Opinión
Un cambio de paradigma
No aceptar y respetar el diseño de la Reserva Federal cambiaría el arreglo institucional de Estados Unidos de los últimos 100 años.
Jaime Bayly votó por Harris y señaló que por ello lo tildaron de comunista y lo fustigaron muchos latinos de su audiencia. Eso a pesar de haber dejado claro que sigue considerándose un periodista de opinión política de derecha. De derecha liberal porque cree en el libre comercio, de derecha democrática porque cree en la libertad de expresión y la libertad política, y de derecha capitalista porque cree en la libre iniciativa empresarial a través de la promoción de la competencia.
Es decir, concepciones que riñen profundamente con la idea y la visión de Trump de erguirle barreras al intercambio y coartar la libertad económica a través de aranceles y disposiciones proteccionistas y restrictivas. Irónicamente, estas concepciones “trumpistas” de hoy fueron las que derrotó Ronald Reagan con su doctrina neoliberal, usando en 1980 el mismo eslogan del movimiento MAGA.
Pero no es el único elemento. Por décadas, Bayly ha sido un formador de opinión continental anti-Chávez, anti-Castro y anti-Maduro, por lo que pocos entienden que no sea pro-Trump. Pero en campaña Trump expuso posiciones amenazantes a los medios de comunicación con retóricas sobre su cierre que se asimilan a las acciones desplegadas por los tres autócratas latinoamericanos. También Trump ha sido abierto en ejercer admiración hacia figuras totalitaristas de países que han sido claves para consolidar los regímenes antidemocráticos de Cuba y Venezuela, como Rusia y China a través de Putin y Xi Jinping. Si bien para los electores americanos la política exterior era uno de los aspectos de menor relevancia en su decisión al momento de votar, Reagan es considerado el gestor del fin de la Unión Soviética al intervenir decididamente en reducirles la capacidad de injerencia y de influencia en las diferentes regiones del mundo, algo que se aleja de la visión de Trump.
De la llamada doctrina económica “Reaganomics”, Trump ha conservado la postura en favor de reducir impuestos. Pero en su agenda sería difícil añadir una visión de recorte estructural y sistemático del gasto público. De un lado, porque si romantiza con las visiones autócratas, estas nunca se han fundado en el libre mercado y en un funcionamiento basado en poca intervención del Estado en la economía. De otro lado, porque si la tendencia de Trump es ser populista, ello significa que se orienta hacia soluciones que provee el Gobierno de crear clientelas electorales, clientelas que con esas soluciones se sienten reivindicadas frente a los perjuicios que les han causado las élites.
Tendencias
Uno de los aspectos críticos en este segundo gobierno de Trump será la independencia de la banca central. Esto, porque Trump cuenta con la mayoría conservadora de la Corte Suprema y presuntamente el control del Capitolio al consolidar mayorías en el Senado y muy posiblemente en la Cámara de Representantes. Trump ya ha dicho que él sabe más lo que deben ser los niveles de las tasas de interés por tener un mejor instinto que quienes están en el banco central o quien es la cabeza de este.
No aceptar y respetar el diseño de la Reserva Federal cambiaría el arreglo institucional de Estados Unidos de los últimos 100 años, en especial en uno de los aspectos más relevantes en el funcionamiento del capitalismo moderno, al gestionar y velar el banco central por la estabilidad financiera y el correcto funcionamiento del mercado de capitales como al impactar y determinar con ello la estabilidad económica, dada la interconexión que tienen todos los sectores económicos con la liquidez y las condiciones financieras.
Por último, es bueno recordar a otro de los reconocidos críticos del caudillismo latinoamericano. Mario Vargas Llosa ha fustigado la dictadura castrista y la experiencia cubana por hacer asfixiante la vida de los ciudadanos y empobrecerlos en extremo a través de un Estado totalitario. Vargas Llosa fue vocal al decir durante el primer gobierno de Trump que Estados Unidos había escogido un presidente más propio de un país tercermundista. El autor del Manual del perfecto idiota latinoamericano escribió el libro como una sentida queja por la retórica comúnmente victimista de los caudillos que atraen con falacias o argumentos simplistas el interés de los votantes, cuando lo que quieren en el fondo es ser sus agitadores en beneficio propio y no de las causas que realmente a los votantes les importan.
Precisamente, Chávez, Castro y Maduro se obstinaron en crear un sentimiento “antiyanqui” entre la opinión pública culpando de los malos resultados de sus acciones, decisiones y su gestión a un enemigo externo representado por el Gobierno americano de turno. Trump ha hecho lo mismo, pero basado en la inmigración. Una inmigración a la que culpa de todos los malestares y problemas de los americanos: nivel de precios de los alimentos o la inflación, tasas hipotecarias, precio y asequibilidad de la vivienda, criminalidad, bajos salarios, costos de la salud, etc., logrando así unir el inconformismo económico de los votantes de clase media con la inmigración.