OPINIÓN
Sindicalismo sí, pero no así
Es momento de cuestionar el verdadero alcance de las organizaciones sindicales en estos difíciles momentos, parece que en vez de estar sincronizados con los intereses de los trabajadores de a pie, están más interesados en la consigna de intereses particulares, casi un mes de paro nacional y poco o nada se oye de las propuestas sindicales.
En Colombia la acepción actual de los dirigentes sindicales está llamada a recoger, actualmente su visión solo contempla o se limita al odioso esquema de pedir y pedir sin reciprocidad alguna, sin que medie un real aporte a la clase trabajadora, donde desafortunadamente no existe realidad diferente a bloquear fútilmente al Estado y paralizar la producción, causando todos los efectos contrarios a la causa sindical que debe estructurarse sobre la base de producir garantías para el crecimiento del empleo y no para el detrimento de los sectores sociales más vulnerables. El sindicalismo en nuestro país se tornó en sinónimo de ineficacia, pero sobre todo de lejanía con la misma gente, basta con ver las erráticas decisiones que sin percatarse, le pasan cuenta de cobro al trabajador de a pie, que poco se beneficia de la causa sindical, no en vano que en Colombia solo se encuentre sindicalizado 4 % de los trabajadores del país, cifra dramáticamente alarmante, pues países en la región como Uruguay y Argentina tienen el 25 % y 35 % respectivamente.
En otros países, la solidez sindical parte de un supuesto apenas elemental; el derecho de asociación más allá de un derecho constitucional es un verdadero instrumento de progreso en cabeza de los trabajadores para los trabajadores, en donde las consignas sindicales obedecen al beneficio general sobre el particular, organizaciones que mediante la consigna de la negociación han obtenido beneficios culturales, académicos, en cobertura de salud y sobre todo en aspectos sociales, donde el protagonismo sindical hace parte del día a día de millones de familias en Europa o Norteamérica, en donde incluso los sindicatos se tornan en los titulares de importantes paquetes accionarios de diversas empresas.
El sindicalismo se originó como una apenas natural reacción de protección tendiente a mitigar las brutalidades que los trabajadores tenían que sortear durante la revolución industrial, pues para aquellas calendas, los empleadores explotaban a sus subalternos sin contemplación ni respeto por las garantías mínimas de dignidad humana, sometiendo a todo tipo de vejámenes y atrocidades, sin que existieran reglas claras en materia de remuneración, horario y respeto hacia el empleado, quienes debían desempeñar sus funciones en condiciones infrahumanas y lógicamente sin la posibilidad de acceder a servicios de cobertura de salud, de ahí que en las capitales industriales de Europa occidental, la expectativa de vida en los barrios o suburbios obreros no superaba los treinta años.
Con el advenimiento de los sindicatos, la lucha por la dignidad y la humanización del trabajo logró importantes consignas, las jornadas de trabajo, las vacaciones, la cobertura en salud, las ayudas financieras, los fondos educativos y de vivienda, la exclusión y regulación del trabajo infantil, en fin, garantías con las que hoy en día podemos contar, y que son apenas naturales en nuestro entendimiento actual de la vida en sociedad, fueron dramáticas victorias e invaluables gestas de una organización de trabajadores que avocó siempre por la dignidad del trabajo, de una organización que como si se tratase de un virus se esparció por todo el planeta, para lograr victorias inconmensurables, incluso en países como los nuestros que viven en carne propia la orfandad del desarrollo, han sido ajustados por las consignas sindicales.
El principio de nuestra vida profesional estuvo ligado directamente con estas organizaciones, en donde logramos desempeñarnos como defensores de los trabajadores de la CTC, en especial aquellos organizados en la industria de la madera en el Atrato, experiencia que nos dio la posibilidad de conocer de cerca el sindicalismo colombiano, que para aquel entonces estaba jugado por los intereses superiores de los trabajadores, y en donde logramos vitales consignas y en donde la vocación misma del trabajo sindical hacían gala de un desinteresado y profundo compromiso con la población más vulnerable de nuestro país, durante esta época nos inmiscuimos en las necesidades del trabajador colombiano, conocimos a los más recios nombres del movimiento sindical colombiano, sus abogados, así como los políticos que se encontraban defendiendo desde la plaza pública estas consignas, sin embargo, de este romanticismos, solo quedaron aquellas nostálgicas historias de los años setenta y hoy, casi cincuenta años después, vemos un panorama desolador, un sindicalismo light, en donde los líderes son excéntricos personajes, que se fijan más en sus camionetas, en sus viajes, en sus agendas en restaurantes que en los reales problemas que aquejan al trabajador colombiano.
Estamos en tal vez, afrontando la crisis más compleja que hemos tenido que sortear durante años, un país volcado a las calles, lleno de insatisfacción, agotado por la corrupción, la pobreza, la desesperanza, y sobre todo la desigualdad, pero desafortunadamente durante todo este mes no hemos logrado vislumbrar una posición clara de los sindicatos en Colombia, y con claridad nos referimos a oír un catálogo de propuestas bajo la luz del diálogo y el discernimiento y no sobre el abrupto levantamiento de la mesa. El sindicalismo en Colombia debe estar comprometido con los trabajadores, con que estos puedan lograr llegar a su lugar de trabajo a tiempo y no puede comprometerse con que las vías de TransMilenio o sistemas masivos de transporte sean bloqueadas o destruidos sus buses, pues al final del camino, son esos buses y esas vías las que deben transportar a sus trabajadores sindicalizados, lo mismo pasa con los bloqueos a las ciudades impidiendo el ingreso de los alimentos y materias primas, es que acaso ese sindicalismo no se da cuenta que son precisamente los comedores de las casas de sus propios trabajadores sindicalizados los que van afrontar el incremento de los precios de sus alimentos.
Claro, Colombia es un país lleno de dificultades y de desigualdades y es apenas obvio que muchas de las consignas que la protesta exige, tienen elemental sustento, es apenas obvio que necesitamos a todos los sectores fortaleciendo la legitimidad de la protesta y no convirtiéndola en un aparato contraproducente para las apremiantes necesidades de nuestro pueblo.