de eliminar a sus propios hijos de manera consciente, sin apego ni amor, con toda la brutalidad de la que ni siquiera son capaces las peores bestias. Personas como Carolina Galván son culpables del peor delito, y es el de volverse contra todo instinto moral y hasta biológico, con la frialdad más pasmosa, para atentar contra los seres más valiosos y vulnerables del universo: los niños y niñas.
Es doloroso incluso escribirlo. Doloroso pensar que una madre no atienda las voces de dolor de su pequeña hija; doloroso saber que nunca la amó, que siempre descuidó su atención, que nunca estuvo pendiente de su crecimiento y que su muerte fue tan insignificante que hasta se pudo deshacer del cuerpo de un angelito, sumergiéndolo en las peores aguas de la ciudad, como si de un atado de basura se tratase.
Aquí el alma dice “¡Basta!” y pide no ahondar en los detalles para no rayar en el sensacionalismo. Hay temas tan fuertes que el ser humano debe callar ante ellos, decían los teóricos de los campos de concentración y el horror que dentro de ellos se desarrolló. Este es un caso similar, pues si uno se detiene a ver cada elemento del drama, cada testimonio, cada foto, todo sobrecoge, todo impone su inhumanidad, todo nos exige silencio.
¿Qué tiene en la cabeza alguien como Carolina Galván? Las versiones menos agresivas del relato dicen que vendió a su pequeña hija. Sería el destino menos grave para esta menor, pero no deja de ser ruin y repugnante igualar la sagrada vida de una niña a mercancía. Las peores versiones hablan de asesinato y desaparición, como si en nuestra propia sociedad conviviéramos con criminales de guerra. Desde donde se mire, este caso produce escalofríos.
Lo que esperamos todos los colombianos es que la pequeña Sara Sofía aparezca sana y salva. También, que todo aquel que atenta contra la vida de nuestros niños y niñas sea sometido de inmediato, sin mediación ni beneficio, a la cadena perpetua, tal como ya está aprobado por nuestro Congreso de la República. El mensaje a enviar debe ser contundente: quienes asesinen o violen a nuestra niñez no deben tener derecho a volver a ver la luz del sol en libertad.
Sara Sofía llegó hace 23 meses a este mundo. Como todos nosotros, pasar por esa tierna edad solo exige amor y cuidado. Como sociedad somos inviables si no somos capaces de garantizar los derechos de la niñez. En ese sentido, destaco la celeridad de la Fiscalía, que ya imputó cargos por desaparición forzosa a Carolina Galván y Nilson Díaz, pero también recojo el fuerte reclamo de nuestra sociedad cuando clama por medidas más fuertes por parte de las autoridades para disuadir a los criminales que atentan contra la niñez.
Toda nuestra esperanza está puesta en que Carolina Galván solo sea una persona mentirosa respecto a lo que dijo. Su historia tampoco ha sido fácil. Incluso fue hallada por las autoridades en un local dedicado a la prostitución en el sector más peligroso de Bogotá. Lo único cierto, en todo caso, es que debió seguir las rutas de atención para poderle brindar el cuidado necesario a Sara Sofía. En lo anterior, también debemos cuestionar el papel del ICBF.
Sin embargo, lo más probable es que esta historia de horror no tenga un final feliz. De confirmarse el asesinato de Sara Sofía Galván, Colombia ya tiene dos firmes candidatos para la prisión perpetua.