GUSTAVO RIVERO
La cocaína, en su máximo esplendor
Poco se puede hacer para remediarlo.
Muchos agricultores han entregado sus cultivos de coca como parte del acuerdo de paz. Eran tierras controladas principalmente por las Farc. El Gobierno, trabajando con la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, intervino para pagar a los agricultores hasta un millón de pesos al mes.
Aunque la producción de coca se ha derrumbado en estas zonas, se ha disparado en otras partes. La cosecha de 2017 fue la más grande de la historia y el año pasado solo cayó levemente. Colombia proporciona el 70 % de la cocaína del mundo. El "desarrollo alternativo" de los excultivadores de coca apenas funciona mejor que la guerra militarizada contra las drogas. El auge de la cocaína crea enormes problemas: el consumo está aumentando en los países ricos una vez más y Trump está desesperado por reducir la oferta.
En las granjas del acuerdo, los cultivos legales rentables están muy lejos. Son terrenos aislados en los que cultivar coca no suponía ningún problema. Los narcos les enseñaron cómo industrializarla. Al procesarla con gasolina y luego con ácido sulfúrico, se podía convertir una hectárea de hojas de coca en un kilo de pasta de cocaína que podía llevarse a la ciudad en una mochila. Los aguacates no son tan fáciles de transportar. De todas las actividades legales, solo el ganado genera dinero “porque tiene patas”, dicen los involucrados.
Pronto se agotarán los subsidios y las nuevas empresas destinadas a reemplazar las drogas apenas son viables. La Oficina de Washington para América Latina dice que aunque las FARC se han desarmado, las condiciones que les permitieron sobrevivir tanto tiempo no han cambiado. Los servicios estatales (no solo las carreteras, sino también la electricidad, el agua y similares) están casi ausentes y casi nadie tiene título de su tierra. En febrero, casi la mitad de las familias involucradas no había recibido ningún pago aún.
Según The Economist, gran parte de la producción de coca ahora ocurre en parques nacionales u otros lugares remotos. En algunas aldeas nuevas aisladas de la selva tropical, la gente usa pasta de coca como moneda de cambio en lugar de pesos. Cuando las FARC se desarmaron, nuevos grupos armados se apoderaron rápidamente del comercio.
Para el Gobierno, hay pocas opciones para reducir la producción. La fumigación aérea de cultivos con glifosato es lo que a Estados Unidos le gustaría. Sin embargo, fue prohibida tras una decisión del Tribunal Constitucional en 2015 por la preocupación de que causa cáncer. El Gobierno puede ser capaz de persuadir al tribunal de que puede rociar de manera segura, pero en el think-tank Dejusticia opinan que es una estrategia peligrosa, piensan que lo mejor es enfocarse en reducir la violencia, no en el cultivo de coca. Países como Holanda producen muchas drogas ilegales sin sufrir insurgencias. Pero, según el organismo, es más fácil para los políticos obtener buena opinión pública atacando a la coca.
Dado que parece poco probable que se produzca un cambio de actitud en la prohibición de los narcóticos, se recurrirá a una erradicación más manual: enviar soldados en helicópteros para arrancar los cultivos mientras que otros detendrán a los agricultores.