Opinión
¿Todo bien en casa?
La situación que ha vivido El Salvador ha sido dramática. Colombia tuvo un importante papel en el país.
Con ocasión de la crisis política que se ha desencadenado en nuestro país, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, le lanzó a su colega colombiano una pugnaz puya preguntándole: ¿Todo bien en casa?
Desde hace algún tiempo los dos mandatarios han cruzado mensajes y declaraciones, después de que Petro calificó al Gobierno de Bukele como un “régimen nazi” por el tratamiento que le está dando a los miembros de las “maras” detenidos en centros de reclusión.
Bukele está aspirando a la reelección, aunque la Constitución impide la reelección para un periodo inmediato. Sin embargo, en mayo de 2021, con la colaboración del Congreso —donde su partido tiene la mayoría—, el mandatario, amparado en un estado de emergencia que decretó, expulsó a cinco jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, la mayor autoridad judicial del país. Después, la Sala emitió una opinión para favorecer a Bukele, expresando que un mandatario en ejercicio que no hubiera desempeñado el cargo en el periodo inmediatamente anterior podría ser reelecto. El 70 % del país apoya la reelección.
Bukele cuenta con una opinión favorable de más del 91 %, superior a la de cualquier mandatario latinoamericano. Incluso, pocos jefes de Estados democráticos del mundo alcanzan esa popularidad. No obstante, muchas entidades y organizaciones protectoras de derechos humanos, así como varios estados, han censurado reiteradamente abusos y represión en el país.
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Fuentes independientes, sin embargo, reconocen que la violencia rampante que tenía arrodillado al país se está superando con éxito y que está saliendo de la catástrofe en que se encontraba sumido.
El Salvador ha vivido una tragedia desde hace muchas décadas. Desde su existencia como nación independiente. Ha sido un rompecabezas afectado por el poder omnímodo de unas pocas familias, por dictadores, regímenes militares, revoluciones, conflictos internacionales y violación de los derechos humanos.
Fue en los años ochenta, en plena Guerra Fría, el centro de tensión mundial entre los países socialistas y los Estados Unidos. En 1983, Colombia, México, Panamá y Venezuela constituyeron el llamado “Grupo de Contadora” para mediar y evitar un conflicto de grandes proporciones.
Colombia jugó un papel fundamental. El presidente Belisario Betancur ordenó silenciosamente al embajador de Colombia en Panamá que se trasladara en una pequeña avioneta de la FAC con los jefes políticos de la guerrilla a El Salvador, para que con altísimos riesgos se reunieran con los jefes militares en las áreas controladas por esta y se tratara de hacer en primer contacto con el Gobierno para buscar una salida al conflicto. Después de muchas incidencias, se logró el objetivo.
Tiempo después, Colombia fue el gestor de la liberación de la hija del presidente José Napoleón Duarte que había sido secuestrada por la guerrilla, en un complejo proceso de negociación que incluyó la salida hacia el exterior de decenas de guerrilleros, la puesta en libertad de varios guerrilleros condenados en cárceles y la liberación de una treintena de alcaldes, que se encontraban en poder de la guerrilla.
Si a Betancur no se le hubieran venido encima la toma del palacio de justicia por el M-19 y el desastre de Armero, habría ganado, sin buscarlo, el Premio Nobel de Paz.
Habrá que ver si El Salvador logra un respiro en su convulsionada vida republicana.
¡Cómo es la vida!
(*) Decano de la facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la universidad del Rosario