OpiNión
Una semana “feliz”
A todo este desastre económico y social llegó el escándalo de Nicolás Petro, que se estaba dando una vida lejana a su realidad como diputado del Atlántico.
Cuesta trabajo creer que un político tan astuto como Gustavo Petro insista en negar la peor crisis política de su vida, del Pacto Histórico y de su gobierno, por cuenta de los dineros que el exnarcotraficante Samuel Santander Lopesierra le habría entregado a su hijo Nicolás Petro para la campaña presidencial, como lo reveló Day Vásquez en entrevista exclusiva con revista SEMANA.
Urge que la justicia rápidamente les diga a los colombianos si esa plata entró o no a la campaña del presidente Gustavo Petro. Es que el país se merece saber si tanto discurso del pasado del entonces senador Petro, que se la pasaba señalando a los gobiernos y opositores de corruptos, narcotraficantes y paramilitares, era eso, puro discurso o no.
El senador Petro fue implacable cuando se conoció que el hermano de la exvicepresidenta Martha Lucía Ramírez había estado en una cárcel en Estados Unidos por narcotráfico y exigió su renuncia. Cuando explotó el escándalo del Ñeñe Hernández, señalado de narcotráfico y que según las acusaciones habría ayudado en la compra de votos en la campaña presidencial de Iván Duque, no dudó en decir que Colombia era un narcoestado.
En la entrevista con Vicky Dávila, Day Vásquez, exesposa del hijo del presidente Petro, contó de la reunión que sostuvo a comienzos de febrero de este año con el mandatario para decirle que entregaría la información de las andanzas de su hijo a esta casa editorial y que, al saberlo, este no dudó en señalar que le haría mucho daño.
Desde que Vásquez hizo sus denuncias, el presidente Petro ha desplegado una estrategia para hacer de cuenta que no está pasando nada. Pero resulta que, en esta oportunidad, no es un narcotraficante que hablaba con una asesora, o el hijo de un pintor famoso el que recibía o llevaba la plata. Estamos hablando de que podría haber sido el propio hijo del presidente Gustavo Petro el que habría hecho, como se diría en el argot criminal, esa vuelta.
Y resulta, además, que por otros lados que conducen al mismo camino, Juan Fernando Petro, el hermano del presidente, también habría estado en andanzas con los narcos en el tema de la “paz total”, hoy llamados “gestores”, a los que se les otorgaría una especie de impunidad.
Todo lo anterior, levantó las sospechas hasta del primer mandatario, que en un solo comunicado le pidió a la justicia que investigara a su hijo y a su hermano.
Y no es un hijo o un hermano cualquiera. Según los ‘petrovideos’, revelados también por revista SEMANA, muestran que papá e hijo trabajaban juntos en el proceso político de la campaña presidencial en el Atlántico. Y que el hermano del entonces senador Petro estaba en la cárcel La Picota haciendo reuniones en medio de la campaña con condenados por corrupción y narcotráfico, en las que se les habría ofrecido rebaja de penas.
¿Por qué el presidente Petro no pidió a las autoridades que, además de investigar a su familia, investigaran, centavo por centavo, la financiación de su campaña?
En lugar de eso, la estrategia de “ese tal paro no existe”, que equivocadamente implementó Juan Manuel Santos en 2016, fue desplegada. El presidente dijo que estaba feliz y que contrario a lo que el país pensaba (mientras se revelaban los chats y llamadas entre su hijo y la exesposa), él había aprovechado para ir a reunirse con los raizales en San Andrés, visitar comunidades campesinas y hasta verse con su mamá, que al parecer ya no está exiliada.
Pero lo cierto es que esta es la peor crisis política del presidente Gustavo Petro. ¿Tenía conocimiento de las andanzas de su hijo? ¿De la vida de millonario (por no decir otra cosa) que se daba? Con toda la inteligencia estatal, ¿nadie le informó nunca nada?
Dime de qué te ufanas y te diré de qué careces, dice el refrán. Petro niega la crisis en la que se encuentra y, de hecho, es cierto que no teme perder el respaldo de los políticos, porque, al fin y al cabo, sabe que es un asunto que se resuelve con “manejo”. Pero perder el apoyo popular sí lo preocupa. De hecho, ya venía de capa caída porque su desordenado Gobierno tiene la inflación, el desempleo y la tasa de usura por las nubes, lo que se traduce en que la gente no tiene cómo pagar las cuentas.
Además, las políticas populistas como la “transición energética justa”, que causó el incremento innecesario del precio del dólar, y el embeleco de acabar con el sistema actual de salud, que ya va en el desabastecimiento de 1.421 medicamentos, incluidas las drogas para tratar el cáncer de los niños, tienen hasta la coronilla a los colombianos. Y por eso todo lo anterior se traduce en la caída estrepitosa en las encuestas.
A todo este desastre económico y social llegó el escándalo de Nicolás Petro, que se estaba dando una vida lejana a su realidad como diputado del Atlántico. Y en medio de la crisis más complicada de toda su carrera política, el desencanto del mundo “progre” recorre las huestes de esa colectividad que, sin duda, no se imaginó que la alharaca petrista en contra de un narcoestado iba a terminar convirtiéndose en el telón de fondo de un Gobierno que con cada escándalo que pasa va de mal en peor.