JULIO ANDRÉS ROZO GRISALES

La COP25 valdrá la pena si se refleja en un cambios de hábitos de consumo

Cumplo 15 años trabajando en el tema del desarrollo empresarial sostenible. En este tiempo he visto el desarrollo de una y otra cumbre medioambiental.

Julio Andrés Rozo Grisales, Julio Andrés Rozo Grisales
5 de diciembre de 2019

Por un lado, surgen nuevos acuerdos internacionales y por el otro, evolucionan algunas políticas públicas sectoriales a nivel nacional. Tras cada cumbre, pareciera que se avanzara de manera contundente hacía el camino que todos queremos: el de la conservación ecosistema y la lucha contra el cambio climático. 

Y si bien los acuerdos logrados deben en últimas reflejarse en la manera como llevamos a cabo nuestros hábitos de producción y consumo, noto que las personas (quienes deben ser en últimas los grandes beneficiados de las políticas públicas) aún no se conectan en su día a día con lo que se discute en las grandes cumbres. El desperdicio de alimentos es incomprensible aún allá en cada restaurante, plaza de comida e incluso en los hogares; el uso desmedido de plástico, papel, cartón y otro tipo de empaques sigue siendo visible y  la conciencia ambiental desaparece con cada black friday.

Entonces me pregunto: ¿Qué le estará haciendo falta a los gobiernos para asegurar que lo discutido y lo acordado llegue de manera efectiva a las calles, casas, oficinas, colegios, cines y plazas de mercado? Es evidente que la respuesta merece el análisis de diferentes razones, pero me voy a quedar con una que quiero resaltar de manera contundente: la conexión que debe existir entre lo público y el ciudadano de a pie. 

Día a día indago con varias personas en diferentes regiones y en medio de diferentes contextos o situaciones, sobre su papel y responsabilidad en la lucha contra el cambio climático y es evidente la evasiva o el desconocimiento. Este no es un mensaje menor puesto que si queremos lograr aterrizar a la cotidianeidad lo que sucede, por ejemplo esta semana en Madrid en el marco de la COP25, es imperante repensar la manera como las políticas públicas le están llegando a la gente con dos fines: 1) informarlas y educarlas para hacerlas más corresponsables, y 2) motivarlas e incentivarlas a cambiar y actuar.

Esta corta columna llega a su fin con una puntual invitación a las entidades de gobierno: innovemos la manera como nos comunicamos y le llegamos a las personas. Existen muy buenas políticas públicas que pasan desapercibidas o que no logran el impacto que buscaban cuando fueron formuladas debido a que no se transfieren como se quiere y por ende, no se apropian como se debe (ejemplo: decreto 1369 de 2014 que habla sobre la manera correcta de hacer publicidad para los productos ambientales y con ello evitar engaños o desinformación a los consumidores).