
Opinión
Veracidad de los espejos
Eduardo Lora ha puesto ante nuestros ojos un conjunto de espejos.
Con la inevitable carga de subjetividad que opinar comporta, muchos escribimos sobre Colombia. En Los colombianos somos así (Debate, 2025), el destacado economista ha tomado un camino novedoso y promisorio: a partir de información estadística, ha sistematizado y puesto en contexto lo que decimos de nosotros mismos. Su metodología es acertada. Como bien sabemos, los espejos no mienten. Enamorado de su imagen en un estanque, Narciso, que era bello, se ahogó tratando de asirla. La madrastra de Blancanieves, amargada por la envidia, rompió su espejo solo para ver su feo rostro multiplicado innúmeras veces.
Sin embargo, la metáfora que empleo es insuficiente. El autor no se limita a recoger y sistematizar las cifras. Con fundamento en ellas analiza, critica, muestra caminos. Incluso más: reflexiona sobre la vida misma con la soltura que, a cierta edad, tienen quienes han estudiado y leído mucho. (En la senectud cabe la posibilidad de volverse filósofo).
El libro comienza por una caracterización general del país que comparto: (i) la fe en la democracia se ha venido perdiendo, (ii) los colombianos se sienten crecientemente asediados por el crimen, (iii) la amplia diversidad étnica y geográfica del país, aunque es positiva, plantea problemas estructurales difíciles de resolver: la pobreza sigue gravitando de manera desproporcionada sobre indígenas y negros.
A través de diferentes indicadores se constata un creciente desapego por la democracia representativa. Si bien es un fenómeno generalizado —como lo demuestran las encuestas de Latinobarómetro— la situación nuestra tiene una característica que aumenta la preocupación: la Carta de 1991 fue adoptada, en parte, para recuperar la legitimidad constitucional que, con el correr de los años, se había venido erosionando.
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A pesar de que los indicadores de bienestar social han mejorado con regularidad, lanzarnos al vacío de una nueva constituyente sería un error.
A pesar de que, en términos generales, la pandemia fue bien gestionada por el gobierno pasado, su popularidad se vino abajo. Quizás el común de la gente tiene expectativas exageradas sobre la capacidad de las autoridades para evitar los impactos de una catástrofe de esas magnitudes. Por lo tanto, no sorprende que en muchas partes del mundo los partidos que entonces gobernaban perdieran los comicios siguientes.
Con amplio acervo cuantitativo, Lora afirma que “el futuro de la democracia colombiana está en riesgo, como quizás nunca, porque una parte importante del electorado puede estar dispuesto a aceptar que el Gobierno tome represalias o acuda a tácticas ilegales para acallar o debilitar la oposición…”. Coincido con él: está en jaque la democracia representativa, la separación de poderes y el Estado de derecho. El desafío proviene del Gobierno actual, cuya aspiración es ganar los próximos comicios para instaurar un modelo supuestamente maravilloso: que el “pueblo” anhele exactamente lo que el caudillo proponga. Esa es la democracia populista o plebiscitaria.
Mucho me impresiona el capítulo sobre la familia, cuya composición se ha modificado radicalmente durante estos años de mi dilatada juventud. Hoy, en el 43 % de los hogares, la jefatura del hogar es femenina. Es un gran progreso. Infortunadamente, el costo ha sido enorme. Antes, las mujeres tenían a su cargo el cuidado de los hijos y el trabajo doméstico. Ahora tienen una carga adicional: aportar dinero con su trabajo. Mientras estos dramáticos cambios se producen, los hombres se resisten a la pérdida de su rol protagónico. Esta es una de las causas de la violencia que ejercen contra las mujeres. En este mismo contexto, asombra saber que una de cada cinco personas vive sola. Para muchos, la vida social transcurre —y se agota— en las redes sociales.
Singular importancia tiene el capítulo sobre la población campesina. Se entiende como tal a aquella que realiza actividades agropecuarias en pequeña escala, con mano de obra familiar. Por estas razones, y por una supuesta identificación mística con la tierra, se la considera “sujeto de especial protección constitucional”. A esta categoría pertenecerían algo así como 19 millones de personas, solo que la mitad de ellas viven en zonas urbanas; o sea que no son, en rigor, campesinos. Parecería entonces lógico que la estrategia correcta consiste en crear condiciones para que retornen al campo.
Varios obstáculos tiene esa política: (i) Los datos revelan que sus condiciones de vida son mejores en zonas urbanas; (ii) la baja productividad inherente a ese modo de producción los condena a la pobreza; (iii) al margen de los problemas de desplazamiento forzado de los que son víctimas, la tendencia migratoria del campo a las ciudades es una constante universal; (iv) al parecer, muchos de ellos no quieren regresar al ámbito rural.
La fuente primordial de información utilizada por Lora es la que recopila el Dane, una entidad estatal que goza de amplia credibilidad por la calidad de las cifras que produce. Según la legislación vigente, su director es de libre nombramiento y remoción por el presidente. Hasta ahora, se ha respetado la tradición de mantener al frente suyo a una persona con adecuadas calificaciones académicas y alejada del quehacer político. No obstante, ese vínculo umbilical es fuente potencial de conflictos de interés.
Hace algún tiempo, The Economist tomó la decisión de no publicar, por considerarlas manipuladas, las cifras de inflación suministradas por el Gobierno argentino. En épocas de ingrata recordación, aquí, con el fin de desprestigiar el sistema de ahorro para la vejez en cuentas individuales, se alteraron las proyecciones de los pasivos pensionales a cargo de la Nación.
Recuerdo también a comienzos del siglo la modificación de la metodología para calcular la pobreza; el debate fue amplio, sobre todo porque los indicadores mejoraron sustantivamente; cuando quien mide los resultados tiene intereses políticos, la suspicacia es inevitable. Con motivo de la generación de insumos para ajustar el salario mínimo vigente para este año, hubo dudas sobre el cálculo de la productividad laboral realizado por el gobierno, un dato crucial para decidir la magnitud del incremento. Recientemente, varios analistas objetaron el uso por Petro de información estadística del Dane por fuera de los protocolos legales.
El libro que comento, por su pertinencia, rigor y sapiencia, es digno de lectura. Me ha ayudado a entender mejor a nuestro atribulado país.
Briznas poéticas. De Irene Vallejo, estas profundas palabras que Eduardo Lora recoge: “Sentir cierta incomodidad es parte de la experiencia de leer un libro; hay mucha más pedagogía en la inquietud que en el alivio.