JORGE HUMBERTO BOTERO

OPINIÓN

Un presidente de extremo centro

La postura proclamada por Duque puede ser muy fecunda en este tramo de su gobierno. En especial para el manejo de la pandemia.

Jorge Humberto Botero
5 de febrero de 2021

En su reportaje de fin de año para Semana, el presidente dijo que hace parte del extremo centro y que, en realidad, “la extrema derecha nunca me perdonará que le gané”. Asegura que su visión “no está sujeta a la polarización y al manoseo ideologizado. A lo cual añade que “yo creo que los extremos le hacen un daño terrible a la democracia”.

Respecto de esto último tiene razón. La polarización es una patología que afecta un ingrediente normal de la vida política: la discrepancia sobre las conveniencias públicas, que no excluye la posibilidad -y necesidad- de acuerdos sobre las reglas de juego y un repertorio acotado de asuntos fundamentales. También acierta al rechazar el “manoseo ideologizado”, a condición de que se entienda referido al exceso: son las ideologías las que nos dan una perspectiva de la vida social; sin ellas nos moveríamos sin rumbo o coherencia. En cuanto a los adversarios a los que venció, anotemos que su rotunda afirmación puede generarle algunos problemas con integrantes conspicuos de su propia coalición.

Sin embargo, su proclamada pertenencia al extremo centro es problemática. No existe un inventario preciso de las actitudes que lo configuran; cabe al respecto cierta flexibilidad dentro de unas líneas básicas. El presidente puede aducir en pro de su adscripción el respeto que ha mantenido la Constitución con algunos deslices en cuanto a la autonomía judicial. Igualmente, su actitud respetuosa frente a quienes son sus adversarios, así a veces sus propuestas le parezcan politiquería, dura calificación que exige claras razones. No es fácil, sin embargo, que se acepten como políticas de centro las que ha defendido sobre el aborto, las penas de prisión perpetua y el consumo de estupefacientes, las cuales son, de ordinario, consideradas como de derecha. Y al revés: mal podría ser ubicado en donde afirma estar si prometiera expropiar las empresas o defendiera la dictadura del proletariado, que son banderas de la izquierda extrema.

En rigor, no existe una ideología de centro con vocación de permanencia; su ubicación es, en parte, función de las posiciones que adoptan los partidos que se localizan en los polos del espectro político. El centro es, por así decirlo, una fuerza centrípeta: trata de acercar, de buscar puntos de convergencia. Ser de centro es una cosa cuando se imponen los fascistas, y otra muy distinta si los comunistas dominan la sociedad. El centro implica que, teniendo quienes en él militan convicciones propias, está dispuesto a debatirlas con aquellos antagonistas que compartan ciertas virtudes cívicas. Para lograrlo tiene que analizar los problemas de la sociedad desde distintos puntos de vista, y abrirse al diálogo con múltiples actores.

El manejo de la pandemia es el candidato óptimo para que el gobierno despliegue las inclinaciones centristas del presidente. Las razones abundan. Es el problema más grave que hayamos afrontado en décadas. Por su propia naturaleza, su manejo debería escapar de los esquemas rígidos de gobierno y oposición; en medio de la tormenta no se debate sobre cuál debe ser el rumbo sino cómo mantener la nave a flote. Las encuestas de opinión revelan un porcentaje preocupante de personas que rechazan vacunarse. Como la vacunación tendrá que ser obligatoria por razones de salud pública, conviene buscar un respaldo social amplio a esa estrategia; serviría para reducir las sanciones o restricciones que se tendrán que imponer a los remisos. La credibilidad del gobierno en esta materia tiene que ser elevada, pero, infortunadamente, registra algún deterioro. Empiezan a proliferar los derechos de petición, las tutelas, y los anuncios de debates parlamentarios y protestas callejeras, prueba evidente de falta de confianza en la acción gubernamental.

Las cifras que el gobierno publica (y que con nula capacidad crítica los medios reproducen) son inadecuadas. No permiten comparaciones internacionales ni entre regiones, las que dependen de la evolución de contagiados y fallecidos como proporción de la población, la densidad poblacional, los grados de informalidad laboral y la fortaleza de las finanzas públicas. Si estos factores no se computan de manera adecuada, siempre Uruguay estará mejor que México, y Bogotá peor que Riohacha. El secreto que se ha pactado con los proveedores de las vacunas suscita rechazo; existen dudas sobre el cumplimiento de los cronogramas de aplicación.

El programa de televisión que a diario realiza el presidente es una buena ventana para asomarse a lo que el gobierno quiere contar, pero es un muro respecto de aquello que, por las razones que fuere, ha decidido callar. Como el valor de la transparencia implica responder preguntas reales (no las pregrabadas y acordadas con antelación) lo aconsejable sería que en ese programa hubiese un módulo para que la prensa formule, con entera libertad, preguntas. En ese espíritu centrista anunciado por el presidente mucho convendría, además, que se convocara separadamente a las distintas bancadas parlamentarias para escuchar sugerencias y glosas. Después de realizados esos ejercicios, tal vez podría intentarse un acuerdo nacional para la gestión de la crisis.

Hay motivos para suponer que el gobierno está haciendo bien la tarea. Tuvo éxito en el aumento sustancial de los elementos necesarios para realizar pruebas de contagio y para ampliar las unidades de cuidados intensivos. Consulta a un panel de expertos sus principales determinaciones. Tiene un plan de acción para afrontar las tareas de vacunación. El presidente, en reciente reportaje con María Isabel Rueda, ha dado explicaciones convincentes. Justamente porque tiene mucho que mostrar haría bien en abrirse a un amplio escrutinio político y social.

Briznas poeticas. Leamos a Emily Dickinson: “El agua se aprende por la sed; / la tierra, por los océanos atravesados; / el éxtasis, por la agonía. / La paz se revela por las batallas; / el amor por el recuerdo de los que se fueron”.

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