Opinión
Un pesar que Petro no sea un estadista
Lo peor, sin embargo, no son sus contradicciones, sino la manipulación de conceptos que emplea para convencer a incautos de sus teorías ilusorias.
Es una lástima que el presidente no sea estadista ni un líder de talla mundial. Ni siquiera de estatura doméstica. Ejerce de jefe de su tribu y no parece tener intención de ampliar la base.
Es un pesar porque Gustavo Petro tiene razón en poner el foco en la lucha contra el cambio climático. Nada hay más crucial en el planeta que intentar mitigar los desastres ambientales que causamos y prepararnos para las catástrofes naturales que se avecinan. Lo sorprendente es que sean millones los que aún ignoren las alarmas que hace sonar la Tierra.
La COP28 de Dubái intentará convencer a todos de la urgencia de detener el calentamiento global, porque si no frenamos los 1,4 grados que subió la temperatura este año, el más alto de la Historia, la Humanidad estará al borde del abismo.
El problema de Petro es que, en lugar de unir a los colombianos en torno a un fin vital y convencer a los escépticos de que se suban al barco, se dedica a multiplicar adversarios y a dejarse jirones de credibilidad cada vez que lanza diatribas demagógicas contra el mundo occidental y construye sus argumentos sobre premisas falsas.
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Comenzó por emprender una rancia y populista guerra contra el petróleo, en la que muestra su manifiesta incoherencia. Pide a sus compatriotas que se abstengan de viajar en carro en un país sin trenes y deficiente transporte público, y es el primero en quemar gasolina con las caravanas de su voluminosa escolta. Sin olvidar la afición de Francia por los helicópteros, que más consumen.
Lo peor, sin embargo, no son sus contradicciones, sino la manipulación de conceptos que emplea para convencer a incautos de sus teorías ilusorias.
En La Guajira promete, sin sustento técnico alguno, que la energía eólica y solar de esa región suplirá las necesidades nacionales y no requeriremos del oro negro. Francisco Lloreda, experto en la materia, advirtió que por loable que sea la intención no es realista. “La electricidad de renovables del país equivaldría al 17 por ciento de la demanda”, en el mejor de los casos y a medio plazo.
En el peor, no llegaremos ni siquiera a ese objetivo, dadas las complejidades de la alta Guajira. Van más de 230 consultas previas para avanzar los proyectos y aunque nadie duda de la importancia de tener en cuenta a las comunidades, si abusan de manera grosera con exigencias desorbitadas, al paso que van ni para el 2100 alcanzarían las metas.
El proyecto Windpeshi, de Enel, no pudo trabajar la mitad del 2021 y del 2022 por cortes que provocaron los locales, y en este 2023 iban en porcentajes parecidos, según informó la propia compañía. Imposible rentabilizar un proyecto con semejante ritmo de pérdidas laborables.
Igual de quimérica resulta la meta de los carros eléctricos. Cambiar el parque automovilístico colombiano demorará décadas, dado su elevado costo y el imparable crecimiento de motocicletas. Si en Francia los plazos para eliminar los carros convencionales fue una de las causas de la revolución de los chalecos amarillos, ¡qué no pasaría en Colombia!
Pero hay medidas que podría imponer Petro, con contundencia, si de verdad le importa la biodiversidad y la salud de ríos y selvas. Sugiero siete para empezar:
1. Que sus amigos cocaleros construyan botaderos para las toneladas de hojas de coca desechables, contaminadas con productos químicos. Hoy las botan en cualquier lado, caños incluidos.
2. Que la asociación de cocaleros y amapoleros no deje cultivar amapola junto a las fuentes hídricas, práctica muy extendida.
3. Exija al ELN, como condición para seguir el circo de los diálogos, no dinamitar el tubo. Su barbarie provocó el derrame de unos 4 millones de barriles de petróleo en bosques y ríos.
4. Persiga judicialmente a los alcaldes que permitan tumbar selva para hacer fincas ganaderas. Y declaren ilegal la creación de nuevas veredas en municipios de Caquetá, que solo nacen por la proliferación de haciendas robadas a la manigua.
5. Obligue a las JAC a sacar a los que queman selva sin control, igual que hacen los cocaleros con el Ejército. JAC que incumpla no recibe ayudas. JAC que cuide el bosque, premiada con proyectos para la comunidad.
6. Persiga sin descanso la minería ilegal de oro, la mayor depredadora de la Naturaleza. Está acabando con áreas del Chocó, del Cauca, con la serranía de San Lucas, ya entró al Chiribiquete. ¿Será que no le da importancia porque cree que los mineros son sus votantes?
7. Destine fondos para ampliar una Fiscalía ambiental, que ahora es ridícula. Multiplique por veinte sus recursos humanos y materiales. Por cierto, ¿qué pasó con los helicópteros que pintarían de colorines para el cuidado de la Amazonía? Otra decisión tan inútil como demagógica.
Entretanto y aunque no sea lo ideal, seguimos necesitando el crudo. La teoría de “decrecer” para consumir menos en una nación con índices de miseria y pobreza vergonzosos supone una afrenta para la gente que busca progresar y vivir tan sabroso como el presidente y sus ministros antidesarrollo.