ANDRÉS JIMÉNEZ
Lo que dejó el 2020
Hasta que por fin el año va llegando a su final. El 2020 quedará en la historia como un momento bisagra para las personas y para las empresas en este siglo XXI; un año de profundos cambios, que trajo varios retos y deja muchas reflexiones para el futuro. Aquí, algunas de ellas.
En primer lugar, tuvimos un importante cambio de paradigma en la forma de trabajar. Muchos procesos y personas que se estaban habituando lentamente a la revolución 4.0. tuvieron que hacerlo en cuestión de semanas o incluso días. La industria de servicios nunca volverá a ser la misma y algunas oficinas tal vez nunca se vuelvan a llenar.
Más allá de lo abrupta de esta transición, en sectores como el financiero ha resultado altamente positivo, pues gracias a la profundización en la adopción de nuevas tecnologías, su aceptación por parte de la población y el apoyo de los reguladores, se han logrado importantes logros en materia de bancarización.
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En lo que respecta a la administración de justicia, el cambio hacia las audiencias virtuales y muchos otros, como continuar acelerando la transición del papel a lo digital, tal vez nunca se hubieran producido de no mediar una situación como la pandemia. En un país de abogados y de “no se puede”, el impulso debe continuar para lograr hacer la justicia más eficiente y cercana a los ciudadanos.
Sin embargo, los retos que enfrentamos como sociedad en medio de la coyuntura fueron igualmente importantes. No todos los trabajos pueden hacerse desde casa y la pandemia profundizó las diferencias entre trabajadores formales e informales. El reproche inicial que algunos hacían a quienes querían seguir con sus trabajos, poco a poco terminó visibilizando que a aquellos que veían fallar sus empresas y negocios, en algunos casos también se les estaba acabando la vida.
En materia de educación, durante meses, muchos niños se quedaron sin salir de las casas y sin ir al colegio. En otras partes del mundo, inclusive con rebrotes de la pandemia, quedó claro que para la sociedad la educación de sus hijos no puede volver a parar. En Colombia, algunos duraron casi todo el año sin retornar a las aulas. El costo educativo, pero además psicológico, de esta brecha aún está por verse en el futuro.
El confinamiento acompañado de la virtualidad también ha sido un reto para la democracia en muchas partes del mundo. La crisis ha sido utilizada para restringir de manera excesiva libertades individuales y, cuando más debía funcionar el sistema de pesos y contrapesos, desaparecieron los parlamentos. El de los parlamentarios, como representantes del pueblo, es un trabajo esencial y, como tal, los ciudadanos esperaban que también salieran a trabajar.
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Así mismo, toda crisis es una oportunidad, y así como este año sirvió como catalizador para muchas empresas y servicios que entraron a suplir varias necesidades de la población, los criminales tampoco la han dejado pasar.
Fueron múltiples los fraudes que se construyeron alrededor de la pandemia. Desde el inicio con la venta de falsificaciones de productos médicos y tapabocas, hasta empresarios que se aprovecharon de las generosas ayudas gubernamentales.
Hoy en día, con la aparición de múltiples vacunas, se repiten las historias de personas que, creyendo en todo lo que ven en internet, pierden dinero, pues se aprovechan de su deseo de querer acceder a este tipo de medicamentos. Vaya reto tienen quienes desde las áreas de cumplimiento deben cumplir remotamente con más tareas y cada vez con menos recursos.
Así pues, el año se acaba y nos deja algunas reflexiones. Es claro ya que nunca volveremos al mundo de antes y que el reto está en adaptarse a vivir con esta nueva realidad, con el virus y a pesar del virus; que no podemos seguir negándonos a la tecnología y a lo digital, y que nadar contra la corriente no va a cambiar la realidad.
Que estas nuevas formas de trabajar y los nuevos emprendimientos, por novedosos y eficientes que sean, también traen nuevas contingencias y riesgos, algunos de los cuales aún están por determinar.
Que la lucha contra la criminalidad financiera y la corrupción no puede depender solo de las autoridades. No sirve de nada si los privados no ponen de su parte. Es cada vez más necesario pensar en poner en marcha alianzas público-privadas para aumentar la eficiencia en esta clase de actividades.
Sobre todo, 2020 nos deja una reflexión como sociedad, entendiendo que el mundo no es blanco y negro, que los problemas tienen más de una forma de resolverse y que, ante una crisis, siempre será necesario que todo el colectivo en general ponga de su parte para salir adelante.
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