GUILLERMO VALENCIA
El ascenso del oro en un mundo sin confianza
En 2016, identificamos el retroceso de la globalización; en 2017, vimos el problema del sector energético, y en octubre de 2019 calculamos un dólar por encima de $4.000. Ahora se aproxima un nuevo récord histórico para el precio del oro.
Vivimos un tiempo en el que los bancos centrales se han vuelto adictos a las políticas monetarias expansivas de tasas negativas. El costo ha sido una economía que soporta a empresas zombies, dependientes de grandes préstamos para apalancar su crecimiento.
Sin embargo, la banca central no es el malo de esta historia, pues en 2013 y 2018 trató de ajustarse sin éxito. El resultado condujo a un crecimiento de las tasas repo.
A las consecuencias del abuso de estas políticas se suman las creadas por la actual pandemia. Aquello nos lleva a un escenario de caos social y desorden geopolítico. Es obvio: las decisiones de los emisores acrecentaron la desigualdad en el mundo y nos traerán el caos a las calles, algo que en EE. UU. tuvo su catalizador en el cierre de la economía y la violencia racial.
Vamos al pasado para entenderlo mejor. En la década de 1980, el crecimiento económico fue respaldado por el aumento de la deuda, las transferencias de tecnología de los países desarrollados y la globalización. Esto incentivó a las multinacionales a mudar sus fábricas a países con mano de obra barata.
China es el ejemplo más conocido de este proceso, que encendió su primera alarma en el 2000, cuando la productividad de EE. UU. colapsó. Para ese momento, el crecimiento mundial solo podía ser sostenible gracias al boom crediticio de China y los países en vía de desarrollo.
Hoy, vemos cómo la única manera de sostener este crecimiento es a través de las tasas de interés reales negativas. Esto ya ocurrió en la década de 1970, cuando los precios del oro aumentaron, como lo muestra la siguiente gráfica.
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Precio del oro con relación a los bonos del tesoro.
Crédito: FED.
En este proceso, en el cual el deudor "licua" su deuda, el oro ha aumentado de valor desde el 2000. ¿Por qué? Se debe a que este mineral es una forma de protección frente a la incertidumbre.
Tengámoslo claro: las presiones deflacionarias pasarán cuando vuelvan a abrir las economías. No obstante, el estímulo fiscal y monetario de gran escala, implementado por los países desarrollados, se quedará.
Por ello, con las tasas nominales en 0, las presiones deflacionarias creadas por las medidas de cuarentena y el colapso del precio del petróleo, el escenario de una tasa de interés real de -2% tiene una alta probabilidad de ocurrir.
Esto llegará en un momento en el que los países emergentes carecen de la capacidad para generar un estímulo fiscal contundente, y se verán obligados a renegociar su deuda externa o emitir dinero para pagarla.
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Niveles de deuda mundial en el último siglo.
Crédito: Bloomberg.
La diferencia entre 2020 y 2008 es que durante ese año se implementaron medidas de estímulo sin precedentes. Hoy, la globalización se desmorona, los costos de transacción aumentan y nos encontramos a punto de caer en una espiral descendente inflacionaria. Sí, esta palabra será la protagonista de la década.
Por otro lado, el oro y el bitcóin son activos en los que no se puede manipular la base monetaria. Esto significa que su valor sube cuando el contrato social entre las naciones y los ciudadanos falla; justo el escenario en que vivimos.
Mientras tanto, empresarios visionarios le apuestan a la exploración espacial. Elon Musk ya demostró que el impulso privado puede hacerlo, y que la propuesta más exitosa de inversión es reducir nuestra dependencia de un solo planeta.
Lanzamiento del SpaceX Falcon 9.
Crédito: Nasa
De nuevo, como ocurrió en 1492, los viajes y las nuevas rutas nos transformarán. Esta conquista del espacio nos concederá la oportunidad de un porvenir distinto, ya sea en el planeta rojo o en la vastedad espacial.
Mientras tanto, el nuevo récord en el precio del oro y el bitcóin serán los indicadores de ese futuro que apenas comienza.
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