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Venezuela, ¿no futuro?

Pensemos con el deseo. Maduro se va y queda Edmundo de presidente. Ahí empieza el lío, pues se van a tener que enfrentar a un enemigo brutal, el narcotráfico, sin instrumentos para combatirlos. El asesinato de periodistas, jueces, parlamentarios, alcaldes, militares y policías, como sucede hoy en Colombia, en Ecuador o en México, va a ser cosa de todos los días.

Francisco Santos
10 de agosto de 2024

¿Cómo llegamos aquí? ¿Quiénes son responsables? ¿Se puede salir de la crisis de Venezuela? ¿Cómo? Estas preguntas merecen una respuesta para poder entender lo que está en juego y qué posibilidades tiene Venezuela y la democracia de un futuro próspero y tranquilo.

Frente a esta última aseveración, es muy improbable que si hay futuro democrático, y eso todavía está por verse, sea tranquilo. La razón es clara: Venezuela hoy es un narcorrégimen donde los narcotraficantes del mundo tienen una libertad para producir, negociar, lavar, vender y transportar sin par en el mundo. Ese punto de partida es fundamental entenderlo para poder analizar por qué está Venezuela en esta situación, cómo se llegó a esta situación, cómo salir de esta situación y qué viene después de esta situación.

Al tener claro que es un narcorrégimen, entendemos por qué las cabezas de Nicolás Maduro y de Diosdado Cabello, entre otros, tienen un precio: son unos narcotraficantes. Ese comportamiento que los describe, además, describe al régimen. Tienen sus soldados que utiliza o para intimidar y a veces asesinar, los colectivos; tiene sus soldados para asesinar y desaparecer, la DGCIM, y tiene sus soldados para controlar el territorio, las Fuerzas Militares y la Guardia Nacional. Esa mentalidad mafiosa es la que prevalece en la cleptocracia que hoy tiene Venezuela.

Al entender esto, que es fundamental, la pregunta es cómo llegamos acá. Hay varios responsables. Los venezolanos primero que eligieron a Chávez, y luego cometieron todos los errores para sacar a la dictadura, incluyendo no enfrentar el robo de unas elecciones en 2013. Hay mucha tela para cortar sobre la oposición, eso da para una enciclopedia, pero sin duda es responsable de por qué está Venezuela hoy como está. También hay que mostrar la otra cara de Venezuela, la de los ciudadanos que han luchado, que tienen muertos, desaparecidos y detenidos injustamente en esta lucha. Y que cuando fueron llamados por una líder única como María Corina Machado respondieron de una manera admirable, lo que hace cierta la frase de “un pueblo por encima de sus dirigentes”.

Pero también hay otros responsables. Comencemos por su vecino Colombia, en especial el Gobierno de Juan Manuel Santos, que avaló toda la brutalidad de Maduro durante casi ocho años, que miró al otro lado cuando se consolidó el Estado mafioso que además apoyó de manera descarada a las Farc y al ELN. Ni hablar de muchos vecinos de la región que alababan a Chávez cuando consolidaba la dictadura y luego hicieron lo mismo con Maduro. Pocos se salvan de esa responsabilidad y Álvaro Uribe es quizás quien más luchó y fue vocero en contra de esa dictadura.

Los europeos, en especial los noruegos, y el papa, quienes avalaron unas negociaciones que obviamente no iban a ningún lado, pues, como dice Pedro Burelli en un pódcast que vale la pena escuchar, es como poner a negociar a un secuestrador con su secuestrado. Nunca se llegó a nada, Maduro se consolidó y consolidó su red de narcotráfico y de represión que hoy utiliza sin descaro.

Estados Unidos, obviamente. Barack Obama, quien le abrió las puertas a Cuba, el mentor de Chávez y de Maduro, nunca prestó atención a la crisis y solo al final de su gobierno comenzó a implementar tibias sanciones. Lo de Joe Biden es vergonzoso y casi cómplice con Maduro. Tanto el director del Consejo de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, como el secretario de Estado, Antony Blinken, son responsables de cómo estamos hoy. El nombramiento de los personajes que manejaron el tema de Venezuela en ambas administraciones fue de quinta categoría.

Juan González y Brian Nichols entregaron todo sin resultado alguno. Liberaron al socio de Putin y de Maduro, Álex Saab, liberaron a los narcosobrinos de la esposa de Maduro, entregaron el Gobierno interino y relajaron sanciones a cambio de nada. No entendieron que la entraña del régimen era mafiosa, o se hicieron los de la vista gorda, y por ende todas sus “negociaciones” solo les sirvieron a Maduro y a su séquito.

Ahora tres países supuestamente con el aval del débil Biden negocian una salida. ¿Alguien cree que AMLO, Lula y Petro van a aceptar el resultado de las elecciones? ¿Qué salida van a encontrar? ¿Repetir elecciones? Inaceptable. ¿Abrir negociaciones otra vez entre secuestrador y secuestrado como lo hizo Noruega antes? Inaceptable también. ¿Una salida garantizada para Maduro y su séquito pronto? No lo creo, pero ojalá sea así.

Solo esperemos que una salida distinta a esta última no sea aceptada por Estados Unidos, pues si lo hace confirmaría por segunda vez que ese país –supuestamente la meca de la democracia– avala un golpe de Estado a la democracia, como Obama lo hizo en 2016, y con complicidad de Noruega nuevamente y su nobel de Paz, con el plebiscito que perdió Santos en Colombia al apoyar la inacción del presidente frente a la decisión de los ciudadanos de decirle no a ese proceso de paz.

Pensemos con el deseo. Maduro se va y queda Edmundo de presidente. Ahí empieza el lío, pues se van a tener que enfrentar a un enemigo brutal, el narcotráfico, sin instrumentos para combatirlos. El asesinato de periodistas, jueces, parlamentarios, alcaldes, militares y policías, como sucede hoy en Colombia, en Ecuador o en México, va a ser cosa de todos los días.

Esa es otra pelea difícil y en la que correrá mucha sangre. Pero ese es un problema que los venezolanos quieren tener, pues lo que hoy enfrentan es mucho peor. Venezuela, ¿sin futuro? No, pero con un futuro difícil en el que todos tendremos que ayudar. Cuenten conmigo.

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