OpiNión
Vicepresidente Francia Márquez no tiene memoria
Si el Cauca fuese un país, lo considerarían un Estado fallido.
Exhibe una escuálida memoria cuando le interesa. Francia Márquez no fue sincera cuando afirmó, en septiembre pasado, que su región nunca había conocido una sucesión de ataques criminales como la explosión de dos carros bomba en septiembre. Me sorprendió que hiciera semejante afirmación falaz preciso en ese mes. Demasiado pronto olvidó la masacre de la candidata Karina García, su mamá y cuatro acompañantes en Betulia, corregimiento de Suárez, en septiembre de 2019. Entoncesno concedió al atentado de la guerrilla la importancia que ahora le otorgó y cabe preguntarse si no será por la campaña electoral.
Nunca, hasta su reciente vaciada al Ejército, había mencionado a las Farc. Engañaba al país asegurando que la violencia en su municipio y áreas aledañas la causaban los paramilitares. Y en Suárez solo operan las Farc y el ELN desde hace años. Ella sabrá por qué no las nombraba.
Lo que debió hacer el día que abroncó a los militares fue pedir la dimisión de su compañero de gabinete, el incapaz ministro de Defensa, Iván Velásquez, principal responsable del poder que disfrutan las bandas armadas en el Cauca, departamento cada día más ingobernable. El exmagistrado sigue sin saber casi nada del universo castrense, aunque, en realidad, le importa un pito. Su objetivo es otro.
No contenta con vaciar a los uniformados, la vicepresidente también exigió a otros poderes y entidades estatales cumplir con su misión institucional, aunque sabe que es pura palabrería.
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Conoce mejor que nadie que un fiscal terminaría asesinado si osara ingresar a Betulia para hacer su trabajo, salvo que vaya protegido por el Ejército. Aparte de que nadie le hablaría porque lo matan.
Ese día eché en falta que no comenzara por señalar que los cultivos de coca se han multiplicado al infinito en Suárez. Incluso en La Toma, su corregimiento natal, otrora dedicado a la explotación artesanal de oro.
De pronto prefería no confesar que la política de absoluta permisividad hacia los cultivos ilícitos ha inundado el municipio de matas, no solo la parte alta, como era lo tradicional. No sorprende que la Asociación que reúne a cocaleros, amapoleros y sembradores de marihuana tenga una oficina en el municipio, dando un aire de respetabilidad a una actividad que solo alimenta la violencia y la perniciosa cultura cocalera.
También hubiera sido un gesto de sinceridad que mencionara el control que su Consejo Comunitario ejerce en su terruño. Allá resulta imposible que alguien realice su trabajo de manera independiente. Si no te arrodillas ante sus dictados, si no silencias tus discrepancias, te sacan a la fuerza o no te dejan entrar.
En general, en Suárez es quimérico pensar que un fiscal puede ejercer su labor de manera libre y sin amenazas. ¿O le tengo que recordar que la Fiscalía no pudo citar en Suárez a las personas que podían saber algo de la matanza de Karina y lo hizo en Santander de Quilichao?
Y pocos declararon tranquilos, preferían no ir para no poner su vida en peligro. Fue la razón de que el múltiple crimen quedara como un atentado más de las Farc, bajo el mando de Mayimbú. Ni siquiera averiguaron por qué Ariel Ávila, hoy senador, aseguró en su día que alguien pagó 50 millones a la guerrilla para cometerlo.
Puesto que la vicepresidente mostró un súbito interés por la violencia guerrillera, debería solicitar que reabrieran el caso y animar a sus paisanos y a Ávila a declarar lo que saben. La camioneta recibió 170 balazos, cuatro granadas y los guerrilleros agregaron algún producto incendiario para quemarla. Una sevicia inusual contra una candidata que, como sus rivales, tenía luz verde de las Farc para hacer campaña. Pero Karina era valiente, independiente, látigo de corruptos, una mujer ejemplar.
Señora vicepresidente: ¿por qué no se le mide? ¿O le queda grande?
De pronto resulta más cómodo culpar a los altos mandos militares con argumentos simplistas que impresiona en círculos bogotanos, pero no se tragan en el norte del Cauca. La región concentra todos los problemas colombianos de muy difícil solución y no se avizora ningún acuerdo nacional de largo aliento para intentar remediarlos.
Cultivos de coca; minería de oro que pasó, en muchas partes, de artesanal a maquinaria amarilla; control de las guerrillas a base de amenazas, homicidios, desplazamientos y extorsión; resguardos indígenas con autoridades nativas que imponen su ley, con frecuencia abusiva, a los habitantes de sus territorios; consejos comunitarios que pretenden seguir esa senda; invasiones de fincas cañeras por grupos delincuenciales, disfrazados de campesinos sin tierra, y por parte de los nasa; finqueros y colonos que quieren hacer valer sus legítimos derechos, igual que los trabajadores de los ingenios. Sin dejar de lado la insaciable corrupción, la pobreza y el abandono.
Si el Cauca fuese un país, lo considerarían un Estado fallido.