OpiNión
Urgente: se busca líder de la oposición
No significa oponerse porque sí, sino dejar en evidencia las propuestas gubernamentales inviables y populistas, sus mentiras y arbitrariedades, sus premisas falseadas, y ofrecer alternativas sensatas.
Será una larga travesía del desierto, sin un liderazgo claro a la vista, tan solo espejismos.
No hay ninguna figura ni partido que recoja el voto de los 5 millones que no querían ver a Petro en Casa de Nariño y optaron por Fico, ni los 5 millones que prefirieron al ingeniero y después los dejó botados. Son huérfanos de una figura que encarne sus ideas y andan buscando un repuesto.
Pues les tengo una mala noticia. Perderán el tiempo en el corto plazo. Los más de 10 millones de votantes del exalcalde de Bucaramanga son un sancocho de antipetristas furibundos, antiuribistas y uribistas, centristas y antifajardistas, seguidores de Fico y electores neutrales que deploran la política tradicional y anhelan un cambio sin tocar la economía de mercado. Nadie, por tanto, puede arrogarse la representatividad de todos ellos.
Fico podría ser una carta interesante, pero camina sin fuerza. No cuenta con partido ni una plataforma para que su voz suene potente, con regularidad y eco. Lanza críticas esporádicas sin levantar polvareda. Si no quiere desperdiciar lo logrado en campaña, tendrá que dar un vuelco a su estrategia.
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Igual que el Centro Democrático, el único oasis en el erial en que quedó reducida la oposición en el Congreso. Luchará por destronar a Petro en 2026 en un ambiente más hostil que nunca, sin aliados y con sectores sociales que los odian a muerte.
No solo enfrentan al todopoderoso Gobierno Petro, también la enfermiza animadversión de buena parte de “opinadores”, altas cortes, algunos organismos internacionales, ONG nacionales y extranjeras, JEP y un largo etcétera. Conseguir sobresalir, a pesar de los ataques permanentes de contradictores tan influyentes, exige inteligencia, valentía, transparencia y temple.
Tienen la oportunidad de apoderarse de la torta nada despreciable del Partido Conservador, que traicionó sus principios y a sus votantes por unas migajas de mermelada. Parece un objetivo factible si recuperaran aquel prestigio de bancada profesional, disciplinada y seria que le reconocieron sus adversarios la primera vez que irrumpieron en Senado y Congreso. Y si comprenden la vital importancia de arrebatar a la izquierda el dominio de las redes sociales. Aunque sean con frecuencia alcantarillas hediondas, marcan la agenda informativa y destruyen o ensalzan carreras políticas.
Si el Centro Democrático fracasara y no consiguiera crecer, será culpa suya porque con un gobierno tan de extrema izquierda, con el de Hacienda como único ministro moderado, lo que avistamos en el horizonte son espacios para el debate. No significa oponerse porque sí, sino dejar en evidencia las propuestas gubernamentales inviables y populistas, sus mentiras y arbitrariedades, sus premisas falseadas, y ofrecer alternativas sensatas.
Pero la regla número uno pasa por convencer al expresidente que suelte amarras y asuma, como mucho, el papel de consejero en la sombra. Su tiempo pasó, el acoso político y judicial al que le sometió la izquierda desde antes del 2002, y luego los altos tribunales y el santismo, surtieron efecto, consiguieron reducir su popularidad a los huesos. Y no se detendrán hasta verlo preso.
Álvaro Uribe tendría que permitir que surjan otros liderazgos por méritos, no por su dedo, como la imposición de Miguel Uribe. Joven valioso, con proyección, no era un Centro Democrático pura sangre ni había hecho nada relevante en el partido para ganarse el puesto. Sin el tirón del antioqueño y sin liderar la lista, jamás habría sido el senador más votado.
Lo contrario a María Fernanda Cabal, buena parlamentaria, derecha pura y dura sin complejos, con frecuencia extrema, encarna el sentir de una parte significativa del país, máxime en estos momentos. Ha cosechado una numerosa fanaticada, pero su techo es bajo. No cobija a los millones que detestan lo que hace el presidente Petro, pero tampoco quieren irse al extremo contrario.
Paloma Valencia, acérrima uribista, más moderada, eficaz senadora, no ha llegado al punto de que la vean como la sustituta de su líder. Pero se ha labrado un nombre y el partido necesita de sus aportes, igual que los de Ciro Ramírez, Hernán Cadavid, Paola Holguín o José Jaime Uscátegui.
En esa misma formación política, Rafael Nieto siempre será una ficha importante. Aunque alejado del partido, sus criterios tienen peso entre su espectro ideológico y puede librar batallas con argumentos.
Enrique Gómez, al frente de Salvación Nacional, ha conseguido abrirse paso con contundencia, pero camina muy solo, necesita más tiempo. A Fajardo y Robledo les ocurre lo mismo. Emiten criterios interesantes, contundentes, con conocimientos, pero les falta resonancia. Tampoco Ingrid consigue sobresalir.
Y son tantos los proyectos delirantes y erráticos de un gobierno escorado al radicalismo izquierdista que la oposición resulta más necesaria que nunca. Pero si no se pone las pilas, si no comprende que Gustavo Petro lleva lustros preparando su llegada al Palacio de Nariño y tiene nítida la ruta, les cogerá la tarde y tendremos petrismo para rato.