OPINIÓN
Una protesta en defensa del ministro Botero
Hace bien el doctor Botero. En mi dictadura haré lo mismo: el pueblo tendrá que protestar en fila, ojalá con uniformes (los imagino color caqui, pero pueden ser naranja) y ojalá caminando en dirección a las caballerizas de Usaquén.
Quise salir en defensa del ministro de Defensa, valga la redundancia, porque no soportaba la forma en que lo maltrataban: no tiene presentación que el país reciba de tan mala manera el nombramiento del juvenil Guillermo Botero, a quien fulminaron por su sana intención de regular las protestas sociales, de por sí bastante regulares en el país.
Aún hoy existen comunistas de civil que le cobran su idea de imponer una ley que, en sus palabras, nos permitirá realizar “una protesta ordenada que verdaderamente represente los intereses de todos los colombianos y no solo de un pequeño grupo”, hagan de cuenta como los gremios económicos, que no defienden intereses por sectores, sino –ay– los de todos los colombianos.
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Hace bien el doctor Botero. En mi dictadura haré lo mismo: en mi dictadura el pueblo tendrá que protestar en fila, ojalá con uniformes (los imagino color caqui, pero pueden ser naranja) y ojalá caminando en dirección a las caballerizas de Usaquén, donde un equipo de profesionales los reconvendrá con amabilidad y con firmeza. (Si hay estudiantes, podrán ser corregidos con armas no letales por Pachito Santos).
Indignado porque algunos antisociales de oficio recordaron al ministro que la protesta es un derecho constitucional, decidí encabezar una protesta, precisamente, contra quienes lo criticaron: una protesta contra los protestantes, así la frase parezca dicha por Alejandro Ordóñez. La inconformidad es un sentimiento muy bonito pero creo, con el doctor Botero, que necesita ser articulada a través de normas y reglamentos estrictos, faltaba más que así no fuera: de ese modo lo han descubierto personajes tan disímiles como Nicolás Maduro o Daniel Ortega. Y una ley con parágrafos del estilo de “Prohíbase indignarse por tales causas”, o “Protéstese de tal hora a tal otra hora, y con estas palabras”, ayudaría a refundar la sociedad y a volver trizas tanta guachafita.
"Hace bien el doctor Botero. En mi dictadura haré lo mismo: el pueblo tendrá que protestar en fila, ojalá con uniformes (los imagino color caqui, pero pueden ser naranja) y ojalá caminando en dirección a las caballerizas de Usaquén"
Acudí, entonces, al Ministerio de Defensa para hacer la solicitud.
–¿Y el señor a qué viene? –me preguntó un funcionario.
–Quiero protestar en favor del ministro Botero.
–¿Tiene el RUT? –indagó.
–¿Perdón?
–Para erradicar la solicitud de protesta se requiere del RUT, carné de la EPS y declaración de renta. Y una fotocopia al 150 por ciento, por favor.
Me remitieron entonces a una fila donde esperaba turno un líder social.
–¿Y usted a qué viene? –le pregunté.
–Iba a protestar contra los asesinatos de líderes sociales, pero me mandaron a esta fila porque en la de allá solo se puede protestar por asesinatos aplazados.
Se refería a un trino del doctor Uribe según el cual los futuros asesinatos serán por culpa de Santos, aunque sucedan en el gobierno de Duque: en palabras técnicas del Ex, son “asesinatos aplazados”, probablemente de “buenos muertos” que en medio de los retrasos del actual gobierno, y sus numerosos problemas de ejecución, no han conseguido ser ejecutados todavía. Valga la redundancia.
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En ese momento una lesbiana salía cabizbaja porque a su solicitud le habían puesto el sello de “Denegado”. Quería marchar por sus derechos pero el parágrafo era muy claro: la protesta debe representar “los intereses de todos los colombianos y no solo de un pequeño grupo”. Y, como toda minoría, los No-heterosexuales representan un grupúsculo, y el motivo de la protesta debe ser compartido por todos. Ejemplo: protestar porque anuncian que el Bolillo volverá a dirigir la Selección Colombia. O protestar por el posible regreso a la pantalla de Padres e hijos. O protestar porque meten a la cárcel al doctor Uribe: ahí sí es válido marchar, ojalá en todos los rincones de la patria: en Mosquera. En El Roble. En Carimagua.
El campesino salió con el sello de “Denegado”: habían determinado que el motivo de su protesta, en realidad, era un caso de lío de faldas.
–¿Y entonces qué va a hacer? –le pregunté.
–Nada: no quiero que me arresten.
Hacía hambre, pasaban las horas, y nadie me resolvía lo de mi solicitud. Un estudiante de la Nacho me rozó el hombro: también salía con la solicitud en rojo. Bien hecho, pensé: que le nieguen el permiso. Estos estudiantes no saben protestar con decencia, como lo hacía el doctor Popeye en la marcha que el uribismo promovió para protestar contra la corrupción (aunque solo la de 2010 en adelante), a la cual asistió el propio ministro Botero.
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Un colectivo de indígenas del Cauca era retirado con el Esmad. Tampoco les habían otorgado permiso. Quién sabe qué papeles les harían falta. Desfilaron con caras largas unas madres de Soacha, varios usuarios de TransMilenio, profesores de colegios públicos, grupos de sindicalistas; a todos les habían rechazado su solicitud por diversas razones: por el horario en que lo harían, por la ropa que tendrían puesta, por los textos de las pancartas.
La escena resultó tan desmoralizante que decidí irme antes de que me atendieran. No tiene sentido defender al doctor Botero, pensé. Él solito puede iniciar su autodefensa cuando quiera. Afuera se congregaba una multitud de rechazados. Ya no se trataba de un pequeño grupo. A lo mejor ahora sí los dejen protestar.