CLAUDIA VARELA
No te resistas, deja que fluya
Una de las grandes virtudes de un líder es la capacidad de saber cuando es seguidor.
El ser humano tiende por naturaleza a resistirse y asustarse ante el cambio. Parece ser que, dado que solo podemos saber cómo nos observamos y partimos de realidades que consideramos absolutas, lo que viene pasando, así sea malo, lo preferimos antes que tomar un riesgo.
Quizá sea más cómodo culpar a los demás o a alguna variable externa y simplemente pensar que “todo tiempo pasado fue mejor”. El mejor tiempo no es el pasado, es el presente porque vivimos justo aquí y ahora. Pero el papel aguanta todo y es claro que es más cómodo quedarse con lo conocido.
Es un momento de cierre de año. Un momento para mirar aprendizajes, logros y cambios para el nuevo ciclo. Es el momento de cuestionar si somos felices donde estamos, si movemos nuestros esfuerzos hacia el destino que queremos o si estamos acostumbrados a vivir así y ya.
Leyendo un poco de psicología y coaching me doy cuenta de que según cualquiera de las teorías, lo más importante para cualquier ser humano es fortalecer la autoestima. La inseguridad hace que todo se vuelva una película mental irrealizable.
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En mis procesos de mentoría he encontrado muchos casos donde se tiene todo, pero no la confianza para juntarlo. Es como tener los mejores ingredientes para una buena receta, pero asustarnos en el momento de mezclarlos. Nuevamente entonces es más fácil no hacer cambios, quedarnos quietos y simplemente esperar que algo pase.
Frases como “esperar a ver qué pasa”, “estará de Dios”, “yo ya hice lo que tengo que hacer”, “eso no era para mí” terminan siendo la mejor manera de acomodarse para no asumir riesgos y cambiar algo que no venía caminando.
La resistencia al cambio no es nada diferente a un ego asustado. Un apego a las viejas prácticas, al estilo anterior, una forma de reconocer que me gusta más saber que voy a lo seguro.
En cada proceso de cambio hay que entender un contexto VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad, ambigüedad) permanente. Este concepto creado por el U.S Army War College tras el fin de la Guerra Fría nos puede mostrar que el mundo es dinámico todo el tiempo y que las certezas son cada vez menos. Así que el cambio es permanente y por tanto para navegar cómodamente en la vida hay que reinventarse y adaptarse.
Una de las grandes virtudes de un líder es la capacidad de saber cuando es seguidor. No todo es siempre figurar, de hecho, un buen líder trata de no ser tan visible, más bien de resaltar a su equipo y sus integrantes. Un líder promulga el resultado no su propia individualidad.
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Si volvemos al cambio, la misión entonces de un buen manager es saber que el cambio es permanente, por tanto la resistencia no puede ser constante. Simplemente, hay que dejar fluir.
Pensemos entonces más bien en cambiar nosotros. En que cada uno le sugiere al universo una nueva forma de trabajo, una perseverante lucha por dejar el ego y entender a los demás. Ese es el liderazgo que inspira.
Por el cambio de año, de ciclo, es el momento para alinearse con otras cosas diferente a las aparentes. Es el momento de parar y mirar más hacia adentro.
Recordando a Carl Gustav Jung, entiendo la limitación que tenemos en el control, pero el gran poder que tenemos de que el cambio sea propio. Más que cambio, evolución, adaptación, madurez.
“Si existiera algo que quisiéramos cambiar en los niños, en primer lugar deberíamos examinarlo y observar si no es algo que podría ser mejor cambiar en nosotros mismos”.
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