Opinión
¿Será que Colombia está desangelada?
En medio de promesas en las que muy pocos creen, nuestra juventud se levanta en medio de la corrupción y la violencia.
Mientras que las agencias de noticias difunden cotidianamente la muerte de personas por locos y fanáticos en los Estados Unidos, llenando de estupor al mundo, aquí todos los días se suceden masacres, asesinatos y secuestros en Bogotá, en el Cauca, en el Chocó, en Barranquilla o en cualquier parte del país sin que nadie se inmute.
Igualmente, en Colombia desde hace mucho tiempo es conocido el ingreso a las campañas políticas de dineros procedentes del narcotráfico, así como de sobornos a todos los niveles, que tienen a exmandatarios de varios países en la cárcel. Ya, para construir el tramo de un andén en un corregimiento lejano, “el maestro” debe pasarle una “comisión” al contratante.
Además, en muchos asaltos y episodios de tráfico de drogas en diferentes partes del mundo, siempre está envuelto, al menos, un colombiano. Para completar, luego del macabro asesinato del presidente de Haití, perpetrado por mercenarios colombianos y el del candidato ecuatoriano a la presidencia, también por sicarios colombianos, uno de ellos de 18 años, no quedamos con la mejor imagen ante el mundo.
Parecería que estamos ante una situación que trae a la memoria los discursos de Jorge Eliecer Gaitán, cuando clamaba “por la restauración moral de la República”, ante la grave condición por la que atravesaba el país. Con eso recordamos con frecuencia el lindo bambuco de Eugenio Arellano en que se preguntaba: “¿Qué le estará pasando a nuestro país?”, compuesto en 1989.
Tendencias
Naturalmente, que todo esto se refleja en el exterior y tarde o temprano le pasarán la cuenta a los colombianos y al país. No es suficiente el brillante desempeño de la Selección femenina de futbol, para tener una pequeña tregua en la tensión cotidiana.
Parece increíble que el recurso para hacer “pronta y cumplida justicia” en un país como el nuestro, del que fue fundador el egregio “Hombre de las Leyes”, sea extraditar a los delincuentes a los Estados Unidos para ser juzgados, ya que de otra manera los delitos quedan impunes y, en el mejor de los casos, los responsables quedan en breve término en libertad, para seguir en sus actividades y cobrar venganzas.
Con preocupación se observa el futuro nacional cuando nuestra juventud está cotidianamente rodeada de hechos de sangre y corrupción, así como de la desesperanza y la intolerancia.
¿Existirá alguna fórmula salvadora o simplemente es que nuestro país está desangelado? Si es así, debemos de inmediato renovar la consagración al Sagrado Corazón, como sucedió en 1902, con ocasión de la Guerra de los Mil Días. De pronto así…
Julio Londoño Paredes*, decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.