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Un faro democrático en la noche más oscura

Aunque históricamente, la democracia colombiana ha sido la más estable de Latinoamérica, nuestro Estado aún tiene que realizar varios cambios para alcanzar los niveles de democracia institucional.

Jorge Barón
29 de agosto de 2024

En la actualidad, muchos gobiernos extranjeros asocian a nuestro país con la tibieza e indecisión a la hora de condenar a un dictador, o de promover la democracia internacionalmente. Justamente otros jefes de Estado han calificado al actual mandatario de aspirante a tirano, afectando así la imagen democrática de nuestro país.

No obstante, y aunque muchos de estos críticos están en lo correcto describiendo a Gustavo Petro, es menester afirmar que el Estado colombiano difiere mucho de su presidente, ya que a lo largo de su historia, Colombia, no se dejó doblegar por las mieles del autoritarismo y se mantuvo como un faro democrático en la noche más oscura de la historia política de Latinoamérica.

Para realizar este análisis histórico es importante remitirnos al libro La Tercera Ola escrito por el politólogo Samuel Huntington, quien después de investigar la historia política de ciertos países del mundo, llegó a la conclusión que desde el año 1828 hasta nuestros días, el mundo ha experimentado tres “olas” de democratización con sus respectivos “retrocesos” o periodos autocráticos.

Él explica que la primera gran ola democrática se presentó entre los años 1828 a 1922, en el cual los países europeos, universalizaron el voto como mecanismo de participación ciudadana. Sin embargo, esta ola democrática tuvo su retroceso, que se manifestó con el ascenso de los regímenes comunistas y fascistas.

A pesar de esto, el final de la Segunda Guerra Mundial trajo consigo una segunda ola de democratización que rápidamente se desintegró en los años 70s, especialmente en latinoamerica. Para suministrarles un contexto cuantitativo, se estima que alrededor de 92 países en el mundo habían perdido su estatus de democracia, duplicando así la cifra de estados autoritarios que habían surgido en el primer retroceso. No obstante, para el año 1990 la situación del mundo mejoró sustancialmente, ya que muchas de las autocracias de los 70s cayeron y le dieron un respiro al mundo.

Regresando a ese segundo retroceso de los 70s, también conocido como la noche más oscura de la democracia latinoamericana, es curioso que solamente Colombia había mantenido una estabilidad democrática, a pesar de haber presenciado un pequeño traspié con el gobierno de Rojas Pinilla, el cual paradójicamente contribuyó a la democracia colombiana, entregando el derecho al voto a las mujeres.

De esta manera, es importante precisar que nuestro país nunca vivió los horrores de una autocracia, como lo fueron los 1168 campos de concentración de Pinochet; los secuestros, torturas y asesinatos perpetrados por la dictadura de Videla, y la censura masiva a la prensa o el genocidio étnico perpetrado por la autocracia brasileña. Esto se debe al rechazo que siempre ha tenido el pueblo colombiano de los gobiernos militares, la lealtad de nuestra fuerza pública al Estado de derecho y nuestra tradición histórica de elegir gobiernos civiles. Por último, en 1991 diseñamos una Constitución que transformó nuestro ordenamiento jurídico para inmovilizar a los posibles aspirantes a dictadores con un sistema de pesos y contrapesos que incluyen el control político y constitucional exhaustivo de toda norma que este se expida bajo la vigilante lupa de la Corte Constitucional, el Consejo de Estado y el Congreso de la República.

Sin embargo, no todo es color de rosa, ya que, a pesar de haber mantenido nuestra democracia frente al autoritarismo, nuestra historia ha sido tumultuosa en términos de seguridad, represión y clientelismo en la política, lo cual también afectó nuestra estabilidad democrática, por lo cual, aún hoy nuestro país tiene el reto de mejorar nuestro estatus democrático. Justamente a ojos de los indicadores internacionales como los son Freedom House o V-democracy, Colombia no ha llegado al ideal de “democracia institucional” que el politólogo Robert Dahl describe en sus escritos o a los estados ideales que se encuentran en el norte global, a pesar de haber presentado mejoras sustanciales desde 1991.

De esta forma, se puede llegar concluir que, aunque históricamente, la democracia colombiana ha sido la más estable de Latinoamérica, nuestro Estado aún tiene que realizar varios cambios para alcanzar los niveles de democracia institucional. Por otra parte, este pequeño análisis histórico, busca darle una nueva perspectiva al colombiano de a pie sobre el valor de nuestra democracia que, aunque no sea perfecta, no podemos dejar que esta se vea amenazada por la presencia de un aspirante a dictador que podría destruir las instituciones que cada día les brindan más garantías a los colombianos.

Es así como invitó al pueblo a seguir estudiando la historia de nuestro país y a identificar las herramientas constitucionales para defender nuestro Estado social de derecho de los gobernantes antidemocráticos, porque hoy más que nunca los colombianos tienen la responsabilidad de conservar y mejorar los más de 200 años de democracia colombiana.