OPINIÓN
Una revuelta olvidada
A propósito del bicentenario, vale la pena recordar la rebelión indígena de la Guajira exitosa frente a España, anterior a la de los Comuneros y que hoy ni figura en los textos escolares.
La conmemoración del bicentenario de nuestra independencia es una ocasión propicia para examinar con mayor detenimiento y justicia el papel jugado por diversos grupos sociales en este proceso. No siempre la historia oficial se ha preocupado lo suficiente por el rol de las poblaciones indígenas y afrocolombianas en los últimos años del periodo colonial y en la gesta independista.
El alzamiento indígena del dos de mayo de 1769 es uno de estos sucesos que antecedieron al proceso independista propiamente dicho. Esta rebelión de las parcialidades indígena de la península de La Guajira contra la corona española fue una reacción vigorosa de una nación amerindia que, situada en las fronteras del imperio español, resistió de manera exitosa las formas de dominación colonial que este les intentaba imponer.
El alzamiento no solo fue costoso en vidas humanas sino que conllevó la destrucción de diversos poblados, hatos ganaderos, iglesias y todos aquellos elementos que representara materialmente el orden hispánico entonces vigente.
La reacción del Virreinato de la Nueva Granada para aplacar este alzamiento fue la de movilizar la pesada maquinaria militar española hacia la península. Como Riohacha formaba parte de la Comandancia militar de Cartagena tropas de esta ciudad, de Santa Marta y de Maracaibo fueron desplazadas para sofocar la rebelión. A ellos se sumarian milicianos de Riohacha y Valledupar.
El coronel Benito Encío, responsable de sofocar la rebelión, consideró que se necesitaban más de dos mil soldados regulares para iniciar esta empresa militar pues los miembros de la nación guajira podían alcanzar decenas de miles de individuos. Tanto Encío como su sucesor, el Brigadier Ingeniero Antonio de Arévalo, fracasaron en el sometimiento de la población indígena a través de la fundación de pueblos que controlaran sus puertos marítimos y el camino a Maracaibo. La campaña militar infructuosa y sangrienta se extendió hasta el último cuarto del siglo XVIII.
El próximo dos de mayo se cumplirán 240 años de esta rebelión, anterior a la de los comuneros, que no figura en los textos escolares de los niños guajiros, caribeños y colombianos. Es oportuno recordar que la historia como asignatura desapareció hace rato de nuestras aulas.
Sin embargo, estimula saber que algunos sectores de la ciudadanía del Caribe, medios de comunicación como El Heraldo y la propia Consejería Presidencial para la conmemoración del Bicentenario están muy interesados en resaltar esta fecha mediante la realización de diversos eventos académicos y comunitarios. Es oportuno recordar que el dos de mayo fue declarado hace varios años por la Asamblea departamental de La Guajira como día de la Guajiridad.
Esta es una oportunidad para que eventos históricos importantes que se desarrollaron en el Caribe colombiano y venezolano se hagan visibles. Colombia ha sido representada principalmente como una nación andina, blanca y mestiza, a pesar de que es también Caribe, negra e indígena.
En nuestras regiones coexisten diversas y en ocasiones c0ntradictorias memorias. Quizás por ello carecemos de un gran relato histórico nacional unificador. Reflexionar sobre ello puede llevarnos a interrogantes estimuladores. ¿Por qué nos independizamos? ¿Cómo se debatió entonces la nueva república? ¿cómo participaron las regiones y los diversos grupos sociales en ese proceso ? ¡Que perdimos y ganamos con ello?
wilderguerra@gmail,com