DANIEL NIÑO

Decrétese el empleo

Nada más perverso que el manejo del salario mínimo que se hace en Colombia. Tocará decretar la tasa máxima de desempleo.

Daniel Niño Tarazona, Daniel Niño Tarazona
2 de diciembre de 2024

Las cifras de desempleo del país son claras, no tanto porque la tasa de desempleo en agosto de 2019 se ubica en 10,8%, lo cual es muy superior al casi 9% que prevaleció entre 2014 y 2018, sino porque la dinámica detrás puede ayudar a entender cómo se da el mayor deterioro en el empleo para igual mes desde 2010.

En el comienzo de la década, en la economía había una población económicamente activa que rondaba los 21,7 millones de colombianos y 19,3 millones estaban ocupados. Hoy la población económicamente activa ha aumentado en 3 millones de personas desde 2010 y a la economía le está costando un enorme trabajo absorberla en el mercado laboral.

El ejemplo más ilustrativo es que desde agosto de 2014 los desocupados en el país han aumentado en cerca de 500.000 personas, a pesar de que la población inactiva ha aumentado en alrededor 1,6 millones de personas. Es decir, si no es porque un altísimo porcentaje de personas no están buscando empleo, la cifra de desempleo sería mucho más elevada.

Otra forma de ver la anémica capacidad de crear empleo se observa en que, en los últimos cinco años, la población ocupada solo ha crecido en 361.000 personas. Esta cifra de creación de empleos es muy inferior a los 2,4 millones que se crearon entre 2010 y 2014.

A nadie debería sorprender el evidente deterioro del empleo, no solo por la fuerte desaceleración del crecimiento desde 2014 sino en especial por las bajísimas tasas de crecimiento del sector privado en los últimos años. El año emblemático es por ejemplo 2017 en que el país creció solo 1,7% y en el que el sector privado creció mucho menos con apenas 0,4%.

La cifra de desempleo es una variable con rezagos donde si el sector privado y la confianza inversionista despegan puede traducirse en mayor empleo varios años después.

En la confianza inversionista me parece importante alertar que la polarización sí genera daños, sobre todo en la medida en que se traduce en extremismos que se alimentan sobre percepciones negativas, creando una comprensión del entorno destructiva. Tan destructiva en su percepción, que miles de personas pueden llegar a decir que su situación personal mejora o está bien, pero el país y el rumbo de este van mal.

El otro elemento en esa confianza es la estabilidad o seguridad en las reglas del juego. En Colombia se hizo costumbre considerar que los salarios, y en especial el salario mínimo, pueden aumentar sin contemplar las reglas mínimas de la oferta y la demanda, es decir, del mercado. Ya había tenido oportunidad de alertar en esta columna desde hace más de un año que el país estaba destruyendo empleos en los estamentos con los ingresos más altos y que los estaba creando en los grupos salariales medios y en los más bajos. Las cifras por demás son oficiales y están a la mano del propio Gobierno.

Con esto, lo que quiero decir es que el desempleo no estaba aumentando porque estaba desescalando o a la baja en salarios en la creación de nuevos empleos para reemplazar los que estaba destruyendo.

Aunque sin duda esto golpeaba a las clases más pudientes y media-alta, afectando el comercio y al consumo privado, era al menos un estabilizador natural de las cifras de empleo. Por lo mismo, las permanentes pretensiones a aumentar los salarios mínimos en forma significativa, así como de incrementar el costo de emplear nuevos trabajadores y ponerle nuevas primas resultaba en contravía con la evidencia de lo que ya estaba pasando.

Entre las grandes ramas de la producción, la de la industria manufacturera resultó el mejor ejemplo. De forma que, si esta gran actividad venía de resentirse sustancialmente con el doble golpe de la recesión mundial de 2009 y la profunda crisis venezolana que le siguió, lo peor era subirle los salarios y el costo de la mano de obra. Ahora toca aguantarse el contraproducente efecto de subir salarios por decreto. Así las cosas, podría empezar a pensarse si lo más justo será declarar una tasa máxima de desempleo.