OPINIÓN
#VerdadChallenge
La verdad está de moda en Colombia. Ahora todos la pedimos y esperamos que otros nos la revelen. ¿Pero la ofrecemos? Ahí está el reto.
Por: Poly Martínez
Que la Farc hable de verdad sobre abusos, secuestros, reclutamiento de menores, rutas de narcotráfico, negocios con los poderosos locales o nacionales y también con aliados internacionales. Que no se guarden nada, que pongan la voz y la cara. Y así, diciendo la verdad sin eufemismos y sin discursos grecocaldenses, que pasen el testigo a otros y les pidan decir la verdad. Una especie de #VerdadChallenge, que siempre caerá como un baldado de agua fría sobre el país, pero es necesaria para despertarnos y abrir bien los ojos. También sirve para sacudirnos las narrativas y lugares comunes que polarizan e impiden que comprendamos lo que realmente pasó y que las múltiples heridas empiecen a sanar.
El #VerdadChallenge fue lo que dejó sobre la mesa Piedad Córdoba al pedirles a los dirigentes de la Farc que cuenten lo que saben sobre la muerte de Álvaro Gómez, para que dejen de pagar justos por pecadores, como la propia exsenadora lo señaló a principios del mes.
Lo más importante de la verdad de los excombatientes de las Farc, más allá de cumplir con lo acordado, de mantener los beneficios de la justicia transicional y de respetar a las víctimas, es que impide que otros sigan mintiendo. Así de sencillo y poderoso. Este #VerdadCallenge, por ejemplo, es un reto que ‘Timochenko’ le podría pasar a Mancuso y a ‘Jorge 40’ para que estos líderes de las AUC ahora sí cuenten toda la verdad que no incluyeron en las 55 mil horas de grabación del proceso de Justicia y Paz. Que traigan la verdad extraditada que muchos quieren mantener bajo llave para proteger oscuros intereses de políticos y poderosos de este país.
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Y que los líderes de las AUC lancen el #VerdadChallenge a las fuerzas armadas colombianas y a muchas instituciones que les sirvieron de apoyo; que se viralice en batallones, juzgados, cortes, oficinas de catastro y registro donde también se oficializó la violencia territorial.
Si los líderes de la Farc y los de la AUC cuentan la verdad pura y dura, el círculo se empezará a cerrar hasta delinear un espacio sin grietas para que exmandatarios, exfiscales, exministros, excongresistas y ese etcétera también hablen. Que se sumen líderes políticos y empresariales regionales o nacionales; que se sepan las verdades grandes y las más pequeñas. Todo suma. Es un reto real: pasar del revanchismo a las responsabilidades; del oportunismo político o jurídico, a la recomposición de una sociedad desgarrada.
Esta semana, a regañadientes y por el hastío de los colombianos ante la cruel ambigüedad, los excomandantes de la Farc reconocieron el secuestro, los abusos a mujeres dentro y fuera de sus filas, el reclutamiento de menores, entre otros crímenes. En otro punto de la realidad, las fuerzas militares presentaron el informe Alétheia, que va más allá del informe Génesis que el ejército entregó hace dos años. Las fuerzas armadas también empiezan a reflexionar públicamente sobre sus propios excesos y crímenes, sobre la degradación de la guerra y el impacto para todos. Son pasos necesarios para la reconciliación.
El país ha cambiado y empieza a compren el valor de la verdad sin eufemismos. En eso ha influido la justicia transicional. Si tomamos distancia del rosario diario de insultos y sospechas, vemos que la JEP y la Comisión de la Verdad han facilitado espacios de discusión para tratar temas que en pleno conflicto armado eran impronunciables, siempre justificados por las partes por una supuesta lógica de la violencia. En medio, las víctimas y 50 años de historia que la mayoría de gente de este país no quiere que se repita.
Tal vez por eso los colombianos de todas las tendencias ideológicas que coincidieron en exigirle a la Farc la verdad, también le lanzaron al gobierno el #VerdadChallenge frente a los abusos y la crisis de la policía; e insisten en pedirle al Estado la verdad sobre los asesinatos de líderes sociales, ambientales y de derechos humanos. Y todavía falta la verdad verdadera de los casos de corrupción más aberrantes con ese sistemático vencimiento de términos que los ampara.
Pasa algo similar a lo que anotó Ingrid Betancur en las entrevistas de estos días, en las que dijo sentir un cambio en el tono de los dirigentes del partido Farc frente a la verdad. También algo hizo clic en el tono y sentir de los colombianos que ahora protestan ante la falta de verdad. Así como nadie quiere que la Farc se ahorre la vergüenza de reconocer las atrocidades cometidas y pretenda sacarles el cuerpo con abrazos vacíos, tampoco hay quien acepte que se oculten los excesos de la fuerza pública con discursos rocambolescos.
La paz completa requiere la verdad completa. Ese es el reto más duro y urgente que nos queda por afrontar.