Doris Ruth Méndez, magistrada del CNE

OPINIÓN

Violencia contra la mujer: ¿práctica imparable?

“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte” [Minerva Mirabal]

Doris Ruth Méndez
25 de noviembre de 2020

Así como el zorzal irrumpe con su canto el silencio matutino y a pesar de la indiferencia de muchos, su constancia impone ser oído. Las mujeres, en espacios más ruidosos y menos propicios para ello, hemos persistido en ser escuchadas y miradas con igualdad en una sociedad tradicionalmente machista y excluyente.

Han sido muchas las pioneras: Olympe de Goudes en el siglo XVIII, quien como respuesta a la Declaración de Derechos del Hombre fue responsable de la Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadanía en Francia, proclamando que la mujer “nace libre y permanece igual al hombre en derechos”; Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo y Emmeline Pankhurst en el siglo XIX, promotoras de la igualdad de derechos, el derecho al voto y la emancipación de la mujer; Simone de Beauvoir en la segunda mitad del siglo XX, quien incluye la lucha contra tipos de violencia contra la mujer.

También recordamos hoy a Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, activistas cuyo asesinato en 1960 originó el fortalecimiento de la lucha contra la violencia y la exigencia de un cambio en las legislaciones, y en cuya memoria se institucionalizó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Sólo hasta el 17 de diciembre de 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas explicitó como violencia contra la mujer «todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada» [Resolución 54/134].

Igualmente, un grave síntoma de violencia contra la mujer es el rezago y la exclusión en el contexto político, tradicional en Colombia, en algunas épocas más evidente y en otras con alguna morigeración. Aunque la Constitución Política de 1991 estableció el derecho a la igualdad de género, la realidad refleja algo distinto, dado que incluso desde la misma estructura del Estado se incumple con el deber de igualdad, especialmente en el referente político.

En lo legislativo, luego de muchos intentos, con la Ley 1257 de 2008 se dictaron normas para la sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres. Y en esa medida, la Ley 1475 de 2011 estableció la posibilidad de sancionar estas conductas indebidas.

Frente al acceso a cargos públicos, por cada 10 mujeres electas, 6,8 han sido víctimas de violencia por ser mujer y estar en la política; el 30,1 % manifestaron que no volverían a la política, el 22 % de ellas por malas experiencias en política y el 4,9 % por haberse sentido vulneradas en su ejercicio político [Informe “no es normal”, NIMD, noviembre 2019].

Existen otras dificultades para ejercer el mandato popular, como demandas improcedentes contra la elección; o el poco apoyo de los Concejos municipales a los proyectos de las alcaldesas; o las permanentes trabas de otras instituciones y dependencias, que en el papel deben concurrir a colaborar con la administración pública.

En este sentido, el Informe de la CEPAL a octubre de 2019 sobre el porcentaje de mujeres en el órgano legislativo en América Latina y el Caribe, arroja que de 37 países, únicamente 2 han logrado el 50 %, estudio en el que Colombia no llega ni al 20 % de participación, muy por debajo del promedio, ubicado en 32 %.

En otros escenarios, la Fiscalía General de la Nación reportó que entre enero y agosto de 2019 en Colombia se denunciaron 60.000 casos de violencia intrafamiliar, 108 feminicidios, 24.850 delitos de violencia sexual [entrevista Vicefiscal a periódico nacional el 12 de septiembre de 2020], quedando al margen los hechos no reportados a las autoridades, mayormente por miedo o por las barreras de las instituciones para lograr denuncias formales.

A pesar de algunas iniciativas en procura de la eliminación de estas prácticas sistemáticas contra la mujer, como la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, existen muchos otros contextos en los que se presenta violencia contra la mujer, que imponen la necesidad de seguir alzando nuestras voces para contrarrestarla.

Aprendamos de los zorzales, que persisten en su tarea de hacerse escuchar, se turnan en esa labor y cuando mueren, son remplazados por sus pares, pero NUNCA dejan de cantar. Y la noche lo sabe.

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