RAÚL ÁVILA FORERO
Economía de los datos
Los datos se han convertido en un valioso recurso económico para crear y capturar valor. Casi todas nuestras actividades están dejando un rastro digital y, por supuesto, esta es una oportunidad con potencial de expansión que no puede pasar desapercibida.
Si evaluamos por un momento a la economía mundial, nos encontramos con grandes conglomerados que están trabajando en la próxima generación de vehículos autónomos, empresas financieras que buscan formas de adherirse a los modelos fintech, farmacéuticas desarrollando tratamientos y vacunas para los estados de salud más crónicos, etc. Lo interesante es que, a pesar de la variedad, un común denominador toma cada vez más fuerza en casi todos los sectores económicos del mundo.
A pesar de tener una economía sectorial tan diversa, hoy día casi todas las empresas dependen de una materia prima, intangible, que se ha vuelto indispensable: los datos. Actualmente, las empresas más grandes del mundo sientan sus modelos de negocios entorno a ellos; de hecho, una parte significativa del valor de las empresas titánicas del sector servicios dependen de los datos como Facebook, Amazon y Google.
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Según estadísticas de Bloomberg y del Fondo Monetario Internacional (FMI), el valor de mercado de las empresas que utilizan intensivamente los datos ha superado el valor promedio de las empresas que integran el S&P500. Por ende, ya no sólo se habla de oro, petróleo y mano de obra. Los datos se han llegado a considerar ahora como un insumo crítico y fundamental para la producción económica moderna, y no pueden verse de forma aislada porque, de por sí, ya hacen parte de la cuarta revolución industrial.
De hecho, una gran acumulación de datos contribuye a un aumento de estímulos en la productividad y al crecimiento a largo plazo. Allí, técnicas que escuchamos muy frecuentemente como el Big Data toma protagonismo porque representa una posibilidad de explotar comercialmente una masiva cantidad de datos para crear nuevos servicios o mejorar los ya existentes, dándoles un toque de personalización.
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Hay que reconocer que las facilidades tecnológicas que tienen hoy las organizaciones para la recolección de datos es un gran estímulo. Las plataformas digitales han irrumpido fuertemente a miles de industrias, dándoles la posibilidad de obtener data incluso desde un smartphone. No obstante, la recolección y su uso dependen del tipo de datos recolectados: privados o públicos, personales o no personales, sensible o no sensible, para fines comerciales o gubernamentales. Y es justo allí donde se define la generación de valor desde esta parte de la economía.
Pero dentro de las dificultades, la más relevante sigue siendo la medición de esta economía. Según el Reporte de Economía Digital 2019, no existe una definición de economía digital ni de datos realmente aceptada y la falta de estadísticas fiables sobre sus componentes y dimensiones abunda, especialmente en los países en desarrollo. A pesar de ello, las estimaciones de este informe oscilan entre el 4,5% y 15,5% del PIB mundial.
La clave está en la capacidad de recopilar, almacenar, analizar y transformar la data para extraer un poder adicional y hasta ventajas competitivas. Por ello, muchos modelos de negocio están recurriendo a adoptar plataformas digitales, aunque no siempre la tienen fácil.
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Debido a la dinámica de la competencia, las plataformas de los países en desarrollo se encuentran en una batalla para progresar bajo el dominio de las plataformas digitales de talla mundial, su control de datos y su capacidad para crear y capturar el valor; esto, según el reporte, resulta muchas veces en acentuar la concentración y la consolidación en lugar de reducir las desigualdades entre países.
Pero, por supuesto, siempre hay países que son más dominantes y competitivos en el área. Para referenciarlos, a inicios del año pasado, el Harvard Business Review propuso el Producto de Datos Bruto para tener un aproximado de cuáles son los principales países productores de datos bajo cuatro criterios: volumen, uso, accesibilidad y complejidad. Y es que si bien China y Estados Unidos podrían emerger como dos superpotencias en, por ejemplo, inteligencia artificial, cuando se habla de datos no se puede limitar a concentraciones en algunos lugares como se hace con las economías impulsadas por el petróleo.
Los resultados obtenidos demostraron que mientras China operaba con una desventaja si la accesibilidad global de los datos se considera esencial, países como Nueva Zelanda o Corea del Sur tienen una mayor apertura y movilidad en los flujos de datos. Por su parte, el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) podría emerger por las fortalezas de los datos brutos que producen, pero se ven obstaculizados por problemas de accesibilidad.
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Así, es importante evaluar este modelo de economía de los datos como una cadena de valor. En la literatura, este planteamiento está detallado y explicado por el profesor Emilio Ontiveros de la Universidad Autónoma de Madrid en su libro Economía de los datos. Riqueza 4.0. Allí se detalla toda la cadena de valor de los datos repartida entre varios actores involucrados como empresas generadoras de datos, empresas tecnológicas, compañías de servicios analíticos, reguladores e instituciones académicas. Obviamente, sin dejar de lado la exaltación de la importancia por la seguridad de la información.
América Latina, como es de esperarse, es una de las regiones más rezagadas en esta economía, especialmente en lo que corresponde al tráfico de data en la nube y se mantiene muy lejos de ser un centro geográfico de recopilación de datos. Por ahora, comprender este escenario y considerarlo como una tendencia relevante dentro de la revolución tecnológica es trascendental para sobrevivir en un mundo en donde los datos se convirtieron en una materia prima altamente valiosa.