CRÍTICA DE LIBROS DE NO FICCIÓN

Una crítica de ‘La fruta del borrachero’, uno de los libros más vendidos en la pasada FILBo

“Una experiencia que prometía, por los fuegos pirotécnicos que han acompañado la publicación, termina siendo el encuentro con personajes que desdibujan la realidad social”.

Revista Arcadia, Camilo Hoyos, Sara Malagón Llano
26 de agosto de 2019

Este artículo forma parte de la edición 166 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista.

La autora colombo-americana Ingrid Contreras publicó en julio de 2018 la novela The Fruit of the Forbidden Tree, en la editorial Doubleday, y el debut terminó convirtiéndose en un national bestseller. Del relato de Bogotá en la década de los noventa, que narra la convulsa amistad entre Chula, la hija menor de una familia burguesa bogotana, y Petrona, la empleada de servicio doméstico que vive en un barrio de invasión cercano y tiene nexos con la guerrilla, The New York Times dijo que es una hermosa historia sobre crecer en Bogotá durante la era de Pablo Escobar; el San Francisco Chronicle la definió como una novela “abrumadora y devastadora” que con seguridad transformará a cualquier lector; y el portal Entertainment Weekly recomendó no perder de vista esta nueva y poderosa voz que deslumbra a miles de lectores en Estados Unidos. Al día de hoy, la plataforma de lectura Goodreads registra más de siete mil votos (para una votación de 3,95 sobre 4), más de mil reseñas de lectores, y en Amazon cuenta con más de ciento veinte reseñas, con un puntaje de 4,4 sobre 5.

Ha llegado a nosotros gracias a la editorial Impedimenta bajo el título La fruta del borrachero, y narra una historia que para muchos colombianos no resulta nada nueva: la amistad que se establece entre la hija de siete años de una familia burguesa con su empleada doméstica de trece años. La diferencia económica y social le da el espacio a Contreras para generar, con estas brechas, el escenario sobre el cual se desarrolla el tema de la obra: la irrupción de la violencia social y política en el seno de una familia que vive detrás de las rejas de su conjunto residencial. Petrona tiene vínculos cercanos con la guerrilla, por lo que su trabajo le da información suficiente para que puedan planearse acciones en contra suya.

Además, la violencia política en Colombia está presente con todo su esplendor: Pablo Escobar y las bombas, las Farc y el ELN, el asesinato de Luis Carlos Galán. Desde sus primeras páginas, la novela se propone como un retrato histórico de la Colombia de la década de los noventa con dos personajes que funcionan narrativamente, pero no consigue mantener las reglas de la verosimilitud histórica, y esto resulta problemático para un lector colombiano que conoce algo de lo que nos ha ocurrido en los últimos veinte años.

La obra se enmarca en un cuadro dramático más que en un cuadro histórico. Si bien la traducción permite reconocer una cadencia y prudencia en la prosa de Contreras que hacen de sus dos personajes voces bien creadas, hay muchos elementos históricos que, más allá de que la novela guste o no, son difíciles de digerir: como por ejemplo, que Pablo Escobar fue el autor intelectual de falsos positivos. La utilización de dos símbolos de la violencia de Colombia está representada en una habilidad de la familia de Chula: estar siempre en el lugar equivocado, donde siempre hay un atentado o hay un crimen que muestre, de una manera explícita, lo que fue la violencia.

En una “Nota de la autora”, Contreras cuenta cómo se documentó con prensa escrita para organizar la cronología entre 1989 y 1994. Posiblemente es por ese exceso informativo que al lector le costará encontrar la verosimilitud que le permita verse a sí mismo en las páginas de la novela. Una experiencia que prometía, por los fuegos pirotécnicos que han acompañado la publicación, termina siendo el encuentro con personajes que desdibujan la realidad social de muchos hombres y mujeres que a lo largo de estos años han sido pan de novelas sobre la violencia.