OPINIÓN

Talante de Centro

Más allá de una definición filosófica, el centro debe ser una actitud que se asume en la política, una decisión de facilitar puntos de encuentro, reconocer virtudes en los demás, generar confianza y construir sobre lo construido.

22 de septiembre de 2020

Faltando pocas semanas para que se defina la carrera presidencial en los Estados Unidos es muy interesante ver en medios y redes sociales los más diversos análisis sobre la coyuntura política y la amplia variedad de predicciones acerca del resultado de las elecciones del próximo 3 de noviembre.

Recientemente leí un artículo de Evan Osnos en la revista The New Yorker en el que aborda la larga trayectoria como senador y vicepresidente de Joe Biden, describiendo su perfil de centro y preguntándose si esa postura política será suficiente para derrotar a un radical y combativo Trump.

En mi opinión es justamente la vasta experiencia del candidato demócrata en construir consensos, trabajar con los distintos sectores políticos y priorizar propósitos de Estado la característica mas poderosa de su aspiración y lo que más valoran los analistas y los electores. Frente a un presidente sectario, errático e impulsivo, la opinión pública esta privilegiando cada vez más una propuesta serena, institucional, de diálogo y concertación. Una postura que en Colombia algunos llamarían “tibia”.

A pesar de la connotación que se le ha dado a ese término, considero que una posición política de centro es quizás la más exigente y necesaria en cualquier democracia. Cuando se busca atención, votos y aplausos, siempre es más rentable apelar a los extremos. Pero eso siempre lleva a la improvisación, a tomar decisiones coyunturales más movidas por las pasiones que por los argumentos. El valor del centro político es la capacidad de tender puentes, buscar equilibrios en las discusiones, identificar las ideas plausibles y construir sobre la base de la argumentación y la evidencia.

Un gran ejemplo de la capacidad transformadora del centro político es el proceso de integración europea. A Adenauer, de Gasperi, Monnet o Spaak, así como a los demás padres fundadores de la Unión, los identificaba, además del humanismo y la visión de paz y prosperidad, su pragmatismo, sus habilidades discursivas, su apertura al diálogo y su incansable esfuerzo por lograr consensos que permitieran construir (con “petit pas” como decía Monnet) la plataforma política y económica regional más admirada hoy en el mundo.

“El mercado hasta donde sea posible; el Estado hasta donde sea necesario” es una forma de describir el centro político. Estoy de acuerdo, tanto con el concepto como con que es una forma de definir el centro desde una perspectiva de modelo económico. Pero más allá de una definición filosófica, el centro debe ser una actitud que se asume en la política, una decisión de facilitar puntos de encuentro, reconocer virtudes en los demás, generar confianza y construir sobre lo construido.

Una actitud que privilegie los consensos es lo que se espera de los partidos en el Congreso de la República, escenario de debate político por excelencia, y podemos encontrar ejemplos en la historia reciente. El Partido Conservador lleva formando parte de la coalición que acompaña al gobierno durante los últimos 22 años.

En la administración de Andrés Pastrana se desarrollaron los subsidios monetarios condicionados, tipo Familias en Acción, que han probado ser instrumentos muy eficaces de lucha contra la pobreza. Hábilmente, durante los siguientes cinco gobiernos, la bancada conservadora ha difundido los buenos resultados, se ha apropiado del modelo como una bandera programática y ha logrado posicionarla como política de Estado, fortaleciéndola en cada plan de desarrollo y en cada discusión presupuestal.

Siempre he entendido esto como un ejemplo de lo que Álvaro Gómez llamaba “el acuerdo sobre lo fundamental”, en particular teniendo en cuenta que el partido se define en el articulo primero de sus estatutos como “una organización política de centro, democrática, popular, incluyente, moderna y de avanzada”. Y me queda la reflexión de si, quizás, a esta actitud se refería, también Gómez Hurtado, cuando hablaba del “talante conservador”.

La actitud de centro es también fundamental en el ejercicio del poder para cualquier gobernante, independientemente de su origen político. Un alcalde, un gobernador, un presidente lo es para todos los ciudadanos, incluyendo a los que no votaron por su propuesta.

Si bien tiene todo el derecho a priorizar la agenda que se escogió en democracia, el Ejecutivo está obligado a socializar sus planes, procurar la integración de la mayor cantidad de opiniones y responder a las demandas y necesidades de toda la comunidad. Si esa actitud se espera de todos los gobernantes, los que se presentan como lideres de centro deben tener un mucho mayor compromiso con el diálogo y el entendimiento.

En diferentes momentos de sus respectivas carreras, tanto Iván Duque como Claudia López se han definido como políticos de centro. Muchos analistas ubican al presidente de la república en el centro – derecha mientras que a la alcaldesa de Bogotá se le identifica más en el centro – izquierda. Sin embargo, en momentos de campaña o en entrevistas más íntimas, ambos lideres han valorado la centralidad y moderación como atributos de sus perfiles políticos.

Y, a decir verdad, soy testigo de cómo cada uno de ellos, en su paso por el Senado, asumieron en diferentes momentos una actitud conciliadora, poniendo el bien común por encima de rencillas partidistas, logrando avances en discusiones importantes para el país.

Siendo senadora, Claudia López ejerció un riguroso y exhaustivo control político a la implementación del capítulo de desarrollo agrario integral de los acuerdos de paz. Si bien se mantuvo crítica y señaló con vehemencia lo que consideraba fallas y errores, siempre buscó espacios para las explicaciones técnicas, le dio un lugar a la evidencia, reconoció aciertos y defendió el proceso como propósito superior de los colombianos.

En el caso del entonces senador Iván Duque, destaco su actitud conciliadora en las mesas de diálogo que se establecieron con los partidarios del NO después del plebiscito, al menos en relación con el capítulo sobre dejación de armas, desmovilización y reincorporación. Luego de una extensa explicación del trabajo logrado en esa materia por el equipo de oficiales activos que negociaron ese capítulo con las Farc, el hoy presidente reconoció el rigor y acierto en los contenidos, lo que permitió dejar intacto ese componente del acuerdo y aislar a las fuerzas armadas del debate político del momento.

Esperamos más actitudes de esta naturaleza de nuestros mandatarios y por eso hacemos eco de los múltiples llamados para que trabajen en equipo, a pesar de las diferencias, logrando acuerdos mínimos para afrontar las complejas adversidades que tenemos que superar como sociedad.

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