Alberto Donadio  Columna

OpiNión

Triunfa la verdad

Durante muchos años, los directivos de la EPS fueron culpados públicamente por las pérdidas y malos manejos ocurridos, pero ahora con los fallos dobles, de naturaleza penal y fiscal, queda demostrado que son inocentes.

Alberto Donadio
22 de julio de 2023

Una noticia de esta semana demuestra que sí vale la pena proclamar la verdad y defenderla a capa y espada pese a todas las dificultades. La Contraloría confirmó la responsabilidad fiscal de Guillermo Grosso, interventor nombrado por el Gobierno en Saludcoop. La noticia significa que fue Grosso, ya condenado, además, por la justicia penal, quien llevó a la quiebra a Saludcoop, y, por lo tanto, la decisión de la Contraloría y la sentencia penal exoneran de culpa a los directivos de la EPS, de los cuales el más conocido es Carlos Palacino, único presidente de esa cooperativa que se convirtió, gracias al esfuerzo de 34.000 empleados, en la más grande empresa prestadora de salud del país y construyó o compró 36 clínicas, ampliando significativamente la infraestructura hospitalaria de Colombia.

Durante muchos años, los directivos de la EPS fueron culpados públicamente por las pérdidas y malos manejos ocurridos, pero ahora con los fallos dobles, de naturaleza penal y fiscal, queda demostrado que son inocentes. Nunca hubo pruebas para sostener lo contrario, pues cuando el Gobierno intervino Saludcoop en 2011 reconoció que el patrimonio de la EPS era superior a los 500.000 millones de pesos, pero empezó a circular una leyenda negra que culpaba a Palacino hasta del calentamiento global. Nadie tenía en cuenta las cifras porque el objetivo era calumniar. De ese patrimonio positivo se pasó en cuatro años de intervención a un patrimonio negativo de menos 2,8 billones de pesos. Fue el Gobierno el responsable de la quiebra calamitosa que afectó a 7 millones de pacientes.

Hay otras verdades que se han esclarecido en los últimos meses. En marzo la Procuraduría pidió absolución para Palacino por los 8.000 cheques que sirvieron de pretexto para intervenir a Saludcoop, cheques que momentáneamente no se habían entregado a los beneficiarios. Estableció la Procuraduría que Palacino no tenía responsabilidad alguna porque los 350.000 cheques mensuales que giraba la EPS no los ordenaba Palacino, sino una firma externa contratada al efecto y que la plata de los 8.000 cheques luego se pagó. Se giraban más de 4 millones de cheques al año, o sea, se armó una tormenta en un vaso de agua por 8.000 cheques, el 0,2 por ciento del total. La imaginaria desviación de recursos parafiscales que se inventó una contralora, por más señas llamada Morelli, fue pura ficción.

Nunca la Superintendencia Nacional de Salud, encargada de vigilar a Saludcoop, ordenó corregir la contabilidad, paso obligatorio si realmente se hubieran cometido ilícitos. Vladímir Putin se volvió terco observando a Sandra Morelli, pero ella todavía puede abrazar el Derecho y rectificar. Quien sí se retractó de manera rotunda fue Conrado Adolfo Gómez Vélez, el superintendente de Salud que en 2011 intervino a Saludcoop. En la resolución justificó la intervención por la “inminente afectación de la prestación del servicio de salud”. Era una mentira. El año pasado se retractó bajo juramento ante una juez: “Yo quiero ser muy claro: no se encontraron problemas de prestación de servicios”. Se le abona que 11 años después haya dicho la verdad, pero eso no disminuye la enormidad del engaño al cual fue sometido el país en el Gobierno Santos, cuando se presentó a Saludcoop como foco de la corrupción cuando en verdad era una empresa que funcionaba bien, prestaba un buen servicio, no estaba quebrada y era orgullo del sector cooperativo, que es el capitalismo de los trabajadores.

En la práctica también se retractó el periodista que montó una plaza de artillería pesada contra Palacino. Daniel Coronell no volvió a decir con suficiencia, pero sin pruebas que se emplearon dineros de la salud para construir el campo de golf de Villa Valeria. Ya no volvió a repetir que “usando los dineros públicos de la salud y dilatando los pagos a terceros, Palacino se daba vida de magnate”. Sus calumnias hoy sufren de estitiquez. Ya no se atreve a afirmar que “Palacino se apropió de dineros públicos que debían estar destinados a tratamientos médicos de los afiliados a Saludcoop. Con esa plata compró propiedades en Colombia y en el exterior, hizo préstamos a socios y adquirió vehículos de alta gama”. Coronell fue abatido, como Sonny Liston y Floyd Patterson. Lo envió a la lona la verdad de los hechos, un nocaut tan potente como los del grandioso Mohamed Ali. Ojalá no llegue a la edad provecta como amo y señor de la más larga, ruin y proterva mentira jamás lanzada por un periodista colombiano. Todavía puede acudir al examen de conciencia, la contrición de corazón, el propósito de enmienda, la confesión de boca y la satisfacción de obra.

Ya lo decía el poeta polaco Ludwik Kondratowicz: “Las palabras portadoras de verdad traspasarán la roca”.

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