OPINIÓN
Timochenko: ¡ábrasele a Iván Márquez!
La Farc debería deshacerse del lastre de sus miembros más radicales que piensan más en salvar sus propios pellejos que en abogar por el interés colectivo de los exguerrilleros
Entre todos los titulares y análisis que suscitó la histórica reunión para hablar sobre corrupción el miércoles pasado en la Casa de Nariño, hubo un hecho importante que, sin embargo, pasó desapercibido.
Cuando el fiscal general advirtió que había que tener especial cuidado para que los alcaldes no quedaran atrapados por las redes de tramitadores –como ocurrió con el célebre
sobrino de Iván Márquez, Marlon Marín, y los contratos del posconflicto en varias zonas del país–, Rodrigo Londoño, Timochenko, pidió la palabra e intervino brevemente. Todos se imaginaron que su perorata iba dirigida a despotricar de Néstor Humberto Martínez. No obstante, lo dicho por Timo dejó sorprendido a más de uno. Afirmó que él no conoció al señor Marín sino en el momento en que fue capturado y le ofreció al fiscal –delante de todos los partidos y del propio presidente Duque– su colaboración para que se investigara a fondo lo sucedido con los contratos de la paz y con “ese sujeto en particular” y todos los demás que estuvieran involucrados en este hecho.
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Timochenko parecía marcar así distancia frente a Marín y por consiguiente frente a Iván Márquez que está siendo salpicado en Estados Unidos precisamente por su sobrino.
La verdad es que no es la primera vez que, con sutileza, intenta diferenciarse de quienes están en el ojo del huracán porque siguieron delinquiendo después de firmado el acuerdo de paz. Cuando recién capturaron a Santrich y le preguntaron por ese caso, Rodrigo Londoño dijo que la responsabilidad de ciertas acciones tendría que ser asumida individualmente, lo que sonó a todo menos a defensa de su antiguo compañero de andanzas.
La Farc debería deshacerse del lastre de sus miembros más radicales que piensan más en salvar sus propios pellejos que en abogar por el interés colectivo de los exguerrilleros
Quienes lo conocen y han estado cerca de él en los últimos meses me cuentan que tanto Timochenko como Carlos Lozada quieren dar muestras de un compromiso real con la paz y están haciendo lo posible por cumplir, presentándose a cada llamado de la JEP y bajándole el tono a sus declaraciones para intentar ganarse un poquito de respeto entre la sociedad colombiana que sigue resistente, como es obvio, a creerles. También me dicen que algunos de estos dirigentes de la Farc critican internamente las actitudes de Márquez y del Paisa y tienen el íntimo convencimiento de que su “huida” demuestra que no están interesados en seguir con el proceso.
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Así sea por puro instinto de supervivencia, y si es verdad que quiere morirse de viejo y no en medio del asedio de las fuerzas legítimas del Estado, más le vale a Timochenko desmarcarse públicamente de Márquez en vez de seguir manteniendo la apariencia de una solidaridad de cuerpo que puede llevar a que el proyecto de reincorporación a la vida civil de la Farc fracase estrepitosamente.
Los más pragmáticos asesores del naciente partido me aseguran que están esperando a que se destapen todas las cartas para fijar posiciones y que no estaría bien que vulneraran el debido proceso de sus militantes.
Sin embargo, ahora que quieren jugar a la democracia tendrán que tomar nota de otras experiencias que en el pasado reciente resultaron mal como, por ejemplo, la del Polo Democrático que esperó tanto para censurar las conductas de Samuel Moreno que todavía en cada debate le recuerdan ese prolongado silencio y los votantes se lo cobran cada vez que concurren a las urnas especialmente en elecciones uninominales.
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La Farc debería deshacerse del lastre de sus miembros más radicales que, entre otras, son los que azuzan a sus bases con el cuento del incumplimiento del gobierno, pero que en las primeras de cambio están buscando escondederos y desde la clandestinidad piensan más en salvar sus propios pellejos que en abogar por el interés colectivo de los exguerrilleros.
Si la línea de Rodrigo Londoño va encaminada, en serio, a pasar la página de la guerra y hacer política aprovechando los jugosos beneficios que obtuvieron de una negociación a todas luces ventajosa para ellos, su voz debería oírse más fuerte en el equipo político de la Farc. En cambio, la de Iván Márquez, que jugó un perverso papel en la mesa de diálogos con el gobierno, tirándose cada posibilidad de un acuerdo justo para la sociedad colombiana en su conjunto, debería comenzar a desvanecerse por el bien de los miles de combatientes que dejaron las armas y que quieren auténticamente una segunda oportunidad, pero sobre todo por el bien de los colombianos que estamos mamados con su cinismo y soberbia. Señor Londoño: ¡ábrasele definitivamente a Iván Márquez que él desde hace rato se les abrió a ustedes!