CLAUDIA VARELA

¿Crees que valió la pena?

No sé por qué tenía este dolor. Acostumbrada al deporte y a estar super activa, Carolina no podía moverse mucho ese día. Llegó con un dolor liviano en la espalda que poco a poco se fue volviendo crónico.

Claudia Varela, Claudia Varela
23 de febrero de 2020

Con esta fuerza que caracteriza a las mujeres determinadas y que ya son madres siguió su vida a pesar del dolor. Su personalidad hacía que muchas de las cosas que pasaban en el trabajo las colgara en su espalda, si, la misma que venía doliendo día a día un poco más.

Empezó a comer mal por que el tiempo no le daba. Entre el trabajo, el niño en el colegio, su exmarido que daba más problemas que soluciones y su trabajo lleno de tareas su vida cada vez se veía más llena de cosas, quizás menos de tiempo para ella, pero sí de muchas actividades que llenaban su espacio y la hacían sentir muy importante.

No había pasado mucho tiempo cuando Carolina empezó a perder peso. Se sentía feliz porque creía que después de su embarazo su cuerpo había cambiado. Lo cual es normal pero inadmisible en un mundo donde Shakira y otras son el prototipo del cuerpo que maternalmente no se ve afectado por kilos, estrías y gastritis.

El trabajo seguía aumentando y hubo un problema serio en la Empresa. Muchos culpaban a Caro, con esta característica tan humana de encontrar rápidamente la responsabilidad en el otro y la mejor forma de lavarse las manos. 

Con su gran capacidad estoica, empezó a tratar de encontrar soluciones que al final no estaban funcionando. Su equipo se veía cansado y su espalda seguía doliendo, con cinco citas al ortopedista canceladas por falta de tiempo un buen día no pudo pararse de la silla.

Se inyectó lo que un buen farmaceuta le recomendó y logró moverse para llegar de nuevo a la oficina en una reunión con los jefes que venían desde México. Carolina soportada por una faja pudo moverse y aguantar un dolor insostenible durante horas de reuniones y preguntas.

Sus ilustres visitantes se fueron y Caro dejó convencidos a todos de que las cosas estaban bajo control. Ese día su director comercial renunció por qué decidió irse a hacer un MBA en España. Caro sonrió y le deseo toda la suerte mientras él le respondía que solo podía estar una semana más. ¡No puedes hacerme esto! Pensó, pero era claro que sí podía.

Caro llegó a su casa casi sin moverse. Pensando que mañana sería un día mejor. Encontró una nota del colegio de su niño que decía que la citaban al día siguiente porque lo encontraron diciendo a la profesora que ya no sabía si su mamá era ella o la niñera.

Llamó al papá del niño quien de inmediato le dijo que era normal ya que a ella lo único que le importaba era su trabajo y su propio éxito laboral. Por supuesto le echó la culpa del divorcio y le recordó que el fin de semana siguiente no podía ver el niño por que tenía un viaje muy importante.

Por fin Caro se dio el permiso de llorar un poco. No sabía qué hacer, se sentía débil, vulnerable, aburrida y además con un hijo lo que no le permitía desistir ya que no se imaginaba que podría pasar si ella le faltara. 

En medio de su dolor de espalda que ya pasaba la descripción patológica de tensión muscular, se tomó tres relajantes y se acostó a dormir. ¡Ya no daba más!

Lo siguiente que recuerda es estar en Urgencias con la niñera y su mamá en un costado. Había un médico joven que le decía a su madre, “es un síndrome de burn out o estrés laboral. Es un estado de agotamiento extremo, emocional y/o mental que tiene consecuencias no solo en su autoestima sino en su estado general. Esta muy delgada y tiene aparentemente una lesión en la espalda causado por mala postura y contracción crónica. Carolina debe descansar. Está fundida”. 

Sus ojos se llenaron de lágrimas y en ese momento sintió una voz que le decía al oído… ¿te lo dije Carolina, crees que valió la pena?