SERGIO GUZMÁN

El reto geoestratégico de Colombia con China

Parecería que no hay un debate sobre el posicionamiento geopolítico de Colombia frente a China. El país asiático ha manifestado tener ambiciosos planes para nuestro país más allá de la expansión de las relaciones comerciales, el problema es que Colombia no parece ver más allá.

Revista Dinero
14 de julio de 2020

Hace un año el presidente Iván Duque viajó a China con el objetivo de expandir las relaciones comerciales de Colombia con el que es actualmente nuestro segundo socio comercial más importante, luego de EE. UU. Desde entonces se han visto movidas comerciales muy ambiciosas que incluyeron la licitación del Metro de Bogotá que se quedó en manos de China Harbour Engineering Company Limited y Xi’an Metro Company Limited, la construcción del Regiotram de Occidente que fue adjudicada a China Civil Engineering Construction Corporation (CCECC), finalmente el proyecto aurífero más importante del país, el Proyecto Buriticá, fue adquirido por Zijin Mining Gold.    

Al mismo tiempo, Colombia ha celebrado que el primer cargamento de aguacate Haas llegó a China y comenzará a abrir oportunidades comerciales para el país. El Gobierno ve con buenos ojos la expansión de productos agrícolas a ser exportados a China, que según ProColombia incluyen flores, derivados de frutas y frutas procesadas, carne de cerdo, cafés y derivados de cafés, piña, banano orgánico, limón tahití, arándanos y frutas exóticas. Del mismo modo, la ministra de TIC, Karen Abudinen, dio por inaugurada las pruebas de tecnología 5G, un campo en donde las empresas chinas juegan un papel protagónico. 

Parecería que los frutos comerciales del viaje del presidente a China se están comenzando a ver, sin embargo, parecería que hay menos claridad sobre el rumbo de la relación geopolítica entre los dos países y se vislumbran baches. Comencemos.

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El aliado político y económico más importante que tiene Colombia continúa siendo EE. UU., que es al mismo tiempo el gran rival geoestratégico de China. Desde Washington ven con mucha preocupación la creciente influencia política y comercial de China sobre Latinoamérica y también han mostrado sensibilidad con la posición económica dominante que tienen los intereses chinos en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil. EE. UU. ha mandado sutiles advertencias a Colombia sobre su inquietante cercanía comercial con China. Han sugerido, entre otras cosas, que las empresas estatales chinas Huawei y ZTE filtrarían datos privados al Partido Comunista Chino.

Es poco probable que en el corto plazo EE. UU. busque obstaculizar el crecimiento de la relación comercial de Colombia y China, pero sin duda la nominación de Mauricio Claver-Carone, a ser el próximo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, sugiere que EE. UU. buscará dar una orientación ideológica al Banco y anteponer los intereses estadounidenses a los chinos en Latinoamérica.  

La ausencia comercial de EE. UU., es justamente lo que les ha abierto la puerta a los intereses chinos. Por ejemplo, ¿cuántas empresas estadounidenses licitaron a los grandes proyectos de infraestructura vial y férrea de Colombia en los últimos años? ¿Cuántos préstamos ha otorgado el US Development Finance Corporation a empresas que buscan invertir en megaproyectos en Colombia? Por más productos agrícolas y combustibles fósiles que estén actualmente comprando los estadounidenses, las ambiciones comerciales de ese país en Colombia se han estancado, mientras que China muestra un enorme apetito.  

Esto puede jugar a favor de Colombia, si considera que las oportunidades comerciales que puede obtener en China sobrepasan las potenciales consecuencias a las que se podría enfrentar el país en el eventual caso de una reelección de Trump y un recrudecimiento de la guerra comercial entre los dos países. No obstante, en caso que Joe Biden sea victorioso, la pugna geopolítica entre China y EE. UU. continuará y Colombia seguirá incómodamente en medio.  

Hay que recalcar que la inversión China en países extranjeros no tiene ataduras políticas. China no interfiere en la política interna de otros países y espera que sus socios comerciales le muestren el mismo respeto. Sin embargo, China y Colombia no comparten los mismos valores políticos, incluyendo el valor de las elecciones en la gobernabilidad democrática, el respeto por los derechos humanos de las minorías étnicas y religiosas, y los legítimos derechos a hacer oposición política.

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Si bien, Colombia tiene un récord mixto en algunas de las anteriores, China reporta un muy pobre desempeño en estos campos. El tratamiento a los opositores de Hong Kong, los campos de reeducación de musulmanes Ugyur en Xinjiang, la ausencia de elecciones democráticas, y la inflexibilidad del régimen con sus críticos internos (incluyendo a Liu Xiaobo, ganador del Nobel de Paz en 2010) son solo algunos ejemplos del carácter del poder chino.

A pesar de que China ha buscado agresivamente expandir su capital económico global por medio de la iniciativa de la Franja y la Ruta, un ambicioso proyecto de inversiones directas por más de US$89.000 millones para financiar grandes obras de infraestructura, incluyendo trenes, carreteras y puertos, Colombia, por ahora, es el único país andino que no se ha vinculado formalmente al proyecto.

Más que vender aguacates, bananos y demás productos agrícolas, Colombia debería interesarse más en estudiar su papel en el juego geopolítico de China y así plantear ante la opinión pública un debate serio y estratégico en cuanto a sus intereses políticos y comerciales con China. ¿Será posible hacerlo?

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