OPINIÓN
Uribe desenterró el hacha de guerra
¿Será suficiente la estrategia de espolear de nuevo el pánico al chavismo y su atroz maquinaria de aniquilar países, libertades y riquezas?
No tiene la menor intención de quedarse callado. De ser discreto, prudente, mientras avanza su proceso judicial en la Fiscalía. Prefirió enfundarse los guantes de púgil para anunciar que arranca la campaña y peleará duro. Adelantándose a la minga indígena y a los sindicalistas de Fecode, que estarán en Bogotá, en pie de lucha, toda la próxima semana en unas marchas con evidente sesgo ideológico.
Hay Álvaro Uribe para rato, pretende seguir omnipresente en la política colombiana como si nada hubiera pasado ni nada pudiera ocurrirle en adelante.
¿En qué medida ayuda a los suyos que regrese a la primera línea de combate? ¿Los beneficia que inicie la campaña tan pronto? ¿Les conviene el estado de agitación permanente, la polarización que exacerba el expresidente?
Debo admitir que ya uno ni sabe. Parecía que el dedo de Uribe no sería capaz de elegir al próximo presidente, que su popularidad vivía sus horas más bajas y parecía irrecuperable, que su reino pertenecía al pasado. Pero no es tan seguro cuando lidiamos con unas poderosas redes sociales que construyen un mundo en blanco y negro, sin grises que lo maticen.
Sus índices de apoyo en las encuestas han caído a la mitad, Uribe ha perdido fuerza y caudal electoral. Y aunque lo vendieron como si fuese una declaración de inocencia eterna, la libertad que dictó la valiente jueza 30 solo será definitiva cuando concluya la investigación de la Fiscalía y si toma una decisión que le favorezca. Sin olvidar que la Corte Suprema jamás arrojará la toalla. No tengo duda de que prepara la manera de volver a propinarle mazazos con las masacres de El Aro y La Granja, que ese tribunal elevó a categoría de crímenes de lesa humanidad, como si no hubiese otras igual de espantosas. Pero eran las únicas con las que los magistrados y el fiscal Montealegre imaginaron que podían acabar a Uribe y ya conocemos que han hecho de ese deseo una causa.
“¡Ojo con el 22!”, exclamó el expresidente el otro día. No habría necesitado añadir una palabra más, quedó acuñado como el grito de guerra para recordar a sus seguidores que Petro sigue al acecho, no ceja en su empeño de conquistar Casa de Nariño y deben impedirlo.
Por tanto, querrá centrar el debate en una copia de la campaña anterior, convencido de que, si quedan dos candidatos para la segunda vuelta, puesto que nadie será capaz de barrer a los contrincantes en primera, el suyo vuelve y gana. Y puede que su candidato no pertenezca a su partido, capaz es Uribe de señalar a otro de un entorno parecido.
Obvio que el referendo que anunció es solo la excusa para recorrer el país y los medios de comunicación locales con sus mensajes, para poner agenda, lo de menos será perderlo o dejar botadas algunas banderas. Todo lo reduce a un solo mandamiento: ojo al socialismo, ojo a que despeñe a Colombia por el mismo precipicio del vecino.
¿Será suficiente la estrategia de espolear de nuevo el pánico al chavismo y su atroz maquinaria de aniquilar países, libertades y riquezas?
Cada vez que me topo con venezolanos hambrientos, caminando por las orillas de las carreteras, al margen de la rabia profunda que siento hacia la cleptocracia chavista, que merecería un golpe de Estado, soy consciente de que ya no suscitan entre los colombianos solidaridades ni lástima, se volvieron paisaje. Tanta es la indiferencia que no creo que provoquen siquiera un llamado de alerta.
Pese al panorama de un país en apariencia partido en dos, no hay que desechar que el 2022 pueda ser el momento de una alternativa de centro. Y no porque Fajardo vaya a despertar súbitas pasiones, como en su día ocurrió con Mockus en 2010, sino porque pareciera que apuesta a colarse en la segunda vuelta y contar con el apoyo del resto que pierda. Si pasa el de Uribe, los petristas y los santistas sin opción alguna, léase Roy o De la Calle, votarán por quien pueda derrotarle. Idéntico harán los uribistas en sensu contrario.
Lo único seguro es que para ese momento, con una pandemia que nos habrá dejado una dramática cifra de pobres y míseros, una clase media hundida en la desesperanza, calará el discurso de resentimiento social que tanto prodiga la izquierda radical y replica en ocasiones la alcaldesa López.
Son tiempos en que las sociedades buscan culpables de las desgracias que vivimos. Y no existe arenga más recurrente y facilista que equiparar a los ricos indolentes y a la economía de mercado salvaje con las propuestas de la derecha progresista, pese a ser la que mayor bienestar ha generado en el planeta. ¿Será igual de efectivo recordar que el socialismo radical, a veces disfrazado con piel de cordero, rara vez crea progreso?
Ese creo que será el juego de Uribe en los meses venideros. Veremos si le gana la partida a Petro.
NOTA: No deberían permitir que los líderes indígenas jueguen con la salud de su gente. Vergonzosa la absoluta falta de medidas de bioseguridad y el elevado riesgo de contagios. Apelar a la medicina tradicional como escudo contra la covid-19 es una burla. Muchos indígenas han muerto infectados y esta minga es de alto riesgo, una absoluta locura.