OPINIÓN
Un tributo que pagaremos con gusto
Tengo razones de sobra para pedir que salvemos a Usme del olvido en que ha vivido inmersa durante los últimos años. Reconozcamos el importante protagonismo de esta localidad como proveedor natural de los alimentos que los capitalinos consumimos y de su invaluable aporte.
La situación de la otrora despensa de Bogotá, como conocimos a Usme, es angustiante y activa todas las alarmas de emergencia. Esto nos obliga a generar conciencia para socorrer de manera inmediata a esta localidad, que nunca, a pesar de dar todo por la ciudad, recibió compensación real por parte del pomposo Distrito Capital. Por anexarse a la urbe recibió, a título de contraprestación, la construcción e implementación de la cárcel La Picota y, como si esto fuera poco, el basurero más grande de la ciudad, concesión que se extenderá hasta el año 2038, ubicándose al interior de la localidad este relleno sanitario, el cual estará allí con sus respectivos derrumbes, sus nauseabundos olores, las moscas y el inminente riesgo de resguardar los desechos de más de 8 millones de habitantes por 18 años más.
La anexión territorial y administrativa formalizada con el Acuerdo 26 de 1972, mediante el cual se incorporó el municipio de Usme a Bogotá, será siempre, a nuestro juicio, el peor negocio celebrado por este municipio. Porque pasó de ser la más grande jurisdicción municipal de Colombia, colindante con los departamentos del Meta, Cundinamarca y Huila, a ser una de las localidades menos preponderantes de la organización administrativa de la capital de la Republica, que sin importar su inconmensurable riqueza ecológica y agropecuaria, albergue del páramo más grande de Colombia (el páramo de Sumapaz), última reserva acuífera de la región. Alli nacen ríos que recorren la llanura de nuestro país y que desembocan en la propia Orinoquia, pero se ha tenido que relegar como uno de los sectores marginados de la capital, situación más que paradójica, pues Usme, al igual que la localidad de Sumapaz, pese a ser localidades territoriales del Distrito Capital, padecen en carne propia los estragos del ”bogocentrismo”, soportando consuetudinariamente los recurrentes errores y, especialmente, la desidia y la inactividad proveniente del Palacio de Liévano y del Concejo de Bogotá, que a lo largo de las décadas y de los diferentes gobiernos han ignorado sistemáticamente las verdaderas problemáticas de estos territorios.
Alguna vez tuve la enorme fortuna de desempeñarme como funcionario público de la localidad de Usme y el privilegio de recorrer su agreste territorio desde San Juan de Sumapaz hasta el municipio de Colombia, en el departamento del Huila. Esta travesía la emprendimos en compañía de Juan de la Cruz Varela, líder y leyenda del Partido Liberal, quien emigró hacia las Farc luego del desplante que el Estado les hizo a los guerrilleros liberales que creyeron en la paz y terminaron todos masacrados. Sin otra opción, Cruz Varela tuvo que refugiarse en San Juan, donde era toda una leyenda viva. Recuerdo imborrable para mi vida porque pude conocer el camino a La Uribe, que sin duda es un pasaje plagado por la riqueza ecológica y agrícola.
De Usme guardo imborrables recuerdos. Inspector Quinto de Policía, cargo que asumí cuando aún cursaba el último año de carrera de derecho en la Universidad Externado de Colombia. Gracias a la generosidad del Dr. Manuel Cubides Romero, secretario de la Facultad, y del rector Fernando Hinestrosa Forero, logré adelantar la terminación de mis estudios con varios requisitos. Esta concesión me obligó a cumplir con la designación en la inspección de Policía de la Zona Quinta de Bogotá, por lo que tuve que priorizar la presentación de los exámenes preparatorios, así como la redacción de la tesis de grado. Y así, con enorme sacrificio, distribuyendo mi tiempo entre los compromisos académicos de la universidad, el transporte público y atendiendo las problemáticas de la cotidianidad de la población de Usme en mi Inspección, cumplí con los requisitos para optar al título de abogado.
Aquel año los hechos ocasionados por el ELN en medio de la lucha revolucionaria hicieron que mis sueños de rebeldía propios del pensamiento juvenil colectivo de inicio de los años setenta se tornaran por esos días en una filosofía de vida. Adopté una posición claramente de izquierda y mi tesis de grado,ñ la basé en la "Legítima defensa del Estado", tesis que si hoy leyeran los organismos de inteligencia, sin duda me costaría el juzgamiento en los tribunales de guerra. Atreverse a tamaña osadía fue fruto del coraje y el apoyo irrestricto de mi director de tesis, el Dr. Antonio José Cancino, quien con su maestría y ductilidad en el derecho penal, ilustró mi derrotero y coadyuvó a mi formación como profesional del derecho. Logré mi cometido de titularme como abogado y, consecuentemente, inicié un trabajo por las gentes de Usme, que nunca abandoné ni abandonaré.
Con el paso de los años, fungiendo como secretario de Gobierno de Bogotá, logré unirme y acercarme aún más a esa región netamente campesina. Luego en mi paso por el Concejo de Bogotá conseguí, con Juan Martín Caicedo Ferrer, el mejor alivio y mejoramiento de vías, infraestructura y obras públicas.
Durante mis periodos en el cabildo de Bogotá, y desde el Legislativo como representante a la Cámara por Bogotá, ayudé a muchos que hoy lograron pensionarse con el concurso de quienes legalmente podíamos colaborar sin perder la investidura, con base en trabajo directo y desinteresado por la comunidad.
Fui testigo presencial de la evolución de un territorio netamente rural que recibimos en condiciones precarias de acceso y que logramos articular mediante el mejoramiento vial, con el fin de optimizar su conexión con Bogotá. Por ello, tengo razones de sobra para pedir que salvemos a Usme del olvido en que ha vivido inmersa durante los últimos años y que reconozcamos el importante protagonismo de esta localidad como proveedor natural de los alimentos que los capitalinos consumimos y de su invaluable aporte como pulmón ambiental de nuestra ciudad.
Es momento para que la alcaldesa presente un proyecto que ajuste el servicio de recolección de basuras en un porcentaje para darle una destinación específica a las obras que la localidad de Usme clama. Y, valga de paso decir, reconocerle a la localidad, a título de reciprocidad, el esfuerzo que ha tenido que realizar por albergar al vertedero de basuras más grande del país, un pago que hacemos los bogotanos con destinación definida para obras y mejoras a estas zonas de Usme y Ciudad Bolívar.
Nunca es tarde para reivindicar la inercia y la falta de compromiso de muchas administraciones que sencillamente voltearon la cara ante la gigantesca problemática que esos sectores padecen en carne propia. Es menester dotar a los cerca de quinientos mil habitantes que tiene la localidad de Usme de condiciones óptimas de transporte, de conectividad y de soluciones en transporte alternativo.
Tal vez uno de los principales cambios que la Constitución de 1991 introdujo en nuestro sistema administrativo territorial fue precisamente el concepto de la descentralización, ambientado y reglamentado incluso por la Ley 489 de 1998, cuyo fin teleológico era dotarl a las entidades territoriales de elementos autónomos para que lograran emancipar su dependencia financiera, administrativa y presupuestal de la capital de la República. Esta descentralización, en la órbita de la realidad colombiana, ha marchado al paso de la tortuga a lo largo de estas décadas; sin embargo, es inadmisible que al interior de la misma Bogotá, sus territorios más lejanos como Usme o Sumapaz padezcan de esta inadmisible patología del centralismo que prácticamente los ubica en el mismo nivel de olvido que muchos municipios de los antiguamente denominados territorios nacionales.
PD: Momentos de paz es una obra que presentaremos esta semana en compañía de un luchador de ese valor supremo, deber y derecho, el abogado constitucionalista Germán Calderón España, y el suscrito, donde dejaremos el testimonio de nuestro recorrido clamando y velando para que algún día los colombianos tengamos ese privilegio, para poder vivir y gozar una patria grande en armonía, tranquilidad y respeto por los derechos de todos.