Opinión
Un mes después del 28 de julio
Al dictador en su laberinto lo único que le queda es el terrorismo de Estado que no le funciona y, por más que intente doblegar al bravo pueblo, lo tiene en las calles respaldando a María Corina y a Edmundo.
El tiempo pasa volando y se ha hecho tanto por nuestro país que cada día que transcurre es más notorio el atrincheramiento de la dictadura y, en contraste, el compromiso inquebrantable de un pueblo que sigue aferrado a ser libre. Se cumplió un mes desde ese 28 de julio, día en que Venezuela habló de manera cívica y, aun con todo en contra, enterró al socialismo y les dio un claro mandato al presidente electo, Edmundo González Urrutia, y a la líder de la oposición, María Corina Machado.
El cómo la oposición logró obtener más de 25.073 actas de las mesas de votación que representan el 83,50 % de toda la participación electoral del 28 de julio aún tiene a Nicolás estupefacto y hablando locuras. El ejemplo de organización que los venezolanos dimos ese histórico 28 de julio y que dejó en nocaut a la dictadura tiene, además, el espaldarazo de grandes organizaciones de observación electoral como el Centro Carter y la MOE.
Ayer tuve la oportunidad de escuchar en plenaria de la Comisión Primera de la Cámara de Representantes de Colombia a dos interesantes mujeres: Jennie Lincoln, directora del Centro Carter, y Alejandra Barrios, directora de la MOE Colombia. En sus intervenciones estaba, por supuesto, socializar los informes que habían dejado las elecciones en Venezuela.
Me llamaron la atención un par de comentarios. La directora del Centro Carter dijo que, tras la invitación recibida para ser observadores por parte de la misma dictadura, se habían sorprendido, pero que aun así aceptaron el reto de ir a observar estas ya cuestionadas elecciones. Fue verdaderamente poderoso que la señora Lincoln manifiestara que, efectivamente, el delincuente electoral Elvis Amoroso anunció los resultados sin ningún dato de las mesas electorales, lo que refuerza aún más la denuncia de Enrique Márquez, quien todos estos días de locura de información dijo que en la sala de totalización nunca se había impreso el acta unificada de las mesas transmitidas al CNE.
La siguiente observación que también resalto para analizar la situación fue de la directora de la MOE, Alejandra Barrios. Con un tono más fuerte y preciso, la colombiana sabía a quién dirigirse dentro de las bancadas de la Comisión Primera. Cabe destacar que cuando la situación se puso incómoda, varios representantes decidieron abandonar dicha sesión. Alejandra, por su parte, socializó con quienes ahí estábamos que la bancada del Pacto Histórico podía explicar cómo hizo la oposición en Venezuela para obtener resultados y las actas, porque ellos, en las pasadas elecciones, lo hicieron de manera idéntica.
La conclusión por separado de ambas observadoras deja en entredicho que, efectivamente, estos “panas” se robaron las elecciones. Ahora, aquí lo que no puede pasar es que se roben las elecciones y ya, porque, de no condenar este evento, podría seguir en cadena por la región y nos podríamos olvidar de una vez por todas de que existe democracia en Latinoamérica.
Ya son miles de rostros los que están tras las mazmorras de una dictadura que, atrincherada, designa su último gabinete premiando a la represión con un ministerio. Hay que decirlo: en Venezuela están persiguiendo y metiendo a ciudadanos presos por haber ganado una elección. A la hora en que escribo estas líneas, son más de 1.700 personas encarceladas, entre las que están 200 menores de edad que lo único que conocen en su corta vida es ese sistema opresor. Vimos cómo persiguieron a Biagio Pilieri y supimos que estaba en El Helicoide por su última ubicación del sistema de localización de su teléfono.
Al dictador en su laberinto lo único que le queda es el terrorismo de Estado que no le funciona y, por más que intente doblegar al bravo pueblo, lo tiene en las calles respaldando a María Corina y a Edmundo.
Esta vez es diferente y Venezuela lo sabe.