OPINIÓN

Volar

Greta Thunberg, la adolescente sueca que se ha convertido en la imagen y vocera de la lucha del cambio climático, lleva siete días navegando en el océano Atlántico desde el suroeste de Inglaterra hasta Nueva York para participar en la Cumbre sobre la Acción Climática de la ONU el próximo 23 de septiembre.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
20 de agosto de 2019

Greta viaja a bordo del Malizia II, un yate de alta velocidad que fue construido para competir en carreras alrededor del mundo y cuyo propietario es el príncipe Pierre Casiraghi, quien de paso lo capitanea en esta aventura. 

Suena glamoroso el viaje. No lo es si se tiene en cuenta que, si bien el velero es un prodigio de la tecnología -está equipado con paneles solares y turbinas submarinas que alimentan los instrumentos de navegación-, no está acondicionado para llevar tanta gente. Por eso todos duermen en sacos sobre el suelo, se nutren a base de comida vegana liofilizada (no hay cocina abordo, solo un hornillo de gas para calentar el agua: el único consumidor de energía fósil) y utilizan como retrete una cubeta de plástico. ¿No era más fácil volar en avión y evitarse no solo las incomodidades sino también las dos semanas que demora el viaje? 

Cuando la invitaron a participar en la Cumbre Greta se negó de plano aduciendo lo absurdo que significa dejar una huella de carbono de dos toneladas para participar en una manifestación ecologista: “Tristemente, nuestro presupuesto de CO2 no permite estos viajes”, dijo por las altas emisiones de dióxido de carbono que los vuelos en avión generan. 

1.400 millones de viajeros internacionales son responsables del 8 por ciento de las emisiones del planeta. Cada vez toma más fuerza el movimiento que reivindica que reduzcamos vuelos o, incluso, que dejemos de volar durante un plazo. Se llama flygskam y traduce algo así como “Quédate en tierra”. Los seguidores del movimiento prefieren usar trenes o autobuses eléctricos. 

La ONU ha dicho que la fecha clave para revocar el cambio climático es el año 2030. Esto ha producido toda una “eco-ansiedad”, o sea, un miedo crónico a la destrucción medioambiental. “Mi generación no podrá volar más que para emergencias si no nos tomamos en serio la advertencia sobre el límite de 1,5 grados de temperatura”, dijo la adolescente cuyo viaje a bordo del Malizia II es seguido desde su cuenta de Instagram por más de 2,6 millones de personas. Estos días ha superado los 600.000 likes y los 6.000 comentarios/foto.

La próxima parada de Greta será Chile, donde participará en la cumbre que se desarrollará en diciembre y a la cual llegará desde Nueva York vía terrestre, lo que significa que cruzará tierras colombianas. La “vergüenza a volar” busca en el largo plazo prescindir de las aerolíneas. ¿Es puro show mediático esta medida tan radical? En los tiempos de la sociedad del espectáculo todo lo que cuenta es, justamente, el show mediático. La figura menudita y juvenil de la sueca ha logrado, en menos de un año, generar consciencia y crear una tendencia cada vez mayor en contra del calentamiento global. 

Mientras tanto, el invierno se apoderó del verano bogotano y el frío en las madrugadas cala los huesos como si despertáramos en el mismísimo Polo Norte, donde hace menos de un mes el calor se trepó hasta los 23 grados. ¿Y Trump y Bolsonaro? Ellos dicen que las exageradas temperaturas no son más que un cuento chino. 

@sanchezbaute



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