OPINIÓN

Sí se puede

El presidente Duque y los demás mandatarios regionales están haciendo la tarea muy bien y estamos seguros de que sacarán adelante el país entero.

Marco Tulio Gutiérrez Morad, Marco Tulio Gutiérrez Morad
18 de mayo de 2020

Quiero iniciar con una elemental y apenas natural reflexión que se asoma como corolario de los complejos momentos de apremio que nos ha dejado la emergencia sanitaria ocasionada por la covid-19, que de manera inédita nos ha confinado por más de dos meses en nuestros hogares, y que valga la pena decirlo; a hoy, no es claro o preciso su tiempo de duración o prolongación temporal, sin embargo en medio de todo este acervo de anormalidades quiero referirme a los enormes desafíos que van más allá de los naturales cambios que como sociedad debemos irremediablemente asumir y codificar al interior de nuestras vidas, voy más allá, voy precisamente a una nueva configuración de los deberes conmutativos entre el Estado y los administrados, la compleja ecuación que desde la revolución francesa bajo la óptica del contrato social, de Rousseau que ha gobernado nuestros sistemas legales, concepción en la que la libertad ciudadana ha de ser coadministrada mediante las prerrogativas del poder público, para que precisamente como consecuencia de la mentada cesión de libertades al Estado, este, como garante de todos los ciudadanos tenga un fundamento por un lado prohibitivo, con naturales efectos sancionatorios o punitivos y por el otro un sustento democrático de legitima confianza para cimentar la base de una vida armoniosa en sociedad, sin embargo, estos incuestionables dogmas filosóficos que han cimentado el Estado Social de Derecho, indudablemente entraron también en una clarísima crisis. Nada más complejo y difícil para nuestros gobernantes, pensadores, académicos y legisladores que buscar depurar una situación como la que padecemos en este momento, con un necesario debate sobre la inaplazable categorización de derechos; ¿cuál derecho puede prevalecer sobro el otro?, ¿la salud publica sobre los derechos económicos? ¿si no son las patologías asociadas con la covid-19 las que matan, será acaso la inanición por la gente que realmente no tiene como conseguir para satisfacer sus mínimos vitales?

Es claro que hoy en día la salud pública y en especial los deberes de autocuidado sanitario pasan a tener un protagonismo sin precedentes en nuestra historia como sociedad, de ahí que hablar de las libertades filosóficas del contractualismo hoy en día han de ser conciliadas con esta innegable y vanguardista realidad, la salubridad como elemento fundante de las libertades ciudadanas, hoy la vida en sociedad no puede ser siquiera imaginada como fue hace seis meses, hoy, somos todos un sofisticado circuito interconectado en donde cualquier irresponsabilidad o inconsecuencia, que traumatice el sistema puede generar fatídicos resultados, hoy sabemos que por más normal (o anormal) que parezca salir a la calle con un tapabocas y unos guantes, es un deber ciudadano, por más fastidioso que sea, pero nos acostumbramos a quitarnos los zapatos fuera de nuestras casas, a desinfectar todo tipo de bien que vayamos a consumir. Hoy más que nunca es deber replantear las políticas públicas en materia de mobiliario urbano, es momento de enfrentar de manera definitiva una problemática consuetudinaria en una ciudad de la dimensión de Bogotá, es menester acondicionar la ciudad y sus espacios públicos para permitir que la salud publica pase de un escenario etéreo e inmaterial a una verdadera órbita de protección, Bogotá clama por baños públicos, por dispensadores de geles antibacteriales al alcance de todos los ciudadanos, por una reestructuración de los hábitos en materia de salubridad pública.

El día en el que logremos priorizar estas elementales condiciones la gente entenderá que el Estado ha puesto por encima de otros intereses el de la salvaguarda de la salud pública, garantía que si se encuentra satisfecha es el vehículo natural para que las otras prerrogativas fundamentales se desarrollen, es claro, que nuestra vida como sociedad depende de las condiciones propias del mercado, de hecho, nuestro sistema ha demostrado ser el menos malo, parafraseando a Winston Churchill, sin embargo la efectividad del sistema capitalista depende inexorablemente de una demanda, pero en el caso en que los ciudadanos que componen y estructuran esta ecuación de  necesidad del mercado han perecido a causa de un brote pandémico, el sistema económico también estará llamado a su deceso.

Mi reflexión no va ligada a perpetrar más de lo necesario el confinamiento, pues mejor que nadie conozco las nefastas consecuencias que han traído estos meses para los más necesitados, que indiscutiblemente siempre, ante cualquier vicisitud son los primeros en sufrir y en vivir en carne propia las dimensiones de la tragedia, lustradores de calzado, empleadas domésticas, caddies de golfo o de tenis, deportistas en formación, en fin, todo un catalogo de cotidianos actores de nuestra normalidad que viven del día a día y que la palabra ahorro, es solo una quimera, llevan viviendo angustias inconmensurables que además están encerradas en un interrogante temporal que solo se traduce en zozobra. Mi reflexión  va ligada precisamente con un aspecto adicional y es que llego el momento en que como sociedad, como ciudadanos aprendamos a vivir sobre este nuevo estatus de responsabilidad, en el que no hay espacio para la incultura o para las acciones primarias, estamos ante un mundo en el que desafortunadamente habrá que replantearse todo, no podemos esperar que sean los códigos Nacional de Policía, o el Penal, los que vayan a traernos la normalidad que durante años no hemos logrado con el rigor punitivo, es necesario que el transeúnte entienda de una vez por todas que si necesita ir al baño, no puede servirse de los árboles o de los postes, es fundamental que entendamos que los actos de vandalismo contra los lavamanos públicos ubicados en las estaciones de TransMilenio o el uso de tapabocas no son caprichos normativos adoptados por los gobernantes, sino que son actos ciudadanos, actos en los que se demuestra nuestro grado de civilización y preocupación para con nuestros adultos mayores y las  personas que pueden estar en altas condiciones de riesgo.

Tal vez son estas abruptas condiciones con las que quizás el ciudadano de a pie logre entender de una vez por todas que es el bien general el que debe prevalecer sobre el particular, tal vez llegó el momento de que como colombianos, entendamos que podemos construir en conjunto como sociedad y volvernos en ejemplo, tal vez llegó el momento en el que vamos a poder ver un sistema como el de TransMilenio funcionando guardándose distancias, con gente organizada, en donde en pro de la salud, podamos modificar nuestros hábitos, estoy seguro que ese “¡sí se puede!”, ese mismo que hizo célebre Belisario Betancur en su campaña de 1982, ese mismo que ambienta los partidos de fútbol de nuestra selección, puede tornarse en un cambio real de lo que somos como sociedad, de las responsabilidades que tenemos los unos con los otros, en especial ante una situación tan escalofriante como la que estamos afrontando en la que una sola persona infectada, gracias a las condiciones asintomáticas del virus, puede infectar a cientos de personas en un solo día sin siquiera percatarse.

Estoy seguro de que en vez de desgastarnos en el mensaje de alargar o no el tiempo de cuarentena, o de perpetuar el debate entre los efectos económicos y el conteo de muertos, es necesario que demos mensajes de contundencia sobre las responsabilidades en cada ciudadano, en cuanto a sus roles, ante sus obligaciones para que logremos de alguna manera empezar a convivir con esta dramática que realidad a la que estamos avocados a vivir durante estos días.

El presidente Duque y los demás mandatarios regionales están haciendo la tarea muy bien y estamos seguros sacarán adelante el país entero. Estas circunstancias que nos ha traído la covid-19 tienen que ser el principio de un hallazgo de una cultura ciudadana en la que todos seamos garantes de los derechos de todos los demás, por ello como colombiano, como ciudadano expreso a todo pulmón: ¡colombianos… sí se puede !!

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