RAÚL ÁVILA FORERO
La imitación como estrategia de innovación
Ante la imposibilidad de acceder a métodos y herramientas para innovar, son muchas empresas las que se suman a estrategias de imitación, como primer impulso para crecer. No obstante, el reto será trascender de la imitación a la innovación, a través de la adopción y adaptación de procesos.
El ciclo de vida de un producto normalmente evoluciona desde su creación hasta la culminación de un largo proceso en donde se mejoran cuestiones de calidad y diversidad, dependiendo de la respuesta que obtenga de su demanda y mercado potencial. Sin embargo, existe un punto en el cual las características del producto logran ser imitadas y surgen nuevas empresas competidoras interesadas en comercializar el mismo tipo de producto.
En resumen, la evolución natural de un producto va desde su innovación hasta su imitación, aspecto que se generaliza en mayor medida cuando hablamos de un mercado de consumo masivo. Allí están como inherentes los procesos de difusión de todos los procesos de producción y comercialización del producto, a los cuales apuntan las empresas interesadas en ejercer la imitación como estrategia de negocio.
Esta es una premisa que le ha resultado bastante bien a diversas startups que se crearon a raíz de instaurar un modelo de imitación de un producto o servicio que notaron en alguna otra parte del mundo o, incluso, en un pequeño lugar del país en donde la explotación de una pequeña idea mutó a un negocio multimillonario. La riqueza, por lo general, favorece a los osados.
A nivel mundial, podemos reconocer rápidamente a MercadoLibre como imitación de Ebay o a Ali Baba como la “copia” china de Amazon. Y son estrategias de imitación que obtuvieron una aceptación exitosa por parte de su muy analizada demanda.
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De todos modos, la importación de ideas no siempre resulta exitosa, y todo depende del contexto en el que se vea inmersa la “novedosa” idea. No debe darse por sentado que la demanda responde igual de bien, independientemente de la ubicación geográfica, costumbres, etnias, creencias, preferencias o gustos del mercado al que se le apunte. Todos estos son factores variables que determinan el éxito o el fracaso en el mundo del marketing.
Pero para lograr una innovación exitosa, deben llenarse algunos vacíos de valor que perciban dentro de la oferta actual. No necesariamente es una publicidad creativa o una superficial adición a un producto o servicio que ya se encuentra en el mercado. La percepción y la aceptación son conceptos fundamentales en el proceso de innovación, para satisfacer una necesidad latente a pesar de la oferta que hace el mercado. Para suplir algo que me falta y que aún no tengo.
Sin embargo, hay empresas que optan por imitar la elaboración de un producto ,y diversificar en la forma en que lo vende al mundo, en la forma en la que se lo presenta. Una forma muy sencilla en que las empresas buscan nuevas formas de vender el mismo producto, sin abordar temas de investigación, mejoramiento, solución y cambio, características esenciales que se mueven dentro del verdadero mundo de la innovación.
El problema en esencia no es, en realidad, la falta de vocación o la falta de espíritu emprendedor. Para tener gente con la capacidad de innovar se necesita invertir. Se necesita dinero para formar muchos más doctores de los escasos que logran graduarse anualmente en Colombia. Se necesita poner a disposición de las personas recursos con los que pueda descubrir nuevas y mejores formas de hacer las cosas.
La Asociación Nacional de Industriales (Andi) tuvo un primer acercamiento el año pasado a conocer la leve tendencia del interés en innovación por cuenta de varias empresas colombianas. Sin embargo, este año la muestra para el segundo ranking publicado por la entidad aún se mantiene muy bajo, y en su mayoría registra el interés de las más grandes empresas en Colombia.
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Pero este ranking aún se queda corto en evaluar el interés y el verdadero acceso que tienen las pymes a la innovación empresarial. Recordemos que las pymes son las que conforman más del 90% de nuestro tejido empresarial, en donde cerca de la mitad se quiebra después del primer año y sólo el 20% de estas logra sobrevivir al tercero. Asimismo, el instituto Global McKinsey ha revelado que en la región latinoamericana el 52% de nuestras mipymes ni siquiera tienen ningún tipo de ayuda financiera.
¿Cómo podemos exigirle a nuestro segmento empresarial que le apueste a la innovación, si a duras penas obtiene los recursos necesarios para subsistir en el mercado? Aunque los costes y el riesgo por la opción de imitación pueden elevarse, para imitar la ventaja competitiva del rival, esto resulta ser algo mucho más viable para muchas mipymes que no tienen capacidad de invertirle a la investigación.
El reto se convierte ahora en transitar de la imitación a la innovación. Imitar productos no patentados en realidad no está mal; de hecho, representa el primer gran paso de muchos emprendimientos actuales cuyo carácter diferenciador proviene de una mejora o un adicional al producto adoptado por imitación.
Incluso, podría afirmarse que la imitación hoy día está subvalorada. En un mundo en que la innovación está tan escasa de recursos, la imitación se convierte en algo muy importante para el surgimiento y crecimiento de los negocios. La imitación puede ser considerada como una fuente primaria de progresos, tanto en el aspecto industrial como en el académico. El desafío ahora está en no estancarse allí y migrar hacia la verdadera invención y estimular el entorno competitivo innovador.
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