OPINIÓN

Transporte público saca el trapo rojo

Los problemas del transporte público son un problema social que el Gobierno nacional no ha querido dimensionar.

Fernando Rojas Parra, Fernando Rojas Parra
28 de mayo de 2020

Desde hace varios años el transporte público en Colombia enfrenta una situación financiera muy difícil. Las tarifas altas y la deficiente calidad del servicio expulsaron a muchos de sus pasajeros hacia el carro, la moto, el mototaxi y, en algunas ciudades, la bicicleta.

Un mes atrás, en mi columna “¿Cómo nos moveremos en la crisis?”, llamé la atención sobre el riesgo que significaba para el transporte público de las ciudades colombianas la combinación de lo anterior con el límite máximo de ocupación del 35 por ciento anunciado por el Gobierno nacional en medio de la pandemia.

Hoy la situación se hace más crítica porque los gobiernos locales no tienen recursos suficientes para responder a todos los frentes que exige la emergencia y porque el Gobierno nacional sigue sin concretar los apoyos.

Veamos el caso del sistema integrado de transporte en Bogotá. Entre 2012, fecha en que empezó el Sitp a funcionar y 2019, el déficit financiero del sistema ascendió a 4,4 billones de pesos. Esto impactó de forma negativa las finanzas de TransMilenio.

Pero por las medidas para enfrentar el coronavirus la situación se ha vuelto crítica. Hace pocos días la empresa TransMilenio solicitó una adición presupuestal por 885.000 millones de pesos para funcionar más allá de agosto de este año porque los ingresos del sistema se redujeron en 84 por ciento durante la cuarentena.

En Barranquilla, el gobierno de la ciudad anunció una inyección de 2.000 millones de pesos para darle aire a los operadores y que Transmetro siga funcionando.

Los ingresos del metro de Medellín han caído en 79 por ciento, lo que ha motivado a la bancada antioqueña en el congreso a solicitar al gobierno nacional la suspensión del pago de la deuda para garantizar su funcionamiento.

La situación se repite en Cali, Bucaramanga, Cartagena y Pereira, entre otras.

Para completar el oscuro panorama, las viejas empresas de transporte colectivo, las que no hacen parte de esos sistemas, viven su propia tragedia. Por la cuarentena y el límite de ocupación no generan los recursos necesarios para funcionar y en varias ciudades estos buses están rodando con un trapo rojo colgado como símbolo de que necesitan ayuda.

Aunque el Gobierno nacional ha dicho que estudia la posibilidad de facilitar el acceso a recursos y extender los avales para créditos, entre otros anuncios, la realidad indica que los sistemas de transporte público en Colombia están al borde del abismo. Corremos el riesgo de que algunas ciudades se paralicen porque no hay plata para mover el transporte.

Los problemas del transporte público son un problema social que el Gobierno nacional no ha querido dimensionar. Parece no entender que además de los miles de personas que dependen de este sector, el transporte es un pilar fundamental de la reactivación económica y del funcionamiento de las ciudades. Sin transporte público de calidad nos veremos abocados al caos, al desorden urbano, a la anarquía.

Las ciudades necesitan, con urgencia, ayuda para financiar soluciones en transporte público. Desafortunadamente el Gobierno nacional no ha dado la talla en este asunto y cada día sin respuesta, se agrava la crisis.

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