Enrique Gómez Martínez Columna Semana

Opinión

Toma, crimen organizado y las instituciones

No hay que hacer un gran esfuerzo para concluir que la “movilización” de la minga del 27 de septiembre, abiertamente y descaradamente financiada con recursos públicos, no era un acto de homenaje a Petro o un sucedáneo de otras sustancias para levantarle su autoestima.

16 de octubre de 2023

Lo visto el 27 de septiembre, como el mismo presidente, en el colmo de la desfachatez, lo reconoció en su discurso en la Plaza de Bolívar, era un entrenamiento, un juego de guerra, un ensayo enfocado a probar las capacidades logísticas de los aliados de Petro para tomarse la ciudad en el golpe de Estado en ciernes que planea el presidente.

Como ingresar entre 13.000 y 15.000 efectivos, con menos de ocho días de preaviso a la capital de la República, copar el centro geográfico de las instituciones nacionales y preparar un golpe en la torre a la democracia ante la mirada impávida, y claramente decapitada y sobornada, de la cúpula militar y policial.

Los planificadores militares de las guerrillas, del CRIC, la ONIC y el Clan del Golfo tuvieron que quedar satisfechos. El ejercicio fue un éxito en todos los frentes. Se corrió la cerca legal y administrativa para destinar recursos públicos directamente, sin costosas intermediaciones, a la enorme logística requerida para este hecho de armas. Los vehículos (las versátiles chivas mingueras), los abastos, la disponibilidad de vías y los guerrilleritos juveniles del Cric, todos operaron de maravilla.

Además, conocieron y estudiaron a sus anchas el objetivo en cuanto a vías internas en Bogotá, edificios públicos y potenciales caletas.

Las armas, en mi opinión, ya están dentro de la ciudad. Aunque es cierto que en la toma del campo de Emerald Energy en “Los pozos” en San Vicente del Caguán, parece bastante evidente que el armamento viajaba en las chivas mingueras, con el volumen requerido para la toma de Bogotá parece más prudente ingresarlas progresivamente a la ciudad.

Que no haya habido requisas de la fuerza pública a las caravanas mingueras, es parte del ejercicio preparatorio que también funcionó de maravilla. No existió ningún reporte mediático de que la fuerza pública se haya siquiera atrevido a hacer la más mínima requisa a los mingueros y a las guardias movilizadas.

Allí también Petro ya corrió la cerca con satisfacción. Lo imagino haciendo jarras en el Palacio de Nariño con Velásquez, Velazco, Rueda e Iván Cepeda, congratulándose por la puerilidad y sumisión del mando militar y policial.

Mientras tanto, casi toda la gran prensa del país y los capitanes de los medios, se tapan los oídos y los ojos para no denunciar lo evidente. En lugar de concientizar a la opinión y mostrar la deriva dictatorial de Petro, clamaron de nuevo por el inexistente “Acuerdo Nacional”. Pidieron clemencia al verdugo, lloraron para que no afilara el hacha y tibiamente condenaron la vergonzosa y ordenada intimidación a esta valiente revista, hoy solitario bastión de libertades frente a los acomodos de sus colegas periodistas.

En paralelo, a la manera de la estrategia internacional de asociarse con la ralea mundial autoritaria que hábilmente Petro desplegó aprovechando la crisis palestino-israelí y que llevaba meses planeando, en lo local Petro ha escogido a sus nuevos socios políticos para su emprendimiento criminal de ordeñar el nivel central del Estado colombiano.

Qué mejor que tres quemados con rabo de paja que no tienen nada que perder. Son los tres alcaldes que abandonan sus ciudades para cuidar sus fichos en campaña y entrarán de afán al gabinete petrista. Hundidos en la mala imagen de sus pésimas administraciones, con los bolsillos llenos de la robadera y buscando solidaridad criminal con Petro frente a las lentas y frenadas investigaciones que se les vienen encima, ahora que no pueden seguir repartiendo puestos y contratos a los mega gamonales que controlan procuradurías delegadas, contralorías municipales y fiscalías territoriales, Ospina, Quintero y Caicedo cuidarán sus espaldas y las de Petro aplicándole al Gobierno nacional la sinvergüenza y eficiencia corrupción que sufrieron Cali, Medellín y Santa Marta.

Se forma así una verdadera bandola. El Gobierno Petro entra en la fase del crimen organizado desde el mismo Estado. Hasta ahora la robadera ha sido poca y lenta. Con los exalcaldes, caracterizados por la total falta de escrúpulos, llegan las estructuras locales de desfalco al Estado al nivel central. Las cadenas de contratistas, los abogados especializados en la robadera y los líderes políticos entrenados en la “repartela” entrarán en operación.

Mientras tanto, Petro le ha medido en forma el aceite a las cacareadas “instituciones” que en sus dimensiones militar y policial, judicial y en de los órganos de control se mantienen en la pasividad acomodada de siempre, ajenos a acciones decisivas contra la violación abierta y explicita de la ley, agarrados de sus agendas personales y burocráticas y bajo la percepción de que es mejor venderse en el momento adecuado que quemar las naves con el futuro dictador.

Por ello, el voto el 29 de octubre debe enviar un mensaje contundente a Petro. Esto no se logra apoyando a los partidos tradicionales que andan negociando en las sombras o los de oposición que se autoimponen la moderación para no exponer las cuotas de poder que aún les quedan o evitar carcelazos. Solo Salvación Nacional tiene la independencia y el compromiso real inquebrantable de hacer la más intensa y permanente oposición.

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