OPINIÓN

Un nuevo Nuevo Liberalismo

Más allá de las consideraciones jurídicas, en el país se ha hecho un esfuerzo titánico por resarcir algunas de las injusticias derivadas de la violencia. En ese contexto, no darle una segunda oportunidad a un movimiento político perseguido, intimidado y engañado enviaría un mensaje equivocado a la sociedad.

Lucas Pombo, Lucas Pombo
25 de octubre de 2018

La lucha que han dado los hijos de Luis Carlos Galán por revivir el Nuevo Liberalismo estaba perdida. La lógica era sencilla: Galán disolvió voluntariamente su movimiento político, después de haber llegado a un acuerdo para reunificar el liberalismo bajo las banderas centenarias del Partido Liberal. En ese contexto parecía difícil pensar que el Consejo Nacional Electoral pudiera devolverle la personería jurídica a ese partido, a pesar de la persecución de la mafia a sus dirigentes y del asesinato de su candidato presidencial. Sin embargo, las circunstancias parecen estar cambiando.

Cuando la batalla parecía perdida y el CNE se alistaba para “enterrar” definitivamente al Nuevo Liberalismo, una nueva camada de magistrados llegó al tribunal electoral. En medio de ese cambio, la responsabilidad de elaborar la ponencia del caso recayó en el magistrado Luis Guillermo Pérez, quien representa, como nunca antes en el pasado del Consejo Electoral, a los sectores políticos alternativos. El consejero seguramente se inclinará hacia la posición de revivir el movimiento que Galán creó en 1979 como una disidencia del oficialismo liberal.

En medio del debate jurídico, el senador y exdirigente del Nuevo Liberalismo, Iván Marulanda dio una declaración ante el Consejo Electoral, con una profunda carga de emotividad y análisis histórico, en la que añadió un ingrediente más al debate para defender la posición de devolverle la personería jurídica al movimiento en el que militó hace más de tres décadas: la traición de la dirigencia liberal a Luis Carlos Galán.

Para Marulanda, la decisión de su jefe político de liquidar su movimiento se dio a raíz de dos compromisos del oficialismo liberal que fueron incumplidos: una reforma constitucional de fondo, que se frustró por cuenta de una serie de liberales que la “contaminaron” en la Cámara de Representantes y una consulta popular para elegir al candidato del Partido Liberal a la Presidencia, en la que el Nuevo Liberalismo no pudo participar por el asesinato de Galán.

“Busco una luz de esperanza para que se haga justicia y no se permita que las armas apaguen el esfuerzo heroico de una generación de líderes que fue masacrada por la criminalidad. (…) Tengo la convicción, como demócrata, que lo justo con el país es que las personas que quieren reivindicar los ideales del Nuevo Liberalismo tengan ese derecho que les quitaron las armas”, dijo Marulanda al cerrar su intervención ante al CNE.

Más allá de las consideraciones jurídicas, en el país se ha hecho un esfuerzo titánico por resarcir algunas de las injusticias derivadas de la violencia. En ese contexto, no darle una segunda oportunidad a un movimiento político perseguido, intimidado y engañado enviaría un mensaje equivocado a la sociedad. No es un tema sencillo, como no lo es ninguno en el marco de la guerra; sin embargo, existen elementos suficientes de contexto para al menos no desechar de plano la posibilidad de darle al país un nuevo Nuevo Liberalismo.

De lograr su aspiración de revivir el partido de su padre, los hermanos Galán Pachón tendrán la responsabilidad de mantener la esencia que Galán le dio, junto a Marulanda, Rodrigo Lara Bonilla, Alberto Villamizar, Alfonso Valdivieso y Juan Lozano, entre otros, a ese proyecto político. El Nuevo Liberalismo no se puede convertir en un partido familiar en el que prime el “bolígrafo”, que fue precisamente la razón que llevó a Galán a separarse del Partido Liberal. Si detrás del nombre, lleno de simbolismo, de ese partido se construye proyecto político fuerte, el Nuevo Liberalismo puede volver a ser, como hace 30 años, un puerto de llegada de una generación de liberales inconformes.

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