GUSTAVO RIVERO
La humildad es muy rentable
Sin embargo, ¿por qué hay tantos “líderes” arrogantes?
Hace un par semanas, tuve el privilegio de reencontrarme y cenar con un gran amigo y exjefe mío. Al final de la cena, me preguntó cuál había sido la mayor enseñanza de mis mayores adversidades. Claramente, le respondí que la humildad. Y me contestó: “Sin duda, la humildad es muy rentable”.
Según The Wall Street Journal, los líderes humildes "inspiran trabajo en equipo, aprendizaje rápido y alto rendimiento". Es vital identificar rasgos de la personalidad que incluyan "sinceridad, modestia, imparcialidad, veracidad y sencillez", tarea inspirada en lo que Kibeom Lee y Michael Ashton llaman el Factor H (una combinación de honestidad y humildad).
Todo esto plantea una pregunta obvia: si la humildad es tan importante, ¿por qué hay tantos “líderes” arrogantes? Por un lado, muchos líderes piensan que no pueden ser humildes y ambiciosos al mismo tiempo. Uno de los grandes beneficios de convertirse en directivo, según la lógica predominante, es que uno se encarga de hacer que las cosas sucedan y de ofrecer resultados. Edgar Schein, profesor emérito del MIT, preguntó una vez a un grupo de estudiantes qué supone ser promovido a un puesto gerencial. Dijeron sin vacilar: “Significa que ahora puedo decir a otros qué tienen que hacer". Son las raíces del estilo de liderazgo del sabelotodo. Muchos creen que si no estás ganando, estás perdiendo. El supuesto tácito entre los ejecutivos es que la vida es una competición entre empresas, pero también entre individuos dentro de las empresas. No se trata de una mentalidad que reconozca las virtudes de la humildad.
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Según Bill Taylor, la humildad y la ambición no tienen por qué estar reñidas. De hecho, la humildad al servicio de la ambición es la mentalidad más efectiva y sostenible para los líderes que aspiran a hacer grandes cosas en un mundo de incógnitas. Se centran en el trabajo, no en ellos mismos. Buscan el éxito, pero se sienten humildes cuando llega. Se sienten afortunados, no todopoderosos.
Hay otra gran razón por la cual es tan difícil para los líderes ser humildes: la humildad puede hacerte parecer blando en momentos en que los problemas son duros, puede hacer que los líderes parezcan vulnerables cuando se buscan soluciones. Sin embargo, esa es precisamente la virtud: los líderes más eficaces no pretenden tener todas las respuestas, el mundo es demasiado complicado para ello. Entienden que su trabajo es obtener las mejores ideas de las personas adecuadas donde sea que se encuentren.
La humildad (o el noble arte de preguntar en lugar de dictaminar) tiene tres modalidades. En primer lugar, está la humildad que sentimos con los ancianos y las figuras honorables, es una parte básica de la sociedad. En segundo lugar, existe la humildad que sentimos en presencia de quienes nos asombran con sus logros, se da principalmente en la vida profesional. Y en tercer lugar, está la humildad “del aquí y del ahora”, que raramente se observa en los negocios y es la más relevante para los líderes que quieren lograr grandes cosas.
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¿Qué es la humildad “del aquí y del ahora”? Es “cómo me siento cuando dependo de ti”, explica Schein. “Mi estado es inferior al tuyo en este momento porque sabes algo o puedes hacer algo que necesito para lograr algún objetivo. Tengo que ser humilde porque dependo temporalmente de ti. Pero también hay otra opción: puedo negar la dependencia, evitar ser humilde, no obtener lo que necesito y, por lo tanto, no cumplir con la tarea o sabotearla sin saberlo. Desafortunadamente, las personas a menudo prefieren fallar a admitir su dependencia de otra persona”.
Vivimos en un mundo donde el ego recibe atención pero la modestia obtiene resultados, donde la arrogancia genera titulares pero la humildad hace la diferencia. ¿Tenemos seguridad suficiente para mantenernos humildes? ¿Somos fuertes para admitir que no tenemos todas las respuestas?
Nunca olvidemos las montañas de la vida. La primera vez que tienes mucho éxito, eres arrogante. Cuando caes, sufres desesperanza. Una vez que vuelves a subir, desprendes humildad porque sabes que puedes volver a bajar. Al siguiente descenso, tienes fe porque confías en que nuevamente triunfarás.
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