Mil palabras por una imagen
Cambio de look
Esta foto ya es vieja. Fue tomada y distribuida por el Ministerio de Defensa, y publicada en los periódicos al día siguiente de la liberación del general Rubén Darío Alzate, retenido durante dos semanas por la guerrilla de las Farc en las selvas del Chocó.
Escribo esto un día después de la entrega del general y sus acompañantes –una abogada y un cabo–, pero cuando se publique ya se habrán discutido hasta la saciedad los detalles de este episodio estrambótico, pero que estuvo a punto de ser trágico. Hubieran podido morir en él los secuestrados en un fallido intento de rescate. Y hubiera podido verse no solo suspendido, como lo fue, sino terminado el proceso de negociaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla.
Exagero cuando digo “hasta la saciedad”. No vamos a quedar fácilmente saciados de este asunto, si los militares y el gobierno persisten en aferrarse al libreto para idiotas que pusieron a recitar a Alzate ante las cámaras, y cuya redacción les tomó nada menos que 24 horas, mientras le revisaban el estado de salud y lo vestían. Con lo cual vuelvo a la foto.
En ella todos, salvo los dos civiles –el ministro de Defensa en mangas de camisa y la abogada en sudadera negra con un letrero de “ATHLETIC” en el pecho–, están de uniforme militar de fatiga desde las botas hasta la gorra. Solo el general Alzate se ha quitado la suya, que reposa junto a un florero en la mesita de centro. Más tarde, en su declaración pública, aparecería en uniforme de gala, constelado de condecoraciones. Atrás quedaron, en la selva (cabe recordar aquí la frase de la exsecuestrada Íngrid Betancourt sobre las cosas que merecen el olvido), la pantaloneta tipo bermudas y las chancletas con que quince días antes salió a pasear por el río Atrato para, según diría, mostrar “un bajo perfil” que fortaleciera “la confianza de la comunidad”. Atrás quedaron también los pantalones con raya amarilla de sudadera y la camisa a grandes cuadros de la viril nueva moda “lumberman” (leñador) que según leo en las noticias está desplazando al estilo metrosexual de los últimos años. Esa camisa se la pusieron durante su secuestro los guerrilleros de las Farc, lo forzaron a lucirla en lo que el general, ya en libertad, llamó “un show mediático”. Uno en el que, entre otras poses, se le vio enlazado por el talle con el comandante de las Farc Pastor Alape.
Pero volviendo otra vez a la otra foto, la que aquí se publica, también están en ella nerviosamente entrelazados los dedos de las manos del general, que además exhibe una curiosa media sonrisita indecisa, como la de un pilluelo que ha hecho una travesura. También parecen retorcerse las manos la abogada y el ministro. Y es natural que estén nerviosos, pues para cuando la foto fue tomada no habían dado todavía la menor explicación sobre la extraña aventura, pese a que el presidente Juan Manuel Santos hubiera insistido por dos veces en que “la sociedad espera(ba) conocer su versión de los hechos”.
Horas más tarde, el general finalmente dio la suya, como dije más atrás. Y es tan inverosímil como el resto del tragicómico episodio. Resulta que, sencillamente, movido por su “afán de servicio y de amor por el pueblo chocoano” había diseñado su paseo en lancha como una “estrategia de aproximación a las comunidades” del departamento. Infortunadamente, un perro que iba en la lancha asustó a unos niños, y para tranquilizarlos el general devolvió al lanchero a Quibdó mientras él se quedaba en el poblado de Las Mercedes para estudiar la posible instalación de unas turbinas que pudieran servir al desarrollo social de esas olvidadas regiones. Lo cual aprovecharon “cuatro hombres armados de fusil del grupo terrorista de las Farc” para secuestrarlo “en flagrante violación a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario”.
Dicho lo cual, y con el honor militar por lema, el general pidió la baja del Ejército. Librándose de ese modo, me imagino, de lo que en un ejército serio hubiera debido caerle encima: un consejo de guerra por imprudencia culpable.
Pero eso ya no sale en la foto.
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