OPINIÓN

Tocó votar por Santos

Lo más perjudicial que le podría ocurrir a la paz de Colombia sería que Zuluaga obtuviera más votos que Santos en la primera vuelta.

Jorge Gómez Pinilla, Jorge Gómez Pinilla
16 de mayo de 2014

Hay muchos petristas que no logran entender la alianza programática que se cuajó entre el Progresismo y la campaña de reelección de Juan Manuel Santos, a tal punto que a uno le escuché decir, mesando sus cabellos en agonía: “¿de modo que se perdieron mis idas a la plaza de Bolívar?”
 
Hay tres maneras de entender este remezón (que para ser realistas, no se esperaban los seguidores de uno ni de otro): una, que es una jugada político-electoral de la que se benefician ambos, Santos porque consigue votos en Bogotá y Petro porque asegura su apoyo para continuar en el cargo; dos, que es una medida desesperada para salvar el proceso de paz, ante los avances que presenta Óscar Iván Zuluaga en las encuestas; y tres, una combinación pragmática de las dos anteriores.
 
Me inclino por la tercera, aunque haciendo claridad en que la gran beneficiada en últimas sí es la paz, hoy en serio peligro de ‘muerte’ ante las jugadas sucias que viene haciendo la extrema derecha, como se hizo evidente con el destape de los hackers Andrés Sepúlveda y Carlos Escobar, quienes al parecer trabajaban en forma coordinada con la campaña del Centro Democrático para torpedear con su tenebroso espionaje y su propaganda negra los esfuerzos de Santos en busca de la reconciliación entre los colombianos.
 
En algún mensaje de Twitter dije que "la peligrosa mafia que rodea a Óscar Iván Zuluaga y el misterioso silencio de Enrique Peñalosa lanzarán a la izquierda en brazos de Juan Manuel Santos desde la primera vuelta". Y la evolución de los acontecimientos ha terminado por darme la razón, como lo demuestra el hecho de que a la sorpresa de Petro apoyando al presidente se sumó el anuncio de Iván Cepeda en el mismo sentido, en cuanto a que votaría por Juan Manuel Santos (“yo votaría por la paz, sin lugar a dudas”), pese a que la candidata de su partido es Clara López. 
 
Es aquí donde empieza a entenderse también la aparente contradicción que había en un dirigente liberal como Horacio Serpa, quien por los días en que Santos destituyó a Petro aparecía apoyando a ambos, aunque hizo claridad en que “si yo hubiera sido la persona que debía tomar esa decisión, habría acogido la solicitud de medidas cautelares de la CIDH”. No tengo duda alguna en que Serpa fue el gran ‘componedor’ de dicha alianza, y que sus buenos oficios apuntaron a acercarlos en torno al tema en que los tres coinciden plenamente: la consolidación de la paz.
 
En mi columna anterior había anunciado que “el día de mi cumpleaños pienso votar por Enrique Peñalosa, así no me haya convencido del todo pero temeroso de la bestia uribista, y a la espera del escenario ideal para una eventual segunda vuelta donde me tocara decidir entre tres posibles opciones: Juan Manuel Santos, Enrique Peñalosa o voto en blanco”. Pero el súbito y peligroso ascenso del candidato-títere de Uribe en las encuestas me ha hecho recapacitar, en la medida en que la opción Peñalosa se ha desinflado tanto que votar por él (o en blanco) sería botar el voto.
 
Tener que votar por Santos en primera vuelta bien puede interpretarse como una derrota para la izquierda (por culpa de su propia división y su torpeza para cuajar la anhelada tercería), pero todo parece indicar que es la salvación más ‘pragmática’ que le queda al proceso de paz, asediado de manera criminal e inclemente por las fuerzas oscuras que lidera su comandante en jefe. Lo más perjudicial que le podría ocurrir a la paz de Colombia sería que Zuluaga obtuviera más votos que Santos en la primera vuelta, considerando que esa aureola de triunfo haría arrastrar hacia su causa a mucho ingenuo o equivocado de buena fe en la segunda.
 
Yo habría votado en blanco si existiera el voto obligatorio, pues este es la única vía no solo para que este tenga un peso político determinante, sino para que quienes en las encuestas dicen que van a votar en blanco, ese día no los venza la pereza y al final prefieran quedarse muy cómodos en su casa, dejando irresponsablemente que los mismos de siempre decidan por ellos. 
 
Si alguien me puede demostrar que estoy equivocado en esta apreciación, sabré agradecérselo. Todavía quedan unos días para seguir recapacitando al respecto. 
 
En Twitter: @Jorgomezpinilla

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