Juan David Enciso

OPINIÓN

Valores implícitos en la cultura empresarial

En buena medida, nuestra sociedad gira alrededor de la actividad empresarial; por lo tanto, las relaciones que se tejen en nuestra vida social se derivan de la cultura empresarial, de los valores implícitos en ella.

10 de septiembre de 2021

El problema de fondo de la reactivación pospandemia y posprotestas es axiológico antes que económico. Lo económico es consecuencia y manifestación de lo axiológico. Esto significa que la dirección que tome la sociedad dependerá de los valores a partir de los cuales se toman las decisiones; es la única forma de ver oportunidades en medio de la crisis.

De esto se deriva una consecuencia muy importante: la recuperación depende fundamentalmente de la reactivación empresarial, tanto por empleos e impuestos, como por la creación de nuevos negocios y encadenamientos productivos. Por lo tanto, necesitamos tener claros cuáles son los valores que soportan la actividad empresarial. Como los valores residen en las personas, necesitamos comprender cuáles son los valores que motivan la acción de nuestros empresarios y, en ese sentido, necesitamos aclarar algunos conceptos.

Con frecuencia encontramos que, al pensar en valores, nos remitimos inmediatamente a referentes como honestidad, integridad, etc. Cuando el contexto es empresarial, suelen aparecer también estrategias relativas a responsabilidad social. Y el problema no está en que algunos desconfíen de la veracidad de estos enunciados, sino que en realidad desconocemos los valores que subyacen a la actividad empresarial.

Pero falta algo más: en buena medida, nuestra sociedad gira alrededor de la actividad empresarial; por lo tanto, las relaciones que se tejen en nuestra vida social se derivan de la cultura empresarial, de los valores implícitos en ella: los productos que elaboramos, las tecnologías que desarrollamos, los trabajos que realizamos, entre otros aspectos.

Lo interesante es que muchas de las críticas que se hacen a la empresa se derivan de una mala aplicación de esos valores. Con el ánimo de aclarar esta situación, aparentemente ambigua, a continuación, propongo algunos de los valores implícitos en la cultura empresarial y los beneficios que proporcionan a la sociedad:

  • El emprendimiento en sí mismo: cuando escuchamos a los directivos de empresas medianas afirmar que han debido reinventarse debido a la pandemia, y hacer ingentes esfuerzos por sacar adelante sus organizaciones; o cuando observamos a los responsables de mercadeo y operaciones diseñar estrategias para salirle al paso a la competencia en el mercado, es evidente que la razón de fondo de estas estrategias es la motivación y determinación de las personas, que dan vida a estas estrategias.
  • La efectividad y la eficiencia: gracias a la gestión directiva y a la especialización que ha desarrollado la industria, nuestra sociedad dispone de productos de alta precisión, lo mismo para curar enfermedades, que para desarrollar soluciones logísticas de gran complejidad.
  • La capacidad de cobertura y masificación: hemos podido entregar las vacunas en el mundo entero, incluidos los rincones de las veredas más apartadas.
  • La configuración de un lenguaje común: la cultura empresarial permite que empresas de todo el mundo puedan comunicarse en términos de parametrización y calidad, criterios de mercadeo, operaciones financieras, entre otros. De alguna manera, la globalización ha sido posible por el lenguaje que ha creado la cultura empresarial.

¿Cómo se explica entonces que estos recursos del mundo empresarial sean objeto de fuertes críticas de parte de sectores sociales? Porque, como dijimos antes, los valores están en las personas no en los sistemas. Es decisión de cada gerente o accionista poner este recurso al servicio propio o de los diferentes grupos de interés; pensarlo sólo desde una perspectiva transaccional, o desde el aporte posible al bien común.

Si queremos capitalizar el potencial inherente a esta cultura, debemos diseñar políticas de desarrollo empresarial pensadas desde los valores y no solo desde los beneficios económicos. Una de las consecuencias de este enfoque sería darle prioridad a la creación de empresas antes que a la generación de empleos de bajo ingreso; crear estímulos para que la asunción de riesgos no tenga un costo tan alto y, en cambio, proporcione una infraestructura institucional que ayude al emprendedor a levantarse luego de una caída.

Tenemos mucho que discutir aún acerca de lo que implica promover la actividad empresarial. Y el momento es más que propicio, ahora que la crisis nos invita a ver la realidad de una manera diferente.

*Profesor del Instituto Forum de la Universidad de La Sabana

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