PABLO LONDOÑO
Guerra de clases
Datos recientes provenientes de todas las latitudes del planeta, alrededor del impacto que las consecuencias económicas están teniendo en las diferentes clases sociales, empiezan a crear tendencia en medios globales y abren una discusión a todas luces preocupante.
“Cuando la gente no tenga más que comer, se comerá a los ricos”.
Jean-Jaques Rousseau
Recientemente coinciden medios que podríamos afirmar manejan agendas políticas diferentes, incluso contrarias, como el Financial Times, Forbes, The Wall Street Journal hasta el MIT Tech Review, frente a cómo la pandemia está intensificando la problemática de la desigualdad social, abriendo brechas cada vez más profundas, que ya lo eran antes de la covid, pero que, ahora, empiezan a ser caldo de cultivo que incita a la revuelta, cuando los más afectados observan atónitos la insensibilidad, la irresponsabilidad y hasta la frivolidad de las clases de “élite” frente al dolor de una parte muy grande de la población.
Y es que el tema no es local ni mucho menos. Estos medios, si bien se centran en realidades que parecen de película de terror en la sociedad americana, se extienden en su análisis a otras geografías, en donde el comportamiento no es muy distinto.
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En los Estados Unidos, los cerca de 640 multibillonarios tuvieron un incremento colectivo de más de 713 mil millones de dólares en sus fortunas en los cuatro meses posteriores al confinamiento, que empezó alrededor del 18 de marzo. Durante este mismo periodo, cerca de 154.000 estadounidenses se murieron de covid y cerca de 50 millones perdieron sus empleos. Uno de cada diez afirmó en encuesta de principios de julio no tener suficiente para comer y cuatro de cada diez arrendatarios aseguraron no tener con qué pagar su arriendo.
Estos mismos artículos reflejan cómo, desde Chile hasta Bangladesh, empieza la protesta social a ser síntoma ante comportamientos que en épocas normales parecerían ser una simple frivolidad, pero que, en momentos de agudización de la pobreza y el desespero, pasan a ser francamente retadores: el aumento desmesurado en el uso de los jets privados y de helicópteros; la demanda desproporcionada por casas de recreo a precios desorbitantes; la contratación de tutores y de niñeras para atender a los menores, o el incremento de la demanda por comida gourmet.
Algo similar se traslada al mundo corporativo. Son las empresas grandes, con estructuras de capital y acceso a la liquidez, las que saldrán fortalecidas de la pandemia, en contraposición de una gran cantidad de pymes que están cerrando sus puertas ante la potencia avasalladora de gigantes que saldrán con posiciones de mercado aún más dominantes.
Simon Property Group, el operador de centros comerciales más grande de los Estados Unidos, está en conversaciones con Amazon para reconvertir grandes locales (esos que llamamos anclas, porque atraen grandes públicos), para ser utilizados como almacenes logísticos por el gigante del comercio electrónico. JC Penny, Sears y Kmart han cerrado en conjunto más de 250 de sus tiendas este verano, que serían tomadas en parte por este.
Amazon, que hoy constituye el 49% del mercado de comercio electrónico de los Estados Unidos, es decir, el 5% de todo el comercio de ese país, estaría en capacidad de elevar su capacidad para llegarle a casi el 80% de la población norteamericana en un día o menos, teniendo así los mejores resultados de su historia y haciendo insalvable la brecha digital y tecnológica con ese gran porcentaje de negocios de barrio, que no tendrán cómo competir ni en ese ni en los mercados a donde llega este gigante.
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La discusión, pues, no solo es inminente: es urgente, y tiene que abarcar no solo el campo regulatorio, el tributario y el del gasto público que debe priorizar a esa población más necesitada; es, además, una discusión profunda en cuanto al cambio social, al cambio de comportamientos y a la construcción de una cultura que necesariamente tiene que abogar por la reducción de brechas económicas.
“Cualquier verdad ignorada prepara su venganza”, decía Ortega y Gasset, y estamos navegando a nivel global en una verdad irrefutable: la desigualdad "se salió de madre". Mientras se anuncia con bombos y platillos la llegada de Jeff Bezos a un patrimonio de US$200 billones, otra facción del mundo se debate a diario entre el hambre y el desamparo. Hay un mundo de contrastes como nunca en la historia de la humanidad, que alimenta populismos de izquierda y de derecha, que se presentan como salvadores cuando bien sabemos que se alimentan del caos.